Irlanda es un país pequeño, pero quizá aunque fuera tan amplio como Rusia, no valdría para acoger el ego de U2. No hay un edificio en toda la isla, incluyendo Irlanda del Norte, tan alto como la torre U2 que lleva años planeando construirse en Dublín. Pero ahora, (¡oh, drama!) se ha decidido suspender el proyecto porque la economía irlandesa ha entrado en recesión.
Después de seis años de negociaciones, se ha decidido aparcar el proyecto, que costaba sobre 200 millones de euros, debido a la crisis económica en Dublín e Irlanda, ya que 20.000 nuevas viviendas irlandesas siguen sin venderse. La torre, aparte de incorporar un estudio para U2 en su parte más alta, en forma de pescado (de hecho se ha comenzado a llamar a la torre «eglefino gigante» o «gran bacalao»), está pensado que albergue, principalmente, apartamentos y no oficinas.
La torre se tendría que haber empezado a construir ahora, y terminado en 2011 y estaría situada en la esquina entre Sir John Rogerson’s Quay y Britain Quay, lo que ha ocasionado multitud de protestas.
Muchos han acusado al proyecto de «arrogante», proclamando que con lo que cuesta se podrían construir varias viviendas de protección oficial. A otros, los que más, les parece mal que se construya un rascacielos en un área histórica de edificios tan bajos. Hay quien señaló además que casualmente el mánager de U2 era el cuñado de uno de los arquitectos que aspiraban a construir la torre, Felim Dunne, aunque finalmente fue Norman Foster el seleccionado.
Para decenas de fans la torre U2 puede ser un sueño hecho realidad. ¿Qué puede haber más mitómano que vivir en un edificio en el que tu grupo favorito graba sus discos? Pero por otro lado, a pesar de la actuación de la banda como principal embajadora del país, y de todos los discos que vende, se olvida que la gente que no compra los discos de U2 en Irlanda también es mayoría absoluta, y no a todo el mundo le apetece acordarse de la banda todo el rato.
Esta manía por convertir todas las ciudades en Nueva York no cuenta en muchos casos con el consentimiento del pueblo. De hecho recientemente, por ejemplo, los berlineses rechazaron mediante referéndum contruir una especie de Ciudad de la Imagen en torno al río Spree para que no se perdiese el encanto de Treptower Park o de la mítica frontera entre oeste y este entre Kreuzberg y Friedrichshain. Y cualquiera que conozca Irlanda sabrá que como país, a menos que consideremos sus acantilados o sus precios en los últimos años, se caracteriza por el encanto de lo pequeño y sencillo, no por lo mastodóntico.