Qué mejor manera de llevar al cine la historia de un impostor que jugando a las imposturas. El documentalista de televisión Bart Layton debuta en el cine con este premiado docudrama que cuenta el caso real del llamado “camaleón”, un joven francés de origen argelino, Frédéric Bourdin, que se dedicaba a usurpar identidades y que llegó a vivir en Estados Unidos haciéndose pasar por el hijo desaparecido de una familia tejana.
Como ocurría en la fabulosa ‘Grizzly Man’ (2005), lo que cuenta ‘El impostor’ es tan difícil de creer que es inevitable desconfiar. Además, el hecho de que muchas de las escenas estén dramatizadas, incluidas las declaraciones del propio impostor (interpretado por el actor Adam O’Brian), no hacen sino reforzar la sensación de fraude, de ficción rebozada en retórica de falso documental.
Pero no. El caso es real. Mezclando material de archivo (los vídeos caseros de la familia del chico desaparecido), entrevistas a los familiares, reconstrucciones dramáticas (lo menos logrado de la película) y la recreación del relato del impostor (hablando a cámara en primera persona), el director crea algo así como un thriller psicológico documental, la historia de una sorprendente impostura, de una dolorosa desaparición, de un chapucero proceso burocrático y de una desconcertante investigación llevada a cabo por un detective, Charlie Parker, tan extravagante que también parece falso (y que ya tiene su propia comunidad de admiradores).
El suceso que cuenta ‘El impostor’ recuerda al célebre caso de Martin Guerre. La rocambolesca peripecia del farsante, su periplo desde el pueblo jienense de Linares al corazón de Texas, es atractiva por descabellada. Pero lo más interesante del filme tiene que ver con la familia del niño desaparecido, con los complicados procesos psicológicos que hacen que una madre, hermana o tío se engañen a sí mismos y acepten a un extraño como a su familiar perdido. Cuando el director centra su atención en ellos, cuando les coloca en el punto de mira, en una posición ambigua, es cuando la película gana en interés y relevancia. ¿Impostores que aceptan a un impostor por intereses ocultos o simples víctimas psicológicas de su propia desesperación? 7.