El Festival de Sevilla busca el relevo de Gijón

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El Festival de Sevilla busca el relevo de Gijón

Desde que hace unos meses se anunciara el fichaje del ex director del Festival de Gijón, José Luis Cienfuegos, como profesional al mando del Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF, por sus siglas en inglés), las miradas de cierto sector de la cinefilia se fijaron en la capital andaluza. Del mismo modo que su despido provocó en su momento varias manifestaciones y un comunicado de apoyo firmado por cientos de profesionales del cine, su vuelta a la tarea de dirigir un festival ha sido elogiada y ha suscitado altas expectativas. Valorar esta nueva trayectoria del Festival de Cine Europeo de Sevilla es aún precipitado, más cuando el director y su equipo han organizado el certamen en solo cinco meses y asumiendo un recorte presupuestario. Sin embargo, no tenemos dudas de que, si las cosas siguen por este camino y según lo visto en esta novena edición, el SEFF puede convertirse en el heredero de ese vacío que ha dejado Gijón: muy sensible con las propuestas cinematográficas más incómodas y radicales, con un sello inconfundible y una programación alternativa que reflejaba sin pudor esas otras manifestaciones de la cultura independiente. Parece claro que los contactos cosechados durante su etapa en el Festival de Gijón y la propia personalidad de Cienfuegos han supuesto un balón de oxígeno para este festival, que siempre ha tenido en la repercusión mediática su principal lastre.

En el apartado estrictamente cinematográfico, el SEFF nos ha dejado algunos momentos para la euforia. Su sección oficial a concurso ha contado con autores reconocidos, algunos imprescindibles para comprender las últimas tendencias de la cinematografía europea, como Thomas Vinterberg con ‘The Hunt‘, Matteo Garrone con ‘Reality‘ o el austriaco Ulrich Seidl, este último con dos crudas historias de su trilogía sobre las vacaciones: ‘Paradise: Faith‘, a concurso y que quizás habría merecido más premios que el de mejor guión, y ‘Paradise: Love‘, en la sección dedicada a las seleccionadas por la Academia Europea de Cine.

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En este apartado, se vivió uno de los mejores momentos del festival con el preestreno de la esperada y durísima obra de Michael Haneke, ‘Amour‘, con cientos de espectadores que abarrotaron todas sus sesiones dispuestos a recibir el implacable choque emocional que el director austriaco suele representar en sus películas, y que se estrenará el 21 de diciembre en salas comerciales -para llegar a la Navidad con un buen puñetazo en el alma-. También ha habido películas con excitantes momentos musicales, como el de Kylie Minogue en el desconcertante bombazo audiovisual que propone ‘Holy Motors’, de Leos Cárax, triunfadora en Sitges, o con la simpática muestra de humor negro del musical de animación ‘The Suicide Shop‘, dirigido por el veterano Patrice Leconte.

Estos son solo algunos ejemplos de una programación formada por 145 películas y donde debemos subrayar la atención a los detalles, la notable calidad técnica que el SEFF ha mantenido en los múltiples formatos de sus proyecciones: una muestra de respeto de la que otros festivales deberían tomar nota. Aunque la ausencia de un centro neurálgico como el Teatro Lope de Vega se haya echado en falta, el cambio de salas implantado en esta edición ha favorecido la calidad de proyección y, excepto el impropio Teatro Alameda, todas han estado bien equipadas, algunas incluso con ese genuino aire retro que se respira en los escasos multicines ochenteros que quedan en las grandes ciudades. El público, joven en su mayoría y alentado también por los precios populares de las entradas y por un ambiente cinéfago, ha respondido con entusiasmo en la insaciable búsqueda, a veces intuitiva, de la mejor película posible.

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Las secciones paralelas han contado con una retrospectiva a Agnès Varda, el premio a la actriz Maria de Medeiros o la sección especial dedicada a Grecia, el país invitado de este año. Pero, sin duda, la actividad que más ha llamado nuestra atención ha sido el seminario dedicado a la interesantísima biografía de Gonzalo García Pelayo, que antes de hacerse de oro en los casinos dirigió cinco películas consideradas de culto, muestras de un cine heterodoxo, transgresor e inclasificable. El ciclo de conferencias contó con periodistas como Jordi Costa o Diego Manrique, que trazó un recorrido por la abundante producción de García Pelayo como empresario discográfico. Fundador del mítico sello Gong, produjo discos de artistas tan dispares como Triana, Labordeta, Lole y Manuel, Vainica Doble, Gualberto, Carlos Cano o María Jiménez, alternando a los grandes representantes del rock andaluz de la época con el flamenco o la música regionalista en varias manifestaciones.

En el apartado de los conciertos, otra atractiva novedad de esta edición, el SEFF ofreció actuaciones nocturnas en salas con desigual suerte en lo que a prestaciones técnicas se refiere, protagonizadas por grupos nacionales como Triángulo de Amor Bizarro, Lorena Álvarez y su banda municipal o José Domingo. El único representante internacional fue el productor David Holmes que, con la excusa de participar en la banda sonora de la película irlandesa ‘Good Vibrations‘, ofreció una de sus sesiones de deep soul más bailable.

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En definitiva, el nuevo ámbito de prestigio que puede alcanzar el Festival de Cine Europeo de Sevilla, en un momento tan delicado para la distribución cinematográfica tradicional -y en general para todas las manifestaciones culturales-, puede llegar a sorprendernos. Tendremos que prestar atención para saber si definitivamente se cumple el pronóstico y dentro de algunas ediciones se transforma en un certamen de referencia europea, reflejo de la cinematografía internacional más imponente y necesaria.

Os dejamos con el palmarés del IX Festival de Cine Europeo de Sevilla, que dejaba como ganadoras principales ‘Eat, Sleep, Die’ y ‘Boy eating the bird’s food’.

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