La indiferencia generalizada del público (no de la prensa) por ‘Adiós’ de Paperhouse en su año de edición es inversamente proporcional al culto que generó aquel único disco editado por la banda barcelonesa en el sello Acuarela antes de desaparecer del mapa, vender sus instrumentos y no tocar una guitarra en años. Tras catorce años de anonimato el principal autor de aquellas canciones, Nacho Umbert, reaparece otra vez bajo el auspicio del sello de Jesús Llorente como un músico y autor totalmente renovado. En este tiempo se ha dedicado a escuchar a esos «cowboys tristes» que él tanto adora (Callahan, Oldham, Cohen, Banhart…), pero también a escribir unas canciones absolutamente permeables a una marcada influencia mediterránea que el avispado de Raül Fernández (Refree), enamorado de sus maquetas, ha hecho brillar con su talento arreglístico.
Esa permeabilidad a los efluvios musicales de su tierra parece la perfecta vestimenta para unos estupendos textos que se nutren del costumbrismo más crudo, dando voz a personajes, o mejor, personas y situaciones poco habituales en el pop de nuestros días: viejos pescadores, la entrañable amistad de dos jubilados que disfrutan con fantasías delirantes, un marido harto de la desidia de su matrimonio (o puede que no), una travesti que quema la noche sin olvidar su dura infancia, un niño atemorizado por su padre, la liturgia lúdica de las procesiones cristianas o el minucioso relato de una velada en el bingo (sí, como lo leéis). Umbert demuestra, salvando algún pasaje que rechina en su obviedad, que la más cruda y transparente realidad, libre de artificios, alberga una poesía tremendamente emotiva, como solo ha sabido hacer en nuestro tiempo desde un espectro más surrealista, Antonio Luque.
Curiosamente, canciones como ‘Colorete y quitasueño’, ‘La gata soprano’, ‘Prêt-a-porter’ o ‘Confidencias en el palomar’ traen inmediatamente a la mente discos como ‘Compito’ o ‘El porqué de mis peinados’ de Sr. Chinarro. Quizá sea en buena medida gracias a la forma monocorde y grave de entonar de Umbert, pero también porque los aires jazzy de los arreglos de Fernández estupendamente ejecutados por La Compañía (coros de Silvia Pérez Cruz, batería de Xavi Molero, violín de Sergi Claret, cello de Anna Carné y la trompeta -excelente- de Xavi de la Salut) hacen un trabajo demoledor que dan calidez y cercanía a estas canciones hasta hacernos sentir partícipes de esas agridulces vidas, tan comunes y familiares, contenidas en estos diez cortes que, como los mencionados Refree, Chinarro o El Hijo, redimensionan y dignifican el concepto de cantautor patrio, mucho más allá de la insoportable turra de progres trasnochados y buenrrollistas.
Nacho Umbert toca el 7 de abril en Barcelona, el 9 de abril en Madrid y el 21 de mayo en Valencia. Más fechas en MySpace.
Calificación: 8,2/10
Lo mejor: ‘Confidencias en el palomar’, ‘Colorete y quitasueño’, ‘La verdad es que me da igual’, ‘Cien hombres ni uno más’
Te gustará si te gustan: el Sr. Chinarro de ‘Compito’, Refree.
Escúchalo: en Spotify.