Música

The Flaming Lips llenan Kalorama de psicodelia, robots y espectacularidad

Para muchos, ‘The Soft Bulletin’ es la verdadera obra maestra de The Flaming Lips. Sin embargo, es difícil imaginar qué habría sido de ellos sin ‘Yoshimi Battles The Pink Robots’, su particular blockbuster discográfico y el protagonista absoluto de su espectacular concierto en Kalorama.

Desde luego, Wayne Coyne y los suyos saben cómo empezar un show. El frontman aparece en el escenario con una enorme bola azul de plástico, de esas que tanto gustan al público festivalero, e inmediatamente anima a la gente a hacer todo el ruido que puedan: “¡Vamos, vamos, vamos! ¡Tenéis que gritar!”, con lo cual se comprometería durante todo el concierto. Ocasionalmente, él mismo soltaba un par de gritos para que le imitásemos. Un poco más y se queda afónico. También queda claro desde el principio el tremendo despliegue de medios que habían preparado los estadounidenses.

Cuatro enormes robots hinchables y mucho confeti (sí, en la primera canción) acompañaron la interpretación de ‘Fight Test’. Está claro que la banda, y en especial Coyne, que no paró de sonreír durante todo el set, le tiene un grandísimo cariño al disco. Todo estaba preparado para hacerte sentir que estabas presenciando algo sumamente especial. Entre el público, fanáticos y curiosos por igual. Este inicio estaba ideado para que los presentes se encargasen de cantar el estribillo, pero no funcionó demasiado bien, incluso con las letras proyectadas en la pantalla. Unas horas después, y con un público mucho menor, Alizzz demostraría que eso nunca es un problema para él.

Sergio Albert.

The Flaming Lips no tomaron atajos y optaron por ser totalmente fieles a la grabación original, con todos los detalles robóticos y frikadas sónicas incluidas. Igual que el LP, el concierto también estaba construido como un universo propio. Uno lleno de vivos colores, láseres del espacio y un mimo especial para cada canción. Destacaron la narcótica bola de discoteca que apareció en ‘Are You a Hypnotist??’ y la simulación de guerra total que significó la segunda parte de ‘Yoshimi Battles The Pink Robots’, con Coyne disparando su pistola de confeti y guirnaldas al aire.

Los robots volvieron para la canción titular. El karaoke sí que funcionó con esta, resultando en una sección totalmente mágica, pero no en lo mejor del show. The Flaming Lips saben cuáles son los temas más conocidos del disco, y por eso le dedicaron más tiempo a ‘Do You Realize??’. “Espero que no vayáis al baño o a pillar algo para beber, porque quiero que estéis aquí con las personas que amáis y con este arcoíris hinchable”, comentó Coyne. Fue un momento de armonía festivalera capaz de provocar escalofríos a un maniquí.

El final del disco, con el detallito del confeti en forma de robot rosa, fue totalmente satisfactorio. Sin embargo, no tanto como la traca final al son de ‘Pompeii Am Gotterdammerung’ y ‘Race for the Prize’. Esta última, con unos simpáticos alienígenas invadiendo el escenario en el último minuto. La espectacularidad del concierto se consolidó con la aparición de unos globos que rezaban lo que todos pensábamos: “FUCK YEAH KALORAMA MADRID”. El público ya se encargó de repartirse las letras entre ellos.

Hay que hacer una mención especial a las personas que se encargaban de menear los monigotes y, sobre todo, de inflarlos y volverlos a recoger varias veces durante el set. Con lo que cuesta a veces guardar una de esas tiendas de campaña que se arman solas, no me quiero ni imaginar lo mismo con un hinchable de 3 metros de altura.

