‘Popular’ se podría ver como un efecto -¿daño?- colateral de la serie ‘Mad Men’. El debutante Régis Roinsard saca el bote de Pronto y extrae brillo retro, popero y nostálgico a dos superficies: la Francia provinciana de finales de los años 50 y las comedias románticas francesas de esa década, aquellas que sacaban humo de las máquinas de escribir de los críticos de la nouvelle vague. Una mirada entre posmoderna y anacrónica, muy poco crítica, sobre una realidad histórica que, sobre todo, existió (se reconstruyó) en las películas.
El director recubre la imagen con colores pastel y pone música ligera en el tocadiscos para contar una historia de amor ñoña con retórica de competición deportiva. Chica guapa de pueblo que llega a la capital (de la provincia) para ser secretaria y que, gracias a su extraordinaria capacidad para mecanografiar, acaba compitiendo en concursos de precisión y velocidad dactilográfica. Durante el entrenamiento, supervisado por su jefe, surgirá el amor.
‘Popular’ tiene algo del encanto pop y vintage de películas como ‘Abajo el amor’ (2003). El baile familiar de nochebuena o los propios concursos de mecanografía, rodados con mucho ingenio, desprenden un agradable aroma a esmalte de uñas (afiladas), portada del Paris Match y musical de Jacques Demy.
Pero, como si fuera un cupcake de Alma Obregón, ‘Popular’ decepciona cuando lo pruebas. Su delicioso aspecto, de colorida fantasía, esconde una promesa incumplida, una verdad más prosaica: grasa(za) horneada. A la película le sobra conflicto dramático y cursilería romanticona. Un indigesto relleno para una apetitosa cubierta. 6,5.