Hemos descubierto su secreto: todo era obra de su estilista, y ahora que se ha peleado con él, su imitadísima forma de vestir tan estilosa y fuente de inspiración para adolescentes y creciditas de medio mundo se ha convertido un pastiche barriobajero. Hace unos meses que Lindsay se peleó con Nate Newell, un solicitado estilista de Los Ángeles, y parece que la actriz ha perdido totalmente la noción del vestir, del actuar y de todo. Además de que está a puntito de ser expulsada de una película que está rodando por llegar tarde y ebria, su forma de vestir ha pasado a ser lo más parecido a Elsa Pataky -otra de la que ya hablaré otro día- que he visto en mi vida.
Comencemos desde arriba. Lindsay, ¿no te has lavado el pelo? Pues hazte coleta pero no te calces ese bombín hasta las cejas porque te queda fatal y no viene a cuento. ¡Nena, que se lleva el pork-pie! El segundo shock llega con el top, que se lo ha debido comprar en el Promod. No sólo no le favorece sino que es un pastiche infumable de boho, hippie y periferia. La chaqueta azul eléctrico no hace otra cosa que sumar peso a este look imposible pero nada más, sólo se añade otro horror más sin aportar nada positivo. Los pitillos no están mal, pero si le quedaban largos lo que tendría que haber hecho era meterles el bajo o hacer un dobladillo, pero no abrir la costura como hacen los pijos y los bakalas españoles. El bolso burdeos es lo único que se salva. Otra demostración de lo que pasa cuando estas jovenzuelas hollywoodienses no se visten según les mande su estilista: desastre total.