Durante años infravaloramos las letras de Pet Shop Boys. Unos textos llenos de ingenio y mordacidad, de referencias literarias y políticas, de ocurrencias que a día de hoy continúan enriqueciendo películas de éxito como ‘Saltburn‘ o sorprendiendo a raperas como Cardi B.
Después, en los últimos tiempos, cuando Pet Shop Boys ya habían asentado su estatus de grupo de culto, llegó otro momento en que quizá prestamos demasiada atención a los textos del dúo. Lo que tenían que decir se transformaba en lo más interesante de su música, en la novedad, en la noticia. De lo poco memorable de su último álbum hasta ahora, ‘Hotspot‘, es que se abría con una referencia a Christopher Isherwood, autor de ‘Cabaret’ y ‘Adiós a Berlín’.
‘Nonetheless’, su disco post-pandemia, contiene una mejor balanza de letras que nos puedan sorprender y melodías que podamos tararear sin sentarnos a pensar. De ello parece responsable el cierre de la trilogía con Stuart Price y el asentamiento de James Ford. El hombre responsable en gran parte de la pulcritud de Last Shadow Puppets y el detalle de Arctic Monkeys, está detrás de este álbum de arreglos orquestales medidos.
El grupo no ha prescindido de los beats de electropop que les caracteriza. De hecho ‘Feel’ y ‘Bullet for Narcissus’ son de lo mejor del álbum, esta última versando sobre un tirano bastante parecido a Trump. «Sus políticas son simplemente tontas, no confía en lo que no ha visto. Es tan banal que se ha vuelto mainstream», bromea a golpe de vogue. Pero el verdadero mérito de ‘Nonetheless’ es que las baladas no hayan convertido este álbum en una sueñera pensada-para-el-público-adulto. James Ford les saca punta.
Por un lado, ‘Why am I dancing’, en tan sólo 3 minutos y medio y evitando repeticiones ad nauseam, se convierte en la grabación más recordable de ‘Nonetheless’, versando sobre cómo sobrevivimos en pandemia, y cómo encontramos el consuelo en la música. Algo parecido a lo que nos cuenta el single principal, ‘Loneliness’, muy crecido como apertura del largo, con otra sección de cuerdas espectacular, compatible con su chanante mención a Ringo Starr («Like Ringo walking by the canal / Downcast and alone»).
Por otro, en la segunda mitad del álbum, llama la atención el aire a lo John Barry que dan los arreglos de ‘Love is the law’ (inspirada por la estancia en Niza de Oscar Wilde al salir de la cárcel) o las cuerdas de ‘A New Bohemia’ (sobre el colectivo queer Les Petitis Bon-Bons). En general, el tono de melancolía jugará siempre a favor de Pet Shop Boys en medios tiempos como ‘The schlager hit parade’ o ‘The secret of happiness’, esta última entre el R&B y la bossa. Sin contener ningún posible hit, la última mitad funciona mejor, aparece más integrada, que la de otros discos «eclécticos» como ‘Fundamental’. Sencillamente, siendo la cara B y haciendo de cara B.
Hay ideas en este disco que no habrían desentonado en ‘Behaviour’ o ‘Very’, en general mejores cuando los autohomenajes no se pasan de frenada. El segundo single ‘Dancing star’ es un torpe remedo de ‘Domino Dancing’, mientras que ‘New London boy’, que recuerda a una mezcla entre ‘Being boring’, ‘What have I done to deserve this’ y ‘West End Girls’, solo se eleva como grabación independiente cuando decide incorporar un saxo como si esto fuera un disco de Bruce Springsteen y la E Street Band.
Ahí y por supuesto en su letra, que nos habla de nuevos y viejos chicos de Londres, recordando los tiempos en que «todo el mundo bailaba a Roxy y Bowie» y a los «hermanos glam». En el presentado como «el gran disco queer de Pet Shop Boys«, Neil Tennant recuerda su llegada a Londres en el 73, con Bowie y T-Rex. Por ahí pueden parecer algo anclados en el pasado, pero al fin y al cabo solo están bromeando: «¿Todo el mundo es gay o me estoy engañando a mí mismo?».