La figura de la femme fatale es esencial para entender el siglo XX. Hay mucho detrás de ese arquetipo tan habitual en las ficciones de los años 40 y 50. Era el indicativo de que la sociedad salía poco a poco del conservadurismo y despertaba a la libertad de expresión de una sexualidad hasta entonces reprimida. Las femme fatales estaban solteras, eran perversas, fumaban, bebían y se pavoneaban conscientes de su poder de seducción para manipular a los hombres a su antojo. La visión superficial y machista de la sociedad de la época hacía que fueran vistas como villanas, capaces de destrozar familias y llevar a un “hombre de honor” por el mal camino. El tiempo las ha puesto en su lugar, ya que realmente no eran más que víctimas de un asfixiante sistema patriarcal. Eran mujeres valientes que se atrevían a desafiar las convenciones, exponiéndose al desprecio público para poder vivir a su manera.
En su noveno álbum, Mon Laferte se convierte en una de ellas y les rinde homenaje en un acercamiento sincero e impregnado de la pasión desgarrada que la caracteriza. En verano, la artista interpretó a Sally Bowles en el nuevo montaje de ‘Cabaret’ en Ciudad de México, y parece inevitable pensar que este proyecto y su preparación para el papel van de la mano. ‘Femme Fatale’ se abre con la canción homónima, un número teatral, con el piano y la voz de la artista al frente, que sirve como comienzo al espectáculo donde se pide “una gran ovación for the femme fatale”.
‘Mi hombre’ sorprende porque comienza con la voz tuneada de la cantante en contraposición al clasicismo sonoro de la producción, aunque no tarda en desprenderse del efecto, como si fuese una especie de aviso de contemporaneidad. De forma similar, la fantástica y emocionante ‘Veracruz’ juega con el autotune y ligeros toques electrónicos que son tan arriesgados como eficaces, aportando un tono de melancolía que añade matices a la atmósfera oscura de un misterioso club de jazz. La canción, adornada con una exquisita sección de vientos, se detiene en el recuerdo de un gran amor, el mismo al que Laferte escribió ‘Tu falta de querer’.
El derroche de intensidad emocional inunda al completo el proyecto, pero se hace aún más latente en canciones como la potentísima ‘Otra noche de llorar’, una balada donde la cantante exhibe su portentosa voz en un estribillo que es puro desgarro. También lo es el de ‘El gran señor’, una producción épica y orquestal en la que describe una relación tóxica con un hombre; o el de ‘Melancolía’, que alcanza grandes alturas con sus melódicos violines.
La femme fatale de Mon Laferte se muestra siempre con los sentimientos a flor de piel, pero no impide que en su poesía cruda encuentre momentos de cierto humor. ‘La tirana’ con Nathy Peluso es un extraordinario bolero donde dos amigas cuentan sus problemas amorosos. Las voces de ambas se entrelazan mientras recitan frases que hacen esbozar una sonrisa como “amiga, no hay hombre que se atreva / esa es nuestra condena”. Todo ello bañado en una atmósfera melodramática e irresistible.
Otra gran colaboración es ‘Esto es amor’ junto a Conociendo Rusia, un dúo romántico construido sobre una melodía preciosa y elegante. Menos vistosa pero igualmente admirable es ‘My One And Only Love’, con dos de las cantautoras mexicanas más importantes del momento, Natalia Lafourcade y Silvana Estrada, en la que destacan las armonías vocales de las tres artistas.
El proyecto termina con ‘Vida normal’, un tema sobre las inseguridades que surgen al hacerse mayor y la búsqueda de la felicidad en lo cotidiano, donde la artista se despide de su alter ego: “Atrás quedó la drama queen, la femme fatale / voy a dejar de fumar, de peso voy a bajar / Seré la mejor mamá”.
‘Femme Fatale’ se desmarca de los extraños volantazos estilísticos de ‘Autopoiética’ (2023) para devolvernos a una Mon Laferte más clásica pero igual de interesante. Quizá incluso más. El álbum puede interpretarse como una especie de estudio de personaje, donde la chilena vierte sus experiencias y sentimientos con una intensidad que desarma. Aquí hay espacio para todo: amor, desamor, celos, pasión, sexo, tristeza, melancolía y cotidianidad. Así es la vida de una auténtica showgirl.
