Discos

Mavis Staples / Sad and Beautiful World

Leer en algunos sitios cómo describían este álbum como otro “disco de versiones” de Mavis Staples me ha hecho sonreír. Hasta ese punto hemos debido perder la noción de esa última generación de artistas/intérpretes que no componían su material, simplemente interpretaban estándares o canciones de otros autores contemporáneos, aportando su estilo, su punto de vista, su magia. Es algo que Mavis lleva haciendo desde los 11 años, primero con su grupo familiar de gospel los Staple Singers, más tarde compaginando algunos proyectos por su cuenta (como su excelente debut para el sello Volt en 1969) y al término de la banda intentando lanzarse en solitario producida por un gran fan suyo llamado Prince (que le produjo dos álbumes en 1989 y 1993).

Pero tendría que llegar el año 2004 para que su obra en solitario tomase su forma definitiva; con 65 años, aunque parezca mentira. Más alucinante todavía es pensar que ese debut infantil al que aludíamos ocurrió en 1950, lo cual significa que ha sido parte de la historia de la música desde antes del nacimiento del rock and roll o del pop. O dicho de otro modo, esta es su octava década en una carrera que suma 75 años.

Por eso el hecho de que este disco cante a la belleza pero especialmente a la tristeza de lo que está mal en el mundo es tan emotivo y a la vez tan pertinente: lo interpreta alguien que vivió desde niña el sufrimiento de la comunidad afroamericana, participó muy activamente en la lucha por los derechos civiles de joven adulta junto a Martin Luther King, sabe bien lo que es el dolor de la injusticia, y se encuentra en pleno 2025 con un panorama en el mundo —pero particularmente en su país— ciertamente desolador, en un indiscutible retroceso en cuanto a libertades e igualdad social y racial.

¿Cómo debe ser vivir eso a tus 86 años? Pues este disco lo ilustra con claridad: buscando la belleza entre las ruinas de la desesperación. Usando unas gotas de rabia, cantando a la dignidad desde la poesía. Teniendo fe. Una de las claves del triunfo artístico que supone este ‘Sad and Beautiful World’ es lo cuidadosamente que se ha escogido el repertorio: canciones que reflejan perfectamente todos esos sentimientos, cada una con sus matices y sutilezas.

‘Chicago’ abre fuego con un trepidante ritmo que no se repetirá, en una composición de Tom Waits y Kathleen Brennan que permite a Staples rememorar a esa generación negra que emigró al norte en busca de una vida mejor. Esperanza, pero incertidumbre (“Quizá todo sea mejor en Chicago / dejamos atrás lo único que conocemos por un lugar que no hemos visto nunca”).

Pronto llega una de las piezas centrales del disco: Kevin Morby escribió ‘Beautiful Strangers’ en 2016 para recaudar fondos a favor del control de las armas de fuego en EE.UU., y en ella trataba de retratar “los hermosos rostros de la gente inocente cuya vida un día fue arrebatada”. Oyendo la versión de Mavis nueve años después parecería que fue compuesta expresamente para ella. En su versión el ritmo es más cadencioso, su voz canta sutil y sabia, acompañada por una instrumentación perfecta, no intrusiva. Es el gran acierto a lo largo y ancho de este álbum de su productor Brad Cook: no molestar, dejar espacio para la voz. Baterías en tercer plano, sin platos, dejando sonar prácticamente solo la caja, lo que produciendo un efecto sobrio pero curiosamente emocionante, cálido. Cuando Staples canta “If you ever hear that gunshot (…) / Say a prayer / Think of mother” o menciona al pobre Freddie Gray diciendo “Sleep easy / Like baby Jesus” la emoción al escucharlo se reparte entre belleza amarga y pura tristeza.

Con parecido acierto, tampoco Cook permite a los ilustres invitados del mundo indie (facción Americana) ser muy protagonistas. La guitarra de MJ Lenderman en la pieza anterior o la intervención de Jeff y Spencer Tweedy en la otra gran canción de la cara A (‘Hard Times’), son acompañamientos correctos y con gusto, pero siempre a medida de la canción y la intérprete. Tan solo se tolera cierto espacio para el destello a los veteranos, en forma de ‘licks’ de guitarra slide a cargo de Buddy Guy y de Bonnie Raitt en las piezas que abren y cierran el álbum.

