Desde que publicamos la crítica de ‘La Soledad‘ con un 9 sobre 10, la verdad, muchos amigos y familiares me han dicho que no les gustó nada la película. Cada mes más o menos alguien me repite lo mismo. Esas personas que se aburrieron viendo el filme de Jaime Rosales que ganó el Goya a la mejor película del año, que no se acerquen al cine a ver la nueva, porque repite ritmo, estilo cinematográfico y parte de la trama, pero al cubo.
El polémico crítico Carlos Boyero está indignado con ‘Tiro en la cabeza’, lo que nos indica que será una de las películas de las que más se hablará este otoño. Dice que le ha producido tedio. Y sí. Quizá lo peor que te puede pasar es que vayas a ver una película que trata sobre seguir la vida cotidiana de un etarra en un día cualquiera y te pongas a pensar en tus cosas. Pero igual tiene hasta su significado.
El escándalo, el gran Escándalo con E mayúscula, de la película es que no hay diálogos. Los protagonistas hablan, pero el espectador no oye lo que dicen, sólo el ruido de ambiente. Sería muy interesante acudir a las salas con una persona sorda o con una persona que sepa leer los labios, porque en muchas de las ocasiones hablan mirando a la cámara, es decir, están hablando… es sólo que nosotros no les oímos.
O igual no sería tan interesante. A lo mejor Jaime Rosales pretende hacernos ver que lo que dicen personas capaces de matar no merece la pena ser escuchado: que no es justo que los veamos beber vino, follar o escuchando música en la Fnac. O, por el contrario, que lo que dicen son las cosas cotidianas que decimos todos el 90% del tiempo y que no aparecen ni en los guiones más costumbristas porque son un rollo: cosas como «vale», «me voy», «no sé yo» o «anda ya»: que en definitiva son como nosotros.
Pueden salir muchas interpretaciones interesantes de la película, pero quizá la más clara es que te aburres tanto viéndola como viendo un debate sobre ETA en ’59 segundos’. Puede que esa sea la moraleja, pero es una pena que en donde ‘La soledad’ los movimientos de cámara, las elipsis, los planos fijos y eternos y la interpretación austera de los personajes hacían llorar, aquí dejen bastante indiferente. Quizá para acercarse a algo que es tan ajeno a la vida diaria de la mayoría como un terrorista, más primeros planos en la misma cotidianeidad habrían dado mayor dramatismo, pero probablemente no era el dramatismo lo que se buscaba. Me quedo en cualquier caso con el plano fijo inicial y el plano fijo final, una metáfora, sin duda, de la posición estática de la banda terrorista frente al paso de los años. 5.