Leiva es uno de los grandes superventas de las listas españolas, como demostró el éxito de ‘Nuclear‘ (2019), que resistió dos años y medio dentro del top 100 de discos más vendidos en nuestro país. Su último trabajo, ‘Cuando te muerdes los labios‘, publicado en 2021, era de colaboraciones, en concreto de colaboraciones femeninas, y ‘Gigante’ es el regreso de Leiva al monólogo interior.
Este monólogo se supone el «más confesional y explícito» de su carrera y, desde luego, Leiva es transparente en ‘Gigante’ examinando sus emociones. Suena sincero cuando dice sentirse «atrapado en los 15», cuando lucha contra su propio autocontrol, cuando recuerda su juventud en el barrio de Alameda, cuando promete que va a «mejorar» después de «deslizarse por su lado más dark».
El valor de las letras de Leiva reside en su costumbrismo poético. No extraña que un estribillo como «todo tiene luz de probador, ya no me reconozco», de ‘Caída libre‘ con Robe, se haya colado en el top 10 de singles en España. Y solo Leiva podría firmar una rima como «todo el mundo sabe que soy tuerto, que desnudo parezco un insecto» en una canción que acaba con Aurora García marcándose un buen góspel.
Porque ‘Gigante’ vuelve a ser un álbum tremendamente referencial, devoto incluso, de las influencias de Leiva, a veces demasiado. El truco es que Leiva imita bien y escribe buenas canciones. Pero no puedo sino dar la razón a mi antiguo compañero Raúl Guillén cuando afirmaba que las canciones de José Miguel Conejo Torres son más «eficaces que efectistas». Funcionan supeditadas a sus influencias, pero no son especialmente brillantes ni reveladoras. Al menos, no en el plano musical.
La propuesta musical de Leiva elude el riesgo, pero a su favor hay que decir que está cuidada y mimada. Su estudio del blues-rock añejo en ‘Ácido’, del britpop teñido de góspel en ‘El polvo de los días raros’, del Heartland rock en ‘Cometas y estrellas’, de la balada sabinesca en ‘Ángulo muerto’, del pop-rock de los 80 en ‘Bajo la presión’ e incluso el pop-rock español en ‘Leivinha’, que parece de Rosana, es sincero, está bien hecho y se ocupa de que cada canción del disco proponga un estilo, aunque algunas luzcan más que otras.
Porque, aunque Leiva es un escritor capaz de sostener cada canción en el aspecto compositivo, no todas las pistas de ‘Gigante’ dejan la misma huella. Las mejores superan sus influencias, porque da igual que ‘Gigante’ beba de Primal Scream y de Oasis como si se le fuera la vida en ello, que la intro de ‘Ácido’ sea prácticamente un plagio de Queen o que ‘Shock y Adrenalina’ tome inspiración muy obvia de la Velvet Underground porque entre las tres suman muy buenos estribillos. Y de eso Leiva sabe.
Pero a Leiva nutrirse del pasado no siempre le da los resultados esperados. ‘Nueva Misión’ no es exactamente ese pop-soul a lo ‘Stay with Me‘ al que parece aspirar. Más delito tiene ‘Cuarenta Mil’ aunque en su defensa hay que decir que escribir una canción igual de buena que ‘Dancing in the Moonlight’ no es tarea fácil. Y el sabor de ‘Gigante’ termina siendo demasiado familiar, como ese homenaje al ‘Barrio’ de Leiva lleno de referencias a los raperos y a los punkis.
Aunque a favor de Leiva vuelve a jugar su experiencia, y él sabe rematar ‘Gigante’ incluyendo una sorpresa, la garajera ‘Cortar por la línea de puntos’, que destaca en el repertorio porque es la única de su estilo entre las 14 pistas; y cerrando con una pieza irresistiblemente dulce, una balada beatlesca llamada, sin embargo, ‘Nevermind’. Todo está en su sitio.