Dice Dan Rothman de London Grammar que ‘The Greatest Love’, su cuarto disco, representa el final de su juventud. Hannah Reid ha sido madre. El trío británico, con un debut que ya ha cumplido su 10º aniversario, se sabe a sí mismo diferente. Y sin embargo, quizá sea más reveladora esa letra de ‘L.A.’ en la que dicen: «los años pueden envejecernos, pero por dentro seguimos siendo los mismos».
Casi demasiado ya. Presumen, medio en broma, medio en serio, de haber contado como colaborador puntual con Pablo Bowman en ‘Santa Fe’… antes de que este escribiera el hit ‘Miracle’ para Ellie Goulding y Calvin Harris. También de haber contado con Jon Hoskins (sic) en ‘Kind of Man’… antes de que este escribiera ‘I Had Some Help‘ con Post Malone. ‘Santa Fe’ es un soplo de aire fresco en este contexto, una especie de cruce entre un beat tímidamente reggaeton y guitarras shoegaze. Y ‘Kind of Man’ atrapa con esa guitarra tan Red Hot Chili Peppers, tan pegadiza como flaca. ¿Por qué no entonces más temas que marquen alguna diferencia?
‘The Greatest Love’ podría explicarse con palabras muy parecidas a las que caracterizaban el anterior largo, ‘Californian Soil‘ (2021). Como en aquel, el mejor tema es una de las pocas colaboraciones con George FitzGerald, el single ‘House’. Se trata de una producción de corte drum&bass en la que Reid establece una serie de reglas para no dejarse manchar de toxicidad nunca más: «Este es mi lugar, mi casa, mis normas», repite el estribillo de un tema que además cuenta con uno de esos puentes ideados para lucir su exquisita voz.
También se repiten las aproximaciones trip hop que nos vuelven a hacer pensar en Massive Attack, y así, las cuerdas hacia el final de ‘You and I’ o las de ‘L.A.’ nos llevan a Craig Armstrong. Encontramos canciones rescatadas de otras eras, como ‘Into Gold’, que al menos despierta de su letargo para entregarse a una burbujeante producción de electrónica; y alguna que George FitzGerald ha arreglado cuando el grupo no sabía que hacer con ella, como ‘Rescue’. De esa indecisión ha terminado saliendo en este caso una demasiado facilona. ¿Tendrá que ver que no paran de hablar de su gira con Coldplay?
London Grammar necesitaban algo más y un poco de tiempo para no repetirse en pistas como ‘Ordinary Love’ o la propia canción titular. Y más composiciones como ‘Fakest Bitch’, una balada fantasmagórica sobre la negatividad con que tenemos que lidiar a diario, con un cambio de melodía precioso, que no sabes si emparenta con Enya o con Marissa Nadler. Ya vamos echando en falta un disco de folk sesentero de London Grammar. O el definitivamente electrónico. Incluso el new-age.