Aunque ya había llamado la atención en el circuito festivalero con sus dos primeras películas, ‘Todos vosotros sois capitanes’ (2010) y ‘Mimosas’ (2016), ambas estrenadas (y premiadas) en Cannes, fue con ‘Lo que arde’ (2019) cuando Oliver Laxe se reveló como un cineasta superlativo, capaz de conjugar una inquebrantable vocación autoral con la habilidad de conectar con públicos cinéfilos más amplios.
‘Lo que arde’ fue nuevamente premiada en Cannes (en la sección Un Certain Regard, la segunda en importancia), triunfó en taquilla (más de 100.000 espectadores solo en España, una cifra notable para un filme de sus características) y compitió en los Goya como mejor película. Fue durante la promoción de estos premios cuando conoció a Pedro Almodóvar, que estaba nominado (y acabaría ganando) con ‘Dolor y gloria’ (2019).
Siempre atento al surgimiento de cineastas emergentes, desde los inicios de Álex de la Iglesia (‘Acción mutante’) o Lucrecia Martel (‘La niña santa’), Almodóvar no ha dudado en producir la nueva película de Laxe. Ha sido el espaldarazo financiero y promocional que necesitaba: sección oficial en Cannes, premio del Jurado y ventas en todo el mundo (la ha adquirido Neon para Norteamérica, la distribuidora de otros éxitos del festival como ‘Anora’ o ‘Anatomía de una caída’).
Y no es de extrañar. ‘Sirat’ es, sin duda, una de las películas europeas del año. Laxe vuelve a demostrar (basta recordar el impresionante inicio de ‘Lo que arde’) que es un creador superdotado para construir imágenes de gran impacto estético y poético. Su nueva película está plagada de secuencias de una potencia audiovisual arrolladora, escenas enormemente hipnóticas, sensuales y con voluntad de trascendencia (no hace falta decir que es un filme para ver en la mejor sala de cine que se pueda).
A ello contribuye el trabajo del premiado director de fotografía Mauro Herce y, especialmente, la banda sonora del músico francés Kangding Ray, elemento fundamental en la película. ‘Sirat’ describe la subcultura rave con la intensidad de un punkarra abrazando un altavoz en pleno éxtasis dionisíaco: sin máscaras, sin filtros, sin juicios; como un ritual escapista, comunitario y terapéutico, “como si el mundo no se fuera a acabar”, que cantaba Zahara en ‘berlin U5’, cuyo espíritu tiene más de un punto de contacto con el que sobrevuela toda la película.
Pero más allá de la extraordinaria experiencia sensorial que supone su visionado, algo habitual en el cine de Laxe, lo que más sorprende de esta película es su dimensión narrativa. ‘Sirat’ es esencialmente un filme de aventuras: la epopeya física y metafísica de un grupo de viajeros que se ven obligados a tomar un peligroso desvío para llegar a su destino. Una mezcla chamánica de western crepuscular, road movie mística y relato de suspense bélico, con ‘Carga maldita’ (‘Sorcerer’, 1977), de William Friedkin, como principal referente. Parafraseando el significado de la palabra “sirat”: un viaje interior desde el infierno -ese que puede abrirse en nuestras vidas cuando menos lo esperas- hacia el paraíso, hacia la sanación.