Una vez que sales del cine después de ver ‘Luces rojas’, tienes dos posibles teorías. La primera es que el director ha sido muy torpe contando la historia, y por eso ha necesitado un flashback de diez minutos al final, para dejártelo todo bien mascadito. La segunda es que, tal y como hacen los trileros que retrata Rodrigo Cortés en su último filme, el director se ha pasado toda la película haciéndote mirar a otro lado, con la única intención de que no descubras dónde está el truco.
La cosa está en que, en un determinado momento del metraje, Sigourney Weaver hace una mención a la teoría de la Navaja de Ockham, esa que dice que en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla es probablemente la correcta. Aunque es justo que cada uno vea la película y saque sus propias conclusiones, como siempre.
Aun así, a pesar de ese pequeño desliz final, la nueva película del creador de ‘Buried’ es disfrutable y entretenida a partes iguales. Sigourney Weaver, Robert De Niro y Cillian Murphy ponen todo de su parte, creando personajes creíbles y actuaciones de lo más sólido, capaces de llevar a buen término la historia de esta eterna lucha entre el bien y el mal, una historia de dos científicos que recorren el país con la firme intención de desenmascarar a todos los charlatanes, videntes y quiromantes que nutren su riqueza del dolor, la enfermedad, las miserias de los demás… y sobre todo de la capacidad que tiene el ser humano para creer ciegamente, en los momentos más angustiosos de nuestras vidas, en seres superiores y fuerzas paranormales. 7,5