La canción que titula este disco describe a «una mujer de mil caras / Trabaja muy duro solo para que al final la aparten / ¿A quién le importa realmente cómo es ella? / Es curioso ser así / Para ser mujer debe asumirlo / “Elige un estilo elegante y lúcelo”’. Y si aceptamos la suposición de que como mínimo algo tendrá de autobiográfica, sus versos parecen retratar muy bien la personalidad multifacética de Celeste pero también sus dificultades (quizá también las de la coautora de la canción Hayley Gene Penner) para encajar en una industria que sigue tratando mal a las mujeres con una visión artística propia.
En noviembre Celeste explicaba al NME que el productor del disco -Jeff Bhasker- no le había dejado utilizar los arreglos orquestales de Robert Ames que habían grabado “por ser demasiado vanguardistas”. ¿Cómo habría sido ‘LUX’ si el sello de Rosalía no le hubiese dejado crear con libertad, o usar los arreglos nada convencionales de Caroline Shaw? Celeste no ha tenido esa suerte con su sello (Universal), y es importante contextualizarlo antes de pasar a analizar ‘Woman of Faces’.
Porque estamos ante un disco fabuloso, pero que quizá podría haber sido todavía más interesante y complejo. Lo primero que llama la atención al oírlo es lo diferente que es del single que Celeste lanzó a primeros de año, un tema de pop oscuro que sampleaba a Death In Vegas. Es algo que conecta una vez más con las múltiples caras de esta artista, capaz de ese tipo de piezas (de las que asegura en la entrevista que tiene un montón) y esta obra tan diferente, de tono sombrío y austero, instrumentada con cuerdas, piano y poco más. Con percusiones casi testimoniales (en la pieza inicial, ‘On With the Show’, y ya nada hasta el cierre del álbum) que convierten a la voz de Celeste en el elemento completamente central del disco. Si hay que buscar lo positivo de la controvertida producción de Jeff Bhasker, podría muy bien ser eso: a lo largo y ancho del disco el timbre y matices de Celeste se aprecian y degustan de manera cristalina y deliciosa.
Ocurre en los pasajes vocales más dramáticos y en los más delicados, y de ambos hay mucho aquí, porque compositivamente ‘Woman of Faces’ se enclava en la mejor tradición de la canción melódica francesa o italiana (y de su mejor adaptadora al mundo anglosajón, Dusty Springfield). Sin embargo algo tiene el timbre singular de Celeste -y cómo está producida la voz– que hace que el disco suene contemporáneo, y no algo forzadamente retro. En muchos momentos del disco no podía evitar pensar en si este era el tipo de canción que Duffy y Richard Butler estaban intentando hacer en 2008 con ‘Rockferry’.
Y esa trascendencia del pastiche nostálgico debe también mucho a las letras: imaginativas y poéticas, y a la vez ancladas en la experiencia humana: es, a su manera, una revisión actual de cómo se escribía en la era dorada de la ‘chanson’ francesa. Por cada verso de fresca y misteriosa poesía (“Y la sinfonía sigue y sigue y sigue / En mausoleos hechos de nacimiento, ladrillos y canciones / Aquí es donde los recién nacidos parpadean”, en ‘On with the Show’) hay una frase mundana y directa con la que identificarse plenamente en las tribulaciones de la vida: “A veces las cosas van como quiero / otras se me escapan de entre los dedos / a veces, si me fijo bien, hay cosas buenas en mi vida” (‘Sometimes’) o “Si toda mi vida sin ti es un poema para que aprenda / entonces sin duda emergeré de una pieza” (‘Happening Again’).
No son ejemplos aislados: el disco es un festín para amantes de las letras, las cuales se conjugan a la perfección con una música exuberante, placentera sin ser complaciente, y el otro elemento crucial de estas nueve canciones: una andanada de melodías de lo mejor de este año. Piezas como ‘Keep Smiling’, o ‘Time Will Tell’ resuenan a clásicos preexistentes, y son sin duda recombinaciones de antiguas moléculas melódicas que cantó hace seis décadas quizá Mina, o Juliette Gréco, o Gene Pitney… pero logran el raro triunfo de no recordar a nada en particular (aunque ‘People Always Change’ fusila la tonada de ‘Merry Christmas, Mr Lawrence’ sin acreditarla, no así el motivo de piano que adaptan de Phillip Glass).
‘Happening Again’ es otra de las grandes melodías de este disco, y muestra algunos de los momentos más osados de los arreglos de cuerda de Rosie Danvers –de los que que sólo puede decirse que son excepcionales– imprimiendo un carácter único y orgánico que está en constante juego en confrontación y conjugación con la voz versátil –hipnótica– de Celeste. Voz que pasa con facilidad pasmosa del susurro al quejido, y de él a ese crujido como de saxofón viejo que impregna todo el disco y da vida a las letras. De tonos que revelan su ascendencia r&b pero mucho más su ADN como oyente adolescente de Ella Fitzgerald o Billie Holiday.
La cascada de cuerdas disonantes de la partitura de Danvers que suena intermitentemente en esa pieza muestra quizá lo que pudo haber sido el enfoque más atrevido de Robert Ames. Gotas de riesgo arreglístico que aparecen ocasionalmente en el disco, que por momentos recuerdan las portentosas orquestaciones de la arreglista trans Angela Morley para Scott Walker, y –como señalaba antes– que quizá apuntan a lo que el disco perdió de vanguardista, precisamente en este año de giros cruciales en esa dirección.
Hacia el final el nivel de melodías no baja lo más mínimo, incluso en esa ‘Sometimes’ que es más claramente Carol King-esca, pero que aporta arreglos novedosos con leves sintes de curioso timbre. A estas alturas del disco también te puede dar por pensar con cierta nostalgia amarga que este sería quizá el tipo de disco que Amy Winehouse podría haber estado haciendo en 2025.
El cierre de ‘Woman of Faces’ es inesperado: ‘Could Be Machine’ –una queja sobre la «agresividad sutil» del mundo digital– se sale súbitamente de los presupuestos estéticos del disco, con una base rítmica agresiva entre el dance y el thrash metal, y cantada mucho más r&b. Podría sonar fuera de lugar, y sin embargo produce una inesperada satisfacción para los oídos, como un estallido emocional de puro desahogo, cercano ya el final. Después del tono más reflexivo anterior cobra un extraño sentido en el arco narrativo del disco.
La culminación con ‘This is Who I Am’ vuelve al tono contemplativo original, pero recupera la batería, que en combinación con la orquestación muy cinematográfica y una secuencia de acordes descendente sitúa su fabulosa melodía en un contexto muy trip hop. Rodeada de ese seductor fondo musical, Celeste canta algo que suena a triunfo final (o esperanza) en la reivindicación de su identidad artística: “Manda los caballos blancos / Porque parece que he agotado éstos veleidosos juegos míos / He tenido suerte, porque sólo tú quizá puedes ver mi verdadero yo / Sólo tú puede decirles que yo soy así”.
