La artista francesa Louise Bourgeois falleció ayer a los 98 años de edad. Desde pequeña había ayudado a sus padres a dibujar tapices, aunque curiosamente no fue hasta hace 10 años, en 1999, cuando presentó la que ha sido su obra más emblemática, ‘Maman‘ (en francés «mamá»), de 1999, una metáfora sobre el trabajo que conlleva la maternidad (entre otras interpretaciones) y que se ha podido ver en la Tate Modern de Londres, así como en otros museos de Canadá, Cuba, París o el Guggenheim de Bilbao.
Se cree que sus estudios de matemáticas cuando era una adolescente contribuyeron a que sus primeros dibujos tuvieran algo de cubismo. También la infidelidad de su padre hacia su madre con la chacha marcó un trabajo que, a pesar de su carga sexual y erótica, siempre estuvo relacionado con la vulnerabilidad y la fragilidad. A pesar de que realizó su primera exposición en Nueva York en los años 40 y a finales de esa década, ya se hablaba de sus esculturas, durante los 50 y los 60 su trabajo permaneció ignorado. En 1982 se presentó una gran retrospectiva de su carrera en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, algo que se ha repetido durante los últimos años. Hoy Telegraph la consideraba la inventora del arte confesional.
Además, Bourgeois fue una de las figuras claves del movimiento feminista en el arte actual. Obsesionada con la falsa e ilusoria liberación de la mujer que se presentaba en la sociedad americana de posguerra, uno de los temas más recurrentes de sus pinturas fue el de la mujer-casa, siendo la casa una extensión de la mujer y de la que ésta no puede escapar. La mujer podía ser libre, pero siempre llevaría el hogar a cuestas, nunca podría disfrutar de la verdadera libertad. Entre los innumerables artistas que hoy la reivindicaban, nos ha sorprendido el caso de Shirley Manson, que a través de Facebook la ha considerado la «artista femenina más importante del mundo» y una gran inspiración «y un consuelo» durante su carrera.