‘Hard Times’ es, como decía, el otro hito de la primera mitad. No porque ‘Human Mind’ o el ‘Sad and Beautiful World’ de Mark Linkous (Sparklehorse) desmerezcan. Los pianos y vientos de ’Human Mind’ en especial hacen flotar excelsamente la voz de Mavis cuando canta ese esperanzado “Dios bendiga la mente humana / ¿Quién soñaría tan dulce diseño? / Incluso en la actualidad encuentro (…) / Algo bueno en ella” pero también ese horrorizado (y desgraciadamente familiar) “Colinas ardiendo / Niños asesinados por las máquinas de la guerra”. Pero es que la composición sobre los “tiempos duros” de la gran Gillian Welch llega mucho más lejos. Mavis y su banda elevan bellísimamente la sencillez de la original (guitarra, banjo, voz) a una interpretación de gospel-soul majestuosa y contenida, embellecida por el órgano de Tim Cook de Hiss Golden Messenger, de nuevo reconociendo la desgracia pero llamando a la resiliencia, a tomar el timón: “Este es un mundo miserable (…) y sorbemos lágrimas y sorbemos vino (…) pero vamos, chicos de Asheville, haced sonar vuestra vieja música y patead el suelo (…) Porque los tiempos duros no van a gobernar mi mente / Ya no van a hacerlo”.

Los tesoros continúan en la cara B: la hermosa ‘Godspeed’ de Frank Ocean es curiosamente más contenida y menos gospel que la original, la interpretación en clave de folk acústico del impresionante ‘We Got to Have Peace’ de un viejo amigo de Mavis, Curtis Mayfield, es emocionantísima, y el ‘Anthem’ de Leonard Cohen remueve mucho el alma con sus ya legendarios versos “Toca las campanas que todavía suenen / Olvida tu ofrenda perfecta / Hay una grieta, una grieta en todas las cosas / Así es como entra la luz”. Tres autores completamente diferentes, cuyas composiciones Mavis y su contralto solemne —muy levemente agrietado— acoge con pasmosa naturalidad.

Incluso cuando llega uno de los estándares de country más legendarios, ‘Satisfied Mind’, Mavis se encuentra como pez en el agua rodeada de guitarras pedal steel, demostrando —como ya hizo su padre Pops Staples— que las fronteras entre distintas músicas del sur de los EE.UU., negras y blancas, es mucho más fina de lo que puede parecer. A la vez, el viejo canto contra el materialismo “La persona más adinerada es pobre en ocasiones / Comparada con el hombre con una mente satisfecha” sigue igual de vigente que en 1954, en estos tiempos de turbocapitalismo y hombres ricos haciendo el mal. A los coros, un discretísimo Justin Vernon, exactamente igual que Katie ‘Waxahatchee’ Crutchfield en el cierre de ‘Everybody Needs Love’.

Aunque suene obvio tratándose de una artista que empezó haciendo gospel, la fe de Mavis Staples recubre de forma discreta pero firme la mayor parte de ‘Sad and Beautiful World’ (y en mágica confluencia espiritual en el año de ‘LUX’). Es algo que de resulta evidente en su manera de cantar estas canciones de belleza y tristeza, en lo que su voz transmite de miedo y turbulencia pero también de esperanza. El disco suena casi en clave de oración, como se percibe en el efecto reconfortante, trascendente casi, que produce su escucha.

Son más de veinte años —e increíblemente ocho discos— desde la segunda vida discográfica y artística de Mavis. Y aunque parezca mentira, este álbum prueba que sigue quedando margen para que su gusto e inspiración continúen creciendo exponencialmente: cada nuevo disco parece destilar todavía más esencialmente lo que Mavis quiere expresar, cada vez lo hace de manera más sutil, directa y trascendente. Es un disco que late al son de estos tiempos turbulentos en todo el mundo, pero en particular en ese país tan complejo y enfermo llamado EE.UU. Con mucha belleza pero firmemente, Mavis llama a llorar las penas pero también a actuar, a través de lo único que podría cambiarlo todo: el amor. Como canta en la última canción, “podemos soñar contemplando los rayos de la luna / y mandar deseos a las estrellas / y llorar cuando se pone el sol / Pero por encima de todos esos milagros de ahí arriba, buena gente, tenemos amor”.

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Publicado por
Jaime Cristóbal