“He visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas, histéricas, desnudas, arrastrándose por las calles…” Así empieza ‘Howl’, uno de los poemas más famosos del siglo XX y gran icono de la contracultura estadounidense. Y así comienza también el biopic sobre Allen Ginsberg que han firmado Rob Epstein y Jeffrey Friedman, dos leyendas del documental de temática LGTB por títulos como ‘El celuloide oculto’ (1995), ‘Paragraph 175’ (2000) o ‘The Times of Harvey Milk’ (1984). Apadrinados por Gus Van Sant (que utilizó este último documental como fundamental apoyo para su ‘Mi nombre es Harvey Milk’), esta pareja de cineastas debuta en la ficción haciendo un retrato caleidoscópico del mítico poeta beat.
‘Howl’ se acerca a la figura de Ginsberg desde diversos ángulos. Si hace una semana hablábamos de los desajustes entre puesta en escena y discurso a propósito del estreno de ‘La mitad de Óscar’, aquí tenemos el ejemplo contrario. Epstein y Friedman deciden aplicar a su película un estilo similar a los poemas de Ginsberg, influenciados por la poesía modernista y la cadencia del jazz. De esta manera se alejan del biopic al uso, de la narración convencional de hechos biográficos, y “biografían” también desde la forma, añadiendo matices y aportando riqueza semántica.
La película se articula a través de uno de los momentos clave de la historia de la literatura contemporánea: la lectura colectiva en la Six Gallery de San Francisco donde Ginsberg recita por primera vez ‘Howl’. Esta primera manifestación pública de la generación beat (octubre de 1955) le sirve a los directores como punto de apoyo desde donde expandir toda su riqueza narrativa y expresiva. Desde las más arriesgadas, como la ilustración animada quizá demasiado literal del poema (basada en las ilustraciones del colaborador de Ginsberg, Eric Drooker), hasta las más convencionales, como el juicio por obscenidad que sufrió el editor del poema, Lawrence Ferlinghetti.
Entre este fuego cruzado de líneas narrativas destaca la representación de una larga entrevista al poeta, de aliento documental, cuya reconstrucción está basada en declaraciones reales del propio Ginsberg. En ella, el escritor (un magnífico James Franco) reflexiona sobre el proceso creativo de su obra y, a modo de flashbacks en blanco y negro, sobre el arduo camino recorrido hacia su liberación personal. Es en esta mezcla de reflexiones artísticas y vitales, verbales y visuales, donde la película se eleva y consigue su propósito: reivindicar la figura de Ginsberg y poner en su lugar el aullido que cambió a toda una generación. 8.