Título: Touch ‘Em With Love
Artista: Bobbie Gentry
Sello: Capitol (1969)
Bobbie Gentry fue una joven prodigio nacida en Chicksaw County, Mississippi en 1944. A los seis años aprendió a tocar el piano copiando al pianista de la iglesia y a los siete ya había compuesto su primera canción. Para cuando empezó la carrera de Filosofía en UCLA ya tocaba la guitarra, el banjo, el contrabajo y el vibráfono y había ingresado en el Conservatorio de Los Ángeles para estudiar Teoría de la Música. A los 23 años sus canciones llegaron a Kelly Gordon, de Capitol Records, quien vio inmediatamente el potencial de sus historias ambientadas en el Delta del Mississippi, musicadas con ecos de country y ritmos levemente funk, muy en especial la canción ‘Ode To Billy Joe’. Un primer single que sigue siendo el tema más emblemático de esta artista, quien en realidad ya había debutado en 1964 haciendo armonías vocales para el indispensable Jody Reynolds.
A la usanza del show business de la época, entre 1967 y 1968 editó nada menos que cuatro álbumes, de manera que ‘Touch ‘Em With Love’ supone su quinta entrega, y sin embargo llegaba tan sólo dos años después de comenzar su carrera. El repertorio del disco lo acusa, ya que sólo dos canciones son originales de Gentry. Teniendo en cuenta que su pericia como compositora es una de sus cualidades más poderosas, podría parecer que estamos ante un álbum inferior, de hecho no suele estar considerado entre los mejores de la artista. No obstante, y por múltiples razones, esta colección de canciones grabadas en Nashville con el productor y guitarrista de country Kelso Herston forman quizá su disco más completo y encantador. Hay quien lo considera una especie de primo desconocido del ‘Dusty In Memphis’ de Dusty Springfield, y algo de eso hay, más allá de la aparición de ‘Son Of A Preacher Man’ en ambos LPs: la moda por el sonido Southern Soul y Swamp Funk de artistas como The Band, Dr John o Tony Joe White de final de la década (todos ellos debutaron en el 67-68) los influyó de manera similar. Pero en el caso de Bobbie Gentry la cosa le pillaba mucho más cercana por ser realmente una rosa sureña de los pantanos de Mississippi.
El disco comienza con su canción homónima, ‘Touch ‘Em With Love’, crucialmente compuesta por el combo Hurley/Wilson, los autores de ‘Son Of A Preacher Man’, y que dice a gritos “soul sureño”. Sirve pues como ejemplo de lo que es una de las mezcolanzas estilísticas más interesantes de la música norteamericana: inflexiones de soul y gospel en las voces, pero en canciones con armonías y melancolía propias del country y el folk; letras narrativas de ambientación rural o intencionadamente antigua combinadas con baterías con síncopas al estilo del funk (recordemos que muchos, Dr John incluido, opinan que dicho estilo proviene en realidad de Nueva Orleans).
Como hemos comentado, ya las primeras grabaciones de Bobbie adolecían de una cadencia cercana al funk, pero como en el caso de la Oda a Billy Joe, el ritmo lo llevaba la guitarra. En este disco las baterías pasan a desempeñar esa función, pero Bobbie está claramente sobre terreno de sobra conocido. Su naturalidad es pasmosa, tanto en su fraseo impecable como en esa facilidad que tiene para pasar de su voz de seda a un casi aullido.
El segundo corte bascula hacia lo que será el otro polo del disco: canciones de pop, folk pop o -como en este caso- country pop, arregladas con exquisitez y cuerda. ‘Greyhound Goin’ Somewhere’ es probablemente mi favorita del disco. Compuesta por Michael Murphey, parece hecha a medida de Bobbie y su sino de rompecorazones que no encajaba en las relaciones estables (sus dos matrimonios apenas suman 14 meses en total): “Podría quedarme otro día pero me temo que querrás que te diga que te quiero / Y no es que no vaya a hacerlo, es que no quiero dejar otro corazón roto a mi paso / Así que llévame a la estación y seguiré mi camino / Hay un autobús Greyhound que sale hacia cualquier parte”. Hermosos versos que en la aterciopelada y sugerente voz de Bobbie derriten el oído.
Hacia el final la emoción crece: el maravilloso arreglo orquestal de Don Tweedy (que trabajaría años después con Elvis y Johnny Cash), sutil pero directo al corazón a partir del segundo estribillo, y por supuesto la voz de Gentry recitando los destinos del autobús de línea. “Detroit, Cincinnatti, Seattle, Chattanooga…” nunca sonaron con tan insospechado erotismo. En definitiva, una de esas maravillosas perlas que esconden los LPs a veces. Grupos como los Zephyrs o Camera Obscura la descubrirían y harían versión décadas después.
‘Natural To Be Gone’ enlaza con la misma temática, la de alguien para quien es natural marcharse, y fue escrita por John Hartford (autor de la inmortal ‘Gentle On My Mind’ de Glenn Campbell, con quien Bobbie grabó un disco de duetos el año anterior). El sonido más bluegrass del original de Hartford se dulcifica en el arreglo para este disco, sin duda más “countrypolitan”, el sonido que hizo a Nashville famoso. De nuevo una gran interpretación vocal, con ese timbre suave y ronco a la vez que en inglés llaman “husky voice”, y del que Bobbie Gentry es sin duda la reina.
La cara A culmina con las dos únicas canciones compuestas por Bobbie. ‘Seasons