Menos aparatoso fue el recital instrumental de BADBADNOTGOOD, que daban su primer concierto en Madrid. A eso de las 20h, a medida que el cielo se llenaba progresivamente de nubes cada vez más oscuras, se me vino a la cabeza el diluvio que sucedió en la pasada edición de Kalorama

, celebrada en IFEMA. En la Caja Mágica, el festival adquiere una dimensión más reducida, permitiendo admirar muy de cerca conciertos como el de los canadienses. Además, es un show construido totalmente para eso. No es jazz puro, sino algo más cercano a una jam de funk, rock y soul que no admite descanso. Entre los múltiples pasajes temáticos, homenajearon a distintas leyendas de la música fallecidas recientemente. Así, convirtieron la melodía de ‘Family Affair’ de Sly & The Family Stone en un pegadizo riff de guitarra y dijeron adiós a la amenaza de lluvia con la interpretación de ‘Everybody Loves The Sunshine’ de Roy Ayers. Faltó el guiño a Brian Wilson.
Sergio Albert

Una de las coincidencias de los artistas programas en la primera jornada de Kalorama fue la presencia de grandes bandas. Jorja Smith, con todo un elenco de baterías, teclados, bajo, guitarra y coristas, no se quedó atrás. La cantante británica era uno de los nombres más esperados y demostró por qué sin ningún tipo de esfuerzo visible, lo cual creo que añade más mérito al asunto. La única pega que se le puede poner es que se habría agradecido que su voz estuviese un pelín más presente en la mezcla. Aun así, esta es delicada de por sí. La británica tiene una forma tan suave de hablar que cuesta entender lo que dice. Su presencia, que había sido algo estática en previas ocasiones, era disfrutona. No paró de bailar durante el fiestón de ‘The Way I Love You’ y jugó con los cánticos del público durante ‘Teenage Fantasy’.

El de Jorja fue un concierto que empezó discreto, pero que terminó haciéndonos bailar a todos. Canciones como ‘Try Me’ o ‘Blue Lights’ abundaban en la primera parte del set como un relajado aperitivo antes de temazos como ‘Be Honest’ o ‘Come Over’. Como en los mejores conciertos, el set fue de menos a más. Aunque Smith era el centro indiscutible del show, los coristas también cobraban protagonismo en algunas secciones. Por otro lado, los momentos a capella, que no fueron tantos como me habría gustado, pararon el tiempo en el recinto madrileño.

Después del buen rollo de Jorja Smith, llegó la disociación de Father John Misty. En un elegante traje y luciendo una frondosa barba, el cantautor estadounidense sale al escenario pequeño con una actitud de «sí, soy yo, qué pereza me da la vida», pero en el mejor de los sentidos. Es justo lo que cualquiera que conozca su música esperaría de él. Lo que quizás no era tan obvio es la caña que puede dar Misty en el escenario. El show comienza de repente con ‘I Guess Time Just Makes Fool of Us All’. No hay orquesta, como en su último y magistral disco, pero lo suple a la perfección con una banda de 7 músicos. De hecho, consigue que suene totalmente fiel a la versión de estudio. Ya desde estos primeros momentos se intuye que el show de Josh Tillman va a ser uno memorable.

Sergio Albert

El impresionante muro de sonido de la banda se hace evidente en ‘Mental Health’ y ‘Screamland’, que de alguna manera suenan incluso más redondas que en su versión grabada. «Vamos a subir el ritmo, pero primero tenemos que tocar algunas de desesperación», suelta el artista. No dio tiempo a muchas canciones, porque todas eran bastante largas. Con ‘Mahashmashana’, por otro lado, experimenté los 10 minutos más cortos de mi vida. Recrear esa canción sin una orquesta detrás es una tarea mayúscula y el padre John Misty lo consiguió con creces en una de las mejores demostraciones de poderío sónico que he disfrutado en un festival.

Josh Tillman se mueve más de lo que esperaba. Excéntrico, imprevisible y con un repertorio de gestos inacabable, en muchas ocasiones este parecía más un mago que un frontman. No llega a bailar, pero sí se mueve de forma muy cool. Durante ‘She Cleans Up’, la cual sintió con todos los huesos de su cuerpo, recuerda a Mick Jagger. Interpreta sus canciones sin una seriedad exagerada, como siendo consciente de la pretenciosidad de sus letras e intentando rebajarla. De vez en cuando, incluso las representa, como cuando se mira las manos en el mal viaje de ‘Josh Tillman and The Accidental Dose’ o cuando siente el fatal golpe del amor en ‘I Love You, Honeybear’, que ejemplifica balanceándose aturdido por el escenario con el atril en la mano.

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Publicado por
Gabriel Carey