En estos tiempos de anticipación, sobreinformación y entradas de conciertos a 18 meses vista, me entero de que Lucas Bolaño, Estrella Fugaz, ha sacado disco nuevo porque lo veo en una de mis tiendas habituales. Ningún anuncio, ningún aviso, nada: sorpresa total. Ojo, que lo mismo me ha ocurrido con Linda Mirada.
Sin muchas alharacas, pues, Lucas ha regresado, acompañado por Javier Carrasco aka Betacam a los sintetizadores y Ricardo Ramos a la batería. ‘Una casa espacial’ es un disco más sobrio que ‘Luminosa’, no incluye alguna de las flipadas que llenaban el disco (coros extraños, maullidos). Y si allí había bastante indietrónica, aquí desborda. El espíritu de The Notwist se apodera de casi todo: no solo se les nombra, sino que musicalmente las canciones remiten mucho a ‘Neon Golden’, disco que, por cierto, aparece en la fantástica portada, obra de Álvaro Martínez Bueno, cantante de Templeton y dibujante de cómic en DC (suya es ‘The Nice House on the Lake’).
El álbum gira, como siempre, sobre la vida y sobre la música de Lucas Bolaño. El título refleja su universo cotidiano, simbolizado en el dibujo infantil que ilustra la portada de su single ‘Estrella Fugaz’ (2019) que representa, eso: una casa espacial. Un universo algo más triste esta vez. Me tengo que enterar, también de rebote, de que este es un disco sobre rupturas, según explicaba Lucas a Europa Press, Sin embargo, la canción inicial, ‘Olivia’, no suena a ruptura. Más bien a crisis superada. Es pura reafirmación, es un refugio en las cosas cotidianas: “Se nos rompió una puerta, abrimos otra”. Es una canción tan tenue como hermosa, que no se eleva hasta el final: hay un pequeño homenaje al reprise de ‘Computer Love’ (1981) y a Kraftwerk en general: “Por la autobahn, no se está tan mal cantando”.
Sin embargo, la crisis gorda sí que aparece en ‘Una calavera y un corazón’: “No nos queremos igual, pero nos queremos fuertes”. Aunque al final parece que hay un rayo de esperanza. Como ‘Olivia’, es una canción muy indietrónica. Hay algo muy emocionante en ese aferrarse en repeticiones y bucles, sin nunca perder los nervios, sin subir la voz. Quizás la única canción que difiere de este ambiente melancólico es ‘Superpoderes’: si suena al Fernando Alfaro
más animado, pues se invita a Fernando Alfaro a cantarla.‘Estás tocando fondo’ es el retrato de la depresión, de ir sin rumbo, de la auto-recriminación, entre brumas de pop sintético y cierta desesperación (“escuchas discos de Notwist que te recuerdan a ti”). ‘Hoy ha muerto João Gilberto’, es otro meta-tema, sobre el arte (y el agobio) de hacer canciones, con bien de “clics” y “clacs” y referencias al affaire Lana del Rey (“no fue divertido”, canta Lucas). La cara A cierra hermosa y frágil con ‘Dos partículas’ y el saxo de Manu Mendoza.
Pero si en la cara A se vislumbra cierta esperanza, en la cara B se instala una asunción resignada de la derrota. Una no devastadora quizás, una que el tiempo curará, sin duda. Pero jodida igual, aunque Lucas se queje bajito. En ‘Vulcana’, la pieza más animada, es paradójicamente la que mejor refleja un proceso de separación. También es bonito escuchar a Miren Iza, Tulsa, en ‘Una casa espacial dibujada en un A4’, un reggae de juguete. Piezas que empiezan menores como ‘Huele a saliva el micrófono’, acaban elevándose: se va por derroteros free jazz, entre saxos, y deja en el aire una sensación de fracaso: “No hay notas en el calendario, se canceló el lanzamiento’.
Lucas Bolaño, Estrella Fugaz, continúa mostrando todo su universo, sus miserias, sus pequeñas (o grandes) derrotas. ‘Una casa espacial dibujada en un A4’ es un disco triste. Pero, como suele suceder con la música de Estrella Fugaz, también es paradójicamente reconfortante. Y luminoso.