Decía David Lynch, el mayor experto en lo onírico desde Freud, que los «sueños importantes son los que tienes cuando estás despierto». También solía decir que las películas que le gustaban eran las que «dejaban al espectador un espacio para soñar». Mientras varias generaciones crecían teorizando sobre el significado de sus obras maestras en el cine, como ‘Mulholland Drive‘ o ‘Carretera perdida’, él aseguraba que la comprensión del conjunto no tenía más importancia que la habilidad de bucear en cada escena por separado.
David Lynch nos hizo soñar despiertos como nadie más. Esas cortinas rojas y largos pasillos que has visto por todas partes -del Telediario a Instagram- desde que este jueves se conociera su muerte, son los espacios que recorrimos con él, felices de adentrarnos en terrenos desconocidos e inquietantes del mundo, de nuestra propia psique. Lugares abstractos que encontrábamos confortables sin que lo fueran y sin comprender por qué. La etiqueta de «cine de autor» quedaba muy pequeña para alguien que nos hacía descubrir tanto sobre nosotros mismos.
‘Una historia verdadera’ probó que David Lynch podía hacer películas «normales», pero sin duda será recordado por idas de olla como ‘Inland Empire’, su largometraje final, estrenado hace casi 20 años, y para el que el adjetivo «surrealista» no bastaba. No hay más que comprobar cuántas entradas nos presenta la red para la palabra «lynchiano». Más allá aún, cuando las series de televisión se han convertido en la moda de los tiempos que corren, hay que recordar de qué modo el director y guionista revolucionó el género con ‘Twin Peaks’ a finales de los años 80. Solo entonces descubrimos que una serie podía ser una obra de arte mayor que una película.
Para empezar, logró introducir la incógnita de «¿Quién mató a Laura Palmer?» en el vocabulario mundial, tras presentar en aquel capítulo piloto inmenso, digno de ver en bucle, a la protagonista «muerta, envuelta en un plástico». De manera arriesgada hasta lo inverosímil, la serie rehuyó después de ser un «whodunit» al uso, entregándose cada vez más al componente mágico, perdiendo audiencia pero ganando culto. Su base era un guión ambicioso, desafiante e impredecible, así como un elenco colosal de secundarios, tan seductores como grotescos. Soy incapaz de hacer la casa sin recordar a la loca de las cortinas. Pocas series han propiciado que la muerte de hasta su apuntador fuera noticia: hay una página en IMDB que explica cuáles son las 60 personas vinculadas con ‘Twin Peaks’ que ya han fallecido, lo que incluye a Lady Leño, David Bowie, y finalmente al autor de su exitosa banda sonora, Angelo Badalamenti, y de la cantante del Roadhouse, Julee Cruise.
La muerte del maestro de todos es ya demasiado para aquellos que descubrimos la perversión a través de ‘Terciopelo azul’. El consuelo es que su última obra fue de lo más esquinada y enriquecedora. Un triunfo absoluto de la independencia y de la libertad creativa. En un momento en el que las series sobrevivían a base de «cliffhangers», él ofreció una última temporada de ‘Twin Peaks’
inasible, extrañísima, con personajes descolgados como el de Sky Ferreira, al que el espectador estaba invitado a dar significado si lo necesitaba. Pero con tramas potentes, viajes fascinantes entre submundos y capítulos inolvidables como «Part 8» o el final. Obviamente no tuvo el impacto de su primera temporada; tampoco lo buscaba. En su desestructura, es una obra que se puede revisitar en dos o tres vidas venideras. No harás lo mismo con ninguna otra serie que conozcas.No podemos pasar por alto el valor de la música en sus series. Contrató a Angelo Badalamenti porque tuvo que renunciar a que Cocteau Twins aparecieran en ‘Terciopelo azul’. Había llegado a ellos ahondando en el catálogo de 4AD porque la versión de This Mortal Coil del ‘Song to the Siren’ de Tim Buckley le había dejado boquiabierto. El carismático Ivo pidió demasiado dinero por los derechos de reproducción, pero la elección por la banda de Liz Fraser ya denotaba un gusto exquisito. A David le encantaba el dream pop porque tal género podría haber sido bautizado tras sus películas, y como en lo meramente estético, en lo musical los años 50 también fueron su devoción. Él y muchos de sus personajes parecían Elvis; estos casi siempre se llamaban cosas tan pop como Shelly, Donna, Audrey o Bobby.
Además de descubrirnos a Julee Cruise; David Lynch fue el letrista de las canciones de ‘Twin Peaks’, y después sacó sus propios discos. Era evidente la implicación de su propia mano. He sentido tantas veces a David Lynch en los grupos del siglo XXI que a veces he llegado a pensar que sus bandas sonoras estaban siendo más influyentes en nuestros tiempos que los Beatles. Que se lo pregunten a Lana del Rey, The Weeknd, Beach House, Cigarettes After Sex, Lykke Li, Johnny Jewel, Chairlift, Eartheater o a todo el trip-hop, solo por mencionar a algunos. Su impronta está incluso donde no la notas, de Billy Corgan a Nine Inch Nails, como han reconocido ellos mismos. Trent Reznor contó que algunos de sus conciertos a principios de los 90 empezaron tarde, única y exclusivamente para poder ver ‘Twin Peaks’ en directo. En todos los premios que está recibiendo por su trabajo en cine, hay un pedacito de David Lynch.
Siendo así de melómano, como muestra de su humor rehuyendo de aburridas intelectualidades, su personaje en ‘Twin Peaks’, jefazo en el FBI, estaba sordo como una tapia, y gritaba como un gorrino.
Los últimos días de David Lynch serán recordados por esos vídeos absurdos -como no podía ser de otra manera- en que daba el tiempo desde Los Ángeles, subidos a Youtube. Estaba tan enfermo que apenas podía salir a la calle. Ahora esperemos que esté soñando, como a él le gustaba, entregado a un mundo completamente abstracto. Por si David no está en ningún sitio, no olvidéis que no hay nada, de todas formas, como estar soñando despierto.