El Último Vecino llega a su cuarto disco fiel a su estilo. Por un lado, sus mejores canciones siguen siendo incontestables. Y, a lo largo de una década, estas se han ido sucediendo sin cesar apareciendo en cada uno de sus trabajos. A ‘Tu casa nueva’ se han unido ‘Mi escriba’, ‘Antes de conocerme’, una versión inolvidable de La Zowi y, últimamente, ‘El desastre’ o ‘Ábreme la puerta‘.
De ‘RIQUI’ hay que subrayar al menos dos canciones redondas. El primer single, ‘Mi chaqueta gris’, es como una revisión de ‘Close to Me’ de The Cure -incluye hasta las palmas- pasado por el filtro de los primeros trabajos del grupo británico… y por la melodía de The Drums. Un saxo que emerge al final, sin avisar, luchando por hacerse oír, pone la guinda del pastel.
Aún mejor es el segundo single, ‘Cinta‘. Un tema que, por un lado, llega con las capas que permite su polisémico título, que habla de cintas que cubren heridas y de cintas que graban películas… y que, también, suena como el jangle-pop de las C-86 del NME. Un tema que, sobre todo, sobresale gracias a un estribillo redondo, de los mejores que Gerard Alegre Dòria ha firmado.
El Último Vecino no se ha comido la cabeza grabando un nuevo disco con InnerCut que vuelve a mezclar los punteos del jangle-pop con los ritmos del post-punk más crudo. Sus letras siguen hablando de desilusión («era de esperar que me ibas a olvidar»), de relaciones impenetrables («siempre tan oculta tras tu muralla») o son directamente emo («se cortó las venas, le afectaba demasiado la mirada de la gente»).
Pocos han visto venir que El Último Vecino desarrollaría una carrera, a la postre, más interesante y, a la larga, con una mayor proporción de buenas canciones, que sus contemporáneos The Drums. Sin embargo, en ‘RIQUI’ se hace difícil diferenciar su propuesta musical de las anteriores. En ‘RIQUI’ a duras penas las capas de guitarra eléctrica shoegaze de ‘El último día’ permiten hablar de una posible evolución. Pero los matices son casi imperceptibles.
Este escenario invita a centrarse en las melodías. Y Gerard sigue siendo un hacha escribiendo tonadas sentidas y maravillosamente melancólicas. ‘Era de esperar’ abre el disco y, aunque Gerard se describe en la letra «dueño de su habitación» e «hijo de un vampiro», la canción no se encierra en ningún castillo, sino que pletóricamente se abre al mundo. Tan buena es ‘Era de esperar’ que Gerard la recupera en la pista final, en una «segunda parte» casi instrumental, basada en una caja de ritmos.
Es una idea, la de ‘Era de esperar II’, interesante, pero no es el «reprise» más inspirado que se ha escuchado. Y, en demasiadas ocasiones, las canciones de El Último Vecino siguen redundando en la fórmula y no logran hacerse paso y rivalizar con las mejores. ‘Libreta de los recuerdos’ o ‘Tus oraciones’ vienen a decir lo mismo de siempre… pero, en el conjunto del disco, destacan menos.
Solo ‘Lo que tuvo que aguantar’ se desmarca añadiendo un punto de humor en la forma de un niño metido en una nevera que dice «hola». «Siempre a tu lado, pero bien ventilado» es la sonora rima que deja Gerard en la canción. Esta no la habíamos visto venir.