Es fácil quedarse en la superficie, y pensar que Mitch Winehouse tan solo está intentando sacar tajada y mantener viva la llama, la gallina de los huevos de oro y, muy probablemente, una de las principales fuentes de sustento que el cantante, músico y taxista tiene hoy en día. Pero la lectura me ha demostrado que estaba equivocado, y que ‘Amy, my daughter’ no es más que un precioso acto de contrición y de duelo que ha servido al cabeza de familia de la familia Winehouse para demostrar que su hija era mucho más que una simple cantante adicta a la drogas y al alcohol.
Lejos de convertirse en una crónica anunciada de la muerte de una de las cantantes más controvertidas pero también más brillantes de los últimos tiempos, la novela se antoja como un tributo a la vida de la Winehouse, sin reparar en detalles. Mitch Winehouse no escatima a la hora de contar nada, aunque quizá peque en demasía a la hora de echar balones fuera y culpar a personajes satélite en la vida de Amy como Blake Fielder-Civil, a quien se encarga de dedicar buena parte de las páginas de este libro, absolutamente repletas de reproches.
Pero la historia de la artista que nos dejó demasiado pronto, y de la que solo pudimos observar un pequeño atisbo de lo que iba a ser su talento para la música va más allá, y Mitch tiende a perderse no solo en detalles y en reuniones a las que no se presentaba, sino también en las pequeñas, casi imperceptibles curiosidades que hacían de Amy una de las personas más especiales del panorama musical actual, demostrando que a pesar de su personalidad arrolladora tenía cierta querencia por devenir en una persona altamente vulnerable y maleable, capaz de lo mejor y de lo peor, presentándola como un ser complejo, poliédrico y lleno de aristas al que es fácil cogerle tanto cariño que en ocasiones es difícil contener las lágrimas en los momentos clave. Es entonces cuando piensas que este es el libro que Mitch Winehouse nunca debió escribir y tú nunca quisiste leer, porque no es más que el hecho palpable de que jamás volveremos a ver a Amy encima de un escenario.
Totalmente recomendable para fans (y no-fans) de la artista: incluso aunque el libro no tenga visos de ir a ser traducido al español, es sencillísimo de leer. 9.