El cine español ha perdido a uno de sus creadores más singulares. Pero la literatura lo ha recuperado. Santiago Lorenzo dejó de hacer cine hace cuatro años harto de los tejemanejes de las productoras. Atrás quedó una obra de culto como ‘Mamá es boba’ (1997). En 2010 decidió dar el paso a la literatura transformando el guión de una película en una novela: ‘Los millones’ (Mondo Brutto). Dos años después nos llega ‘Los huerfanitos’ (Blackie Books, con portada de Ricardo Cavolo), la confirmación de su extraordinario talento.
Lorenzo ha invocado el espíritu de Rafael Azcona y Jardiel Poncela y los ha dejado vagar juntos y a sus anchas por el Pigalle, nombre del céntrico teatro madrileño, “con pasado de oropel y futuro de gotelé”, donde se desarrolla la novela. Una sala en ruinas y llena de pufos que los tres protagonistas del libro heredan de su manirroto padre. Los hermanos Susmozas odian el teatro -les recuerda a su desgraciada infancia- pero para salvarlo de la bancarrota tienen que montar una obra y poder pillar así una subvención.
‘Los huerfanitos’ es una brillante tragicomedia que funciona como punzante sátira del mundo del teatro (Lorenzo fue director teatral antes que de cine), encendido elogio al profesional veterano, mordaz ataque a la burocracia, sentida oda al esfuerzo conjunto y las “cosas bien hechas”, proustiano homenaje a la canción melódica italiana (“la pinchó en el tocadiscos como quien ensarta con un palillo un aceituna rellena de memoria”) y cómica exaltación del vocabulario viejuno y gozosamente anacrónico.
Una mirada sutil, cómica y amarga al otro lado del telón de la realidad. El retrato de un Madrid post-debacle económica, tan triste y miserable como el de ‘El pisito’ (1959), de un costumbrismo doliente, que huele a vinazo y sabe a supermercado descuento. ¿Para cuándo su propia adaptación al cine? 8,5.