Para Jim Woodring no existe el tiempo. Lo que transcurre entre poseer una idea y plasmarla no se encuentra en la creación de ‘Frank’. Nada está sujeto a un razonamiento en este personaje que nunca llegaremos a saber si tiene más de gato por su cabeza, de ratón por su astucia o de conejo por sus dientes. Una criatura, según indica Francis Ford Coppola en la introducción, tan extraña que no se sabe ni por dónde empezar a describirla. En él todo surge como una burbuja fugaz que se eleva a las alturas, como un sueño que se recuerda por fragmentos, más o menos claros, pero no guardan un sentido lógico entre sí.
Todo transcurre a mitad de camino entre una realidad que está bien y otra que está al otro lado y que puede estar mucho mejor, compuesta de personajes que añaden ingredientes obsesivos y excesivos. Marrano Hombre podría ser la personificación del comportamiento humano, o Cachorro Arbusto la mascota independiente de Frank. Criaturas que por su aspecto cándido atrapan al lector repentinamente en un sueño impetuoso.
No hay una historia secreta, ni trama, solo narraciones inconexas. Jim no recurre a poner diálogos a Frank. La línea argumental es de libre elección para un lector que sacará sus propios desenlaces, conclusiones que a Woodring se le escapaban mientras dibujaba las andanzas de estos personajes surrealistas. Una obra para contemplar en plena pausa, sin intuir el efecto de unas imágenes sin movimiento y que de principio a fin, como Iván Zulueta estampó en ‘Arrebato’, nos revelan una ficción real.
A pesar de que esta es la primera obra de Jim Woodring (1952) publicada en nuestro país, el nacimiento de Frank data de 1989. En esta esmerada edición de Fulgencio Pimentel se incluye el primer dibujo y la primera historia de 1990. Con anterioridad Woodring, que de niño gozó de apariciones y alucinaciones, reflejó en su diario ‘Jim’ una compilación de estos sucesos de su infancia. 9.