Desgraciadamente, este año no veremos más a Judit en la tesitura de presentar un programa de este calibre (qué lástima, porque sus confusiones, silencios interminables y poses de “no sois nadie, la única modelo de verdad aquí soy yo” eran de lo mejor del espacio). Para sustituirla tenemos a un tipa que ha sido modelo y presentadora, y eso se nota, pero que tiene el mismo acento que la presentadora del programa más antiguo de crónica sosial de Televisión Española: ‘Corassón, Corassón‘. Así que hay un momento en el que te entra la risa y la ves, con las piernas cruzadas y presentando ese infame programa de crónica rosa findesemanero. Por otro lado, este año la directora de la academia es una ex modelo francesa muy ajada y avejentada. Pero lo peor es que no se entiende ni papa cuando habla y tiene frases tan de Chico y Chica como “vos hemos dicho que paga maquillagos vos tenéis que poneg base”. Totalmente priceless. Rouzic está en su mismo papel de antes, de calvo amargado, y Fiona sigue siendo la más elegante (con diferencia) de todo el profesorado.
Con respecto a los concursantes, este año las expectativas eran altísimas. Lo primero porque iba a ser mixto, es decir, también iba a haber chicos, y a algunos nos empezaba a apetecer ver carne masculina en este concurso. Lo segundo porque, como siempre, parece que han hecho un casting a propósito para conseguir que en ese crucero en el que les han metido, el cociente intelectual total no suba de 25. Los seleccionados están todos (tanto chicos como chicas) a punto de alcanzar el nivel de borderline y la mayoría no sabe hacer la o con un canuto. Y que no sirva esto de excusa para que me digáis que claro, les despreciamos porque ninguno tiene carrera. Pues mira, no, conozco albañiles mucho más leídos que yo. Y punto.
Entre las chicas hay verdaderas perlas, como una que ha soltado hoy que lo más lejos que había ido nunca era a Ciudad Real, y claro, con eso se ha ganado definitivamente nuestros corazones. Ir a un programa y hacer leña de una situación personal desfavorable casi siempre será sinónimo de éxito si sabes manejarlo bien. Entre los chicos, volvemos a tener al factor Raquel entre nosotros, mediante un flaquigordo que ni es guapo, ni está bueno ni es mínimamente inteligente. En el sector masculino, también damos buenas noticias: el peón de albañil es el hombre definitivo. Entre la cara de bestia que tiene, los músculos y los tatuajes, estamos seguros de que se ha convertido ya en el ídolo de muchas quinceañeras… y no tan quinceañeras.