Sexta temporada de ‘Mad men’: imposible cerrar la puerta

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Sexta temporada de ‘Mad men’: imposible cerrar la puerta

A estas alturas nada tienen que demostrar los publicistas de la mejor serie, y aquí no cabe discusión, que podemos ver en la actualidad. Llegar a una sexta temporada requiere esfuerzo, talento y por qué no, también de mucha suerte. El camino para su creador Matthew Weiner, bien lo sabe Don Draper, no ha sido fácil. Sobre todo cuando la estética que hipnotizó en sus primeras temporadas dejó de ser tendencia y las tramas comenzaron a complicarse mostrando la mierda escondida debajo de sus carísimas alfombras. Porque ‘Mad Men’ al principio se contempla pero al final se sufre, y eso es lo que hace especial a la serie.

Pero la noticia es que ya están aquí de vuelta, los mismos personajes con distintos peinados y sus permanentes caretas preparados para posicionarse en su eterno juego de apariencias y silencios que ganará el que más resista sin cerrar los ojos aguantando la mirada. Un vencedor que cada día dudamos más que sea el perfecto Don, que como ya demostró al final de la anterior temporada, es un hombre cansado de fingir, de luchar contra su propia naturaleza y que promete en los próximos capítulos prepararnos poco a poco para esa caída que todos intuimos que algún día llegaría.

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Por eso empieza esta nueva tanda como empieza, con él leyendo en las playas de Hawai ‘El infierno’ de Dante, atormentado e incapaz de disfrutar de su vida en un paraíso para el que sólo se le ocurrirán anuncios que pretenden trasmitir evasión pero que los demás sentirán como sinónimo de suicidio. Le da igual, no discute, es demasiado tarde para cambiar y el viaje solo tiene un final, aceptarse lo suficiente como para posar como si fuera él mismo, tal y como le pide un fotógrafo antes de que entre en una de sus acostumbradas epifanías que, mechero ajeno en mano, le hace tirar todo, menos la culpabilidad y los remordimientos, a la basura.

Pero no es la invitación al suicidio que parece transmitir sus anuncios de Hawai la única muerte que acecha en este capítulo. De hecho, el fin de la vida está muy presente en esta entrega doble que abre la nueva temporada, ya sea de manera física, como la madre de Roger; emocional, como la que da lugar a la nueva y triunfadora Peggy; simbólica en forma de funda de violín abandonada en una casa ocupa; resucitada, como el portero de la finca al que Don pregunta borracho que qué se ve al otro lado; o, simplemente, teñida, que es lo que único que se le ocurre a la pobre Betty para dar un giro a su aburrida vida después de visitar también su propio infierno que, sin violencia pero de manera muy violenta, nos devuelve al personaje que echábamos en falta.

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Claro que viendo en qué se está convirtiendo su hija Sally tampoco nos importaba mucho la pérdida. Celebremos que las dos regresan en plena forma y lo mejor, que no son las únicas. Por volver vuelve hasta el carrusel de recuerdos en forma de diapositivas Kodak. Y eso que para que sean presentadas caras nuevas hemos tenido que quedarnos sin tramas desarrolladas de personajes como Joan Harris o Pete Campbell, algo que aceptamos porque sabemos que lo mejor llegará semana tras semana detrás de esas puertas que siguen abriéndose para que cada uno salga a caminar bajo su propia tormenta. ¿Las subidas de listón en AMC no tienen tope?

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