¿Qué hacer cuando llegas a tu 7º disco? ¿Cómo renovarte después de álbumes como ‘Are We There‘ y ‘Remind Me Tomorrow‘? ¿Qué nuevo ofrecer a tu público? Sharon Van Etten se quitó mucha presión de encima cuando tuvo la idea de invitar a su banda a sumarse al proceso creativo, no solo al estudio o a la gira. Devra Hoff lleva tocando el bajo con ella desde 2018, al baterista Jorge Balbi le conoció a través de un amigo, y a Teeny Lieberson -piano, sintes, guitarras- llegó a través de conocidos de Nueva York. Se hacen llamar Sharon Van Etten & The Attachment Theory y la artista se entusiasmó con el proyecto desde que les salieran las dos primeras composiciones -‘I Can’t Imagine’ y ‘Southern Life’- en tan solo una hora. A partir de entonces se sintió especialmente inspirada.
Las referencias para estos Sharon Van Etten & The Attachment Theory han sido sobre todo británicas. La diversidad de influencias ha dado lugar a un álbum a veces post-punk, a veces más electrónico, pero siempre bastante alejado de lo que suele entenderse por el sonido cantautor. En todos los sentidos estamos ante un disco más de banda, y en concreto una en la que los teclados y los sintetizadores son muy importantes para crear atmósferas. Han tenido en el punto de mira a Joy Division o a Kate Bush, y además la productora Marta Salogni (Björk, Bon Iver, Animal Collective) quiso grabar en The Church, el viejo estudio de Eurythmics -de todas las bandas del mundo, Eurythmics-, porque es su favorito para mezclar texturas electrónicas y analógicas.
Los teclados producen por tanto un efecto lynchiano en muchas de las canciones -recordemos que Sharon Van Etten llegó a actuar en ‘Twin Peaks’-, incluso próximo a proyectos europeos como Stereolab. ‘Southern Life’ está más cerca de «Madchester» que del sur de Estados Unidos, y si hay que hablar de una banda americana de referencia, esa banda solo pueden ser Talking Heads en ‘I Can’t Imagine’.
La labor de grupo ha llevado a Sharon Van Etten a escribir menos textos sobre su vida personal, a pensar en temas más generales y universales, que aparecían en los debates del cuarteto. ‘Afterlife’ está inspirada en una fan llamada Ariel que seguía a la artista por diversos conciertos, pese a estar muy enferma. La chica terminó entablando una amistad con la banda y tristemente falleció. ‘Live Forever’ surgió en cambio tras un estudio sobre cómo revertir el envejecimiento a partir de los 50 años, aplicado a ratones, y que, junto al recuerdo de la película ‘La muerte os sienta tan bien’, llevó a Sharon Van Etten a plantearse si realmente quería ser eterna.
Dos composiciones se plantean si somos capaces de convivir con personas que piensan muy diferente a nosotros: ‘Southern Life’ y ‘Trouble’, la primera arriesgando a lidiar con el odio del sur, y la segunda citando «las burbujas en las que vivimos» y «las mentiras que nos contamos a nosotros mismos». Junto a esas preguntas sobre el devenir del mundo destaca el devenir de las propias grabaciones: el final de la noventera ‘Idiot Box’ es pura gloria, y también lo es el desenlace de la secuencia.
Casi la mitad de las pistas se extiende hasta los 5 o los 6 minutos, llevando a un final de álbum tan predecible como funcional, con esa ‘Fading Beauty’ que efectivamente suena «desvanecida» y esa ‘I Want You Here’ que por supuesto pasa por diversos estados. En este álbum que tanto bebe del mejor underground de los 90 (¡¡esa portada!!), era igualmente obligatorio contar con un contrapunto pop, y si ya ‘Afterlife’ fue una de las mejores canciones de 2024, este año podríamos sumar ‘Indio’, digna de los The Cure más accesibles.