¿Está la saga ‘Piratas del Caribe’ tocada y hundida? Eso mismo nos preguntábamos hace seis años con el estreno de ‘Piratas del Caribe: En mareas misteriosas’. Desde un punto de vista creativo, la película por la que Penélope Cruz renunció a ‘Melancolía’ (2011) hacía aguas por todos los lados: era larga, aburrida, repetitiva, con un penoso uso del 3D y una interpretación de Johhny Depp a la altura de un mimo alcoholizado en la Plaza Mayor de Madrid. Pero aun así, fue un taquillazo. Superó los mil millones y se convirtió en la tercera película más vista de 2011, solo por detrás de ‘Harry Potter’ y ‘Transformers’. ¿Cómo no iban a hacer otra?
‘Piratas del Caribe: La venganza de Salazar’ la dirigen los noruegos Joachim Rønning y Espen Sandberg, quienes con las aventuras navales de ‘Kon-Tiki’ (2012) parecían estar opositando para capitanear la saga flotada por Jerry Bruckheimer. Su primera película en Hollywood empieza muy bien. La secuencia del robo del banco y, en especial, la de la guillotina giratoria, recuperan lo mejor de los títulos dirigidos por Gore Verbinski: una ingeniosa y encantadora mezcla de acción, humor, mitología marinera y romance tontorrón.
En cuanto a los actores, Depp sigue en su línea de borracho cucamonas, pero parece menos cargante que en la anterior secuela. Un entregadísimo Bardem se divierte (y nos divierte) haciendo de espectral “matador” de piratas con la melena “al agua”. La nueva heroína Kaya Scodelario (imposible olvidarla si viste ‘Cumbres borrascosas’) tiene más carisma que Keira Knightley y Penélope Cruz juntas. Y el australiano Brenton Thwaites consigue lo imposible: pasar más desapercibido aún que Orlando Bloom.
Durante la primera hora todo parecía ir viento en popa. Pero de repente… se acabó el ron. El humor y la aventura acaban tirados por la borda, y en su lugar reflotan los elementos fantásticos, la acción atolondrada e inescrutable (no por compleja sino por oscura, por lo menos en 3D) y las improbables relaciones personales entre los diferentes personajes. El carácter episódico de la historia empieza a hacer mella en el ritmo del filme como una vela mal remendada. Al final, con la película avanzando tan penosamente como la ‘Gaviota moribunda’, casi nos olvidamos de que nos habíamos divertido tirándonos por los toboganes de un parque acuático y solo queremos una cosa: salir cuanto antes de este mohoso parque de bolas. 5,5