No es la primera vez que reconocemos que el cine documental es un género que nos está dando muchas alegrías. Así, mientras que en la ficción cada vez cuesta más encontrar argumentos y propuestas realmente interesantes, en el documental no nos cansamos de descubrir y conocer historias que, sin estar contadas en imágenes, nunca nos habríamos molestado en escuchar. ¿O acaso, si no se hubiera caído del cartel, habría ido mucha gente a ver tocar a Sixto Rodríguez al Primavera Sound sin existir ‘Searching for Sugar Man’?
Y es que el documental está viviendo un renacer con títulos que, sin llegar a las salas más grandes, remueven conciencias allí donde se proyectan. Es el caso de ‘Vigor’, filme dirigido por Diego Cortés y Alfono Rivera que se exhibe el 4 y el 9 de junio en la Cineteca del Matadero de Madrid, que se adentra en el universo del culto al músculo para mostrar las sombras y peligros del culto al cuerpo desmedido que, justo ahora que comienza el calor, se vuelve más evidente que nunca.
Y es que mientras la anorexia, la bulimia y otros trastornos similares relacionados con la alteración de la percepción de la propia imagen están más que condenados por la sociedad, todavía queda mucho camino que recorrer para que se vea con la misma mirada la obsesión por ganar musculatura, el dejar la vida personal de lado para convertirse en adictos al gimnasio o el alimentarse e hincharse a través de la ingesta de compuestos y pinchazos de esteroides.
Claro que estos directores españoles, lejos de abordar el discurso moralizante en el que se suele caer cuando se abordan estas temáticas, prefieren limitarse a dejar que sean las imágenes y palabras de yonkis del músculo los que expongan con seriedad un problema que en occidente afecta a más gente de la que imaginamos.
Un mal social camuflado detrás de la supuesta vida sana con víctimas que no sólo revientan su órganos por el consumo de anabolizantes, sino que también caen en redes clandestinas de tráfico de sustancias para encajar en una sociedad que demanda belleza y juventud eternas como valores fundamentales para triunfar, provocando con ello todo un ramillete de peligrosas patologías psicológicas en las que todos, sí, todos, podríamos caer. 6,5.