Aseverar que ‘Got To Have Love‘ es el mejor single de Pulp en 27 años, es decir, el mejor desde ‘This Is Hardcore’ (la canción), puede ser un poco facilongo. ‘More’ es su primer álbum en 24 años. Pero es que era muy complicado volver a generar el entusiasmo de los mejores clásicos de la banda de Jarvis Cocker. De haber salido en los 90, ‘Got to Have Love’ habría sido inequívocamente top 10 en UK. Como ‘Common People’, ‘Disco 2000’, ‘Help the Aged’ o ‘Something Changed’. Al menos, este álbum tiene ya el número 1 en las islas garantizado.
Pulp se caracterizaron por componer aquellos coloridos himnos de tal ironía y mordacidad, que en ocasiones era difícil dar con su significado último. Este nuevo temazo inmerso en northern soul celebra el amor, lo abraza como alguien obsesionado con los dobles sentidos no se había podido permitir hasta ahora. Eso sí, las cosas en ‘More’ son mucho más complejas. Este no es el disco feliz de Pulp, en absoluto. A lo sumo es el que busca serlo.
La canción que sucede a ‘Got to Have Love’ en la secuencia ya deja un mensaje menos optimista. Con cierto aire a Phil Spector y una melodía preciosa, ‘Background Noise’ dice que «el amor se convierte en ruido de fondo / como el zumbido en los oídos / como el ruido de una nevera / solo te das cuenta cuando se va». A través de letras cuidadosamente construidas, ‘More’ plantea una búsqueda de la identidad en la madurez y de la positividad, aunque las condiciones no inciten a esto último.
‘Grown Ups’ asegura que es «muy duro comportarse como un adulto». En esta canción, marcada por firmes golpes de guitarra a lo Iggy Pop, Jarvis sueña que va a un nuevo planeta descubierto por un gran telescopio. Viaja a él, pero cuando llega allí lo que hace es mirar de vuelta al planeta del que venía, y encima se queda sin gasolina para volver. Cocker está describiendo ni más ni menos que la frustración que supone llegar a la vida adulta, ese no ser feliz ni aquí ni allá.
Frustración que también se manifiesta a través del sexo. ‘My Sex’, una canción que ha mosqueado a la mujer de Jarvis, deja un sinfín de frases tan obvias como misteriosas, de «mi sexo no deja nada a la imaginación» a «ni siquiera tengo género», pasando por «mi sexo es difícil de explicar». Los personajes tipo «Deborah» no podían faltar y hay un tema dedicado a ‘Tina’, alguien a quien conocimos hace 14 años pero con quien no llegamos a intimar. La canción recuerda «la noche en que casi hablamos». Favoreciendo la continuidad del álbum, la pista siguiente, que es ‘Grown Ups’, contradice: «olvídate de Tina», como diciendo «espabila, pasa página». «La vida es demasiado corta para beber un mal vino», dice la misma pista.
Efectivamente estamos ante un álbum de letras profundas en las que sumergirnos, y cuya conclusión podríamos encontrar al final de ‘Farmers Market’ cuando Jarvis repite «¿no es momento de empezar a vivir? ¿no es momento de empezar a sentir?». Pero la cuidada lírica no implica que la música bajo la producción del omnipresente James Ford sea baladí. Que el mejor tema esté tan marcado, quizá demasiado, no conlleva que la guitarra de ‘Spike Island’ no atrape -con su hilarante referencia a un mal concierto de Stone Roses-. Las cuerdas en ‘Tina’, el aire jazz de ‘Farmers Market’, la inspiración en el mejor Bowie de ‘Partial Eclipse’, el modo en que se van montando poco a poco los arreglos de ‘The Hymn of the North’ con Chilly Gonzalez, y los pizzicatos y el góspel de ‘A Sunset’ construyen un gran disco de Pulp. No un disco de Pulp por el que sea buena idea empezar (no es ‘The Next Day‘) pero sí uno que analiza la madurez sin lugares comunes (y sin aburrir a las vacas).