En ‘Odisea’, el debut en solitario de Alex Anwandter en 2010, se nos ofrecía una visión tan bailable como inquietante de una juventud chilena cuya única vía de escape frente a una realidad que no comprende y un mundo que apenas muestra empatía hacia sus problemas y dudas es salir de noche con los amigos y dejarse llevar por la música, las drogas y el alcohol. ‘Éxito mundial’, segundo trabajo de Adrianigual (que cuenta en sus créditos con el propio Anwandter en tareas de producción y composición), desarrolla la misma tesis pero, en lugar del discurso por momentos críptico de ‘Odisea’, ataja por el camino de los mensajes directos, descarnados y furiosos, ofreciendo una imagen más pesimista y turbadora, y dando un paso más allá al apuntar con el dedo a problemas concretos y proponer el correspondiente enfrentamiento contra ellos.
‘Éxito mundial’ se estructura claramente en dos partes, diferenciadas tanto por estilo como por temática. La primera, de evidente carácter hedonista, la forman ‘Arde Santiago’, la oscura ‘Me cargan los ochenta’ y el indispensable hit ‘Me gusta la noche’. Sirve de homenaje a los orígenes del dance pop y describe de manera muy precisa el ritual habitual de las noches de marcha a través de situaciones banales (“Una fila eterna. Siento pena de los que quieren mear”) y sensaciones muy reconocibles (“El aire es fresco, ¿dónde me llevará?”). Pero al final, la última parte de ‘Me gusta la noche’ (“Los sueños han pasado, pero la alegría sigue en su lugar. Y cada sábado yo la encuentro bailando”) nos obliga a una relectura no tan superficial de este bloque.
En ‘La agente’, como punto de inflexión entre ambas partes, surge la necesidad de reaccionar y participar activamente en un futuro diferente. A partir de entonces, las composiciones de Adrianigual viran tajantemente hacia la reivindicación y cargan contra la sociedad de consumo (‘Bang bang bang’), la excesiva dependencia de la tecnología (‘Siglo XXI’), la nostalgia de tiempos mejores (‘La pelea’), la pasividad colectiva (‘Sudamérica’) y la propia (en la frenética ‘Traga monedas- Trágame Tierra’). Lo hace con dureza, con rimas desnudas y sinceras, y por ello a veces excesivamente básicas, aunque siempre tremendamente efectivas. Paralelamente, buscando hacer más creíble el discurso, se simplifica y se endurece el estilo, coqueteando con el hip hop (letras rapeadas, bases rítmicas…) o el guitarreo más característico de su primer trabajo (‘Siglo XXI’), pero el resultado, si bien estimulante, nunca llega a conformar una identidad propia identificable ni consigue que nos olvidemos de que apenas existe riesgo en la elección de sus recursos (el coro de niños de ‘Haití’, sin ir más lejos).
Calificación: 7/10
Lo mejor: ‘Me gusta la noche’, ‘Arde Santiago’, ‘Bang, bang, bang’
Te gustará si te gustan: Odisea, M.I.A.
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