A Fernando Trueba se le podrán criticar muchas cosas, pero nunca falta de amor por su oficio. Más allá de lo que representa para determinado sector del público y la crítica, del tonillo despectivo con el que algunos pronuncian su apellido, este director ha demostrado a lo largo de su carrera que no es el Oscar el que da el respeto como creador, sino el atreverse de vez en cuando a investigar sin miedo a fallar o acertar con experimentos como ‘El sueño del mono loco’, ‘Calle 54’ o ‘Chico y Rita’, movimientos extraños para alguien que podría vivir tranquilamente de repetir una y otra vez la fórmula de ‘Belle Epoque’ o ‘La niña de tus ojos’.
De esta última precisamente ya se anunció hace unos meses que estaban preparando junto a Penélope Cruz la secuela. Está por ver cómo mantienen el listón sin Azcona en el guión. Aunque sabiendo lo que se le viene encima con esta superproducción quizás es por eso por lo que Trueba ha decidido justo ahora darse el gustazo de rodar ‘El artista y la modelo’, título escueto que resume a la perfección lo que cuenta este homenaje al proceso artístico y a cómo éste dialoga con la esencia de la vida. Una vida protagonizada por un viejo artista francés cansado de todo interpretado por Jean Rochefort, genial en su papel de genio antipático, y una imprevista musa catalana que acepta refugio para escapar de los nazis a cambio de posar totalmente desnuda, a la que da vida Aida Folch.
Un planteamiento que podría haberse perdido en discursos demasiado elevados sobre qué es el arte o, lo que es peor, convertido en un filme víctima del “bigaslunismo” más profundo, pero que en manos de Trueba es un sencillo relato en defensa de la pulsión creativa y de las obsesiones que nos mantienen con vida. Y es que sin evidencias ni reiteraciones, sin color e incluso sin música, el director defiende en esta película sin concesiones a aquellos que creen que la propia existencia solo tiene sentido cuando todavía tienes algo que contar, cuando esperas que llegue una siguiente idea que merezca ser investigada.
El resultado ha sido un discurso sincero en contra de la perfección por la perfección y un aplauso silencioso a favor de los valientes que, conscientes de que ya no queda nada, prefieren adelantarse que esperar a que pase lo que tiene que pasar. Lástima que el ritmo a veces se pierda en planos inertes, que haya elipsis que cuesta interpretar y que Chus Lampreave y Claudia Cardinalle tengan tan poco espacio en el montaje. Pero ya lo dice el título. Esto va de un artista y su modelo. Nada más y nada menos. 7.