Maria Rodés es una de las grandes conceptualistas del pop de autor actual, sobre todo desde que en 2020 explorara en su obra maestra ‘Lilith‘ el trasfondo patriarcal de la palabra “bruja”, o incluso antes, cuando investigó en ‘Maria Canta Copla‘ el repertorio clásico de la copla en un álbum que se adelantó al actual revisionismo del folclore patrio.
‘Lo que me pasa’, octavo disco de Rodés y segundo consecutivo en Elefant, es en apariencia su obra más pop y contemporánea, al explorar diferentes fusiones con la electrónica, la música latina o el dream-pop. Casualmente, también es el álbum más colaborativo de la catalana: más de la mitad de las pistas cuentan con artistas invitados, desde Rosario la Tremendita hasta La Bien Querida o Soleá Morente.
Sin embargo, el núcleo de ‘Lo que me pasa’ vuelve a ser insólito. Esta vez, Rodés parte de la autoficción para explorar las fases de un enamoramiento malsano, adentrándose en el concepto del síndrome eroticomaníaco, durante el cual una persona está convencida de que otra la ama. Rodés se ha inspirado en el caso de Lídia de Cadaqués, una pescadora de finales del siglo XIX que creía que un escritor comunicaba su amor por ella de manera velada a través de sus escritos.
Cada pista de ‘Lo que me pasa’ narra una fase distinta: del enamoramiento profundo en ‘Hechizo’, con Delafé, que “hipnotiza” como una canción de Julee Cruise -para después rendirse al reguetón-, hasta la disipación de cualquier delirio en el doo-wop electrificado de ‘Malo’, donde el objeto de deseo ya no es idealizado, sino visto desde la realidad: “sucio y vago, vas de bueno pero eres malo”.
Salvo algún caso en que la canción parece producida en exceso (‘Pienso en ti’), Rodés sale airosa de sus indagaciones estilísticas, que, tal y como ha explicado en entrevistas, surgen de la necesidad creativa de no aburrirse. ‘Chico bueno‘, con BRONQUIO, es una de las mejores bachatas modernas recientes; el vals electrónico de ‘Andan sueltas las flores’, con Laaza, hipnotiza con sus chops vocales; y ‘Te amé’ es una de las producciones más arriesgadas, al poner a Soleá Morente a cantar el estribillo sobre un beat de dancehall, mientras la ambientación se vuelve fantasmagórica.
Mientras ‘El parque’, con La Bien Querida, destaca por su fusión de sintetizadores y guitarras -no tantas canciones actuales quieren sonar a Hot Chip- y por la original subjetividad de su narradora, una madre “mirando ausente en el parque” mientras piensa en el amor, ‘Lo que me pasa’ no huye de la feliz convención en sus dos simpáticas rumbas flamencas, ‘Lo que me pasa’ y ‘Otro amor’.
La razón por la que todas estas canciones funcionan es que la firma autoral de Rodés está impresa en todas ellas, resultando inconfundibles respecto a otras propuestas. Sus melodías tienen un punto sincero y naíf, y su voz es el vehículo idóneo para transmitir unas letras que, al fin y al cabo, se inspiran en la intensidad de un amor adolescente. Ese tipo de amor que está claro en nuestras cabezas, aunque no sea real.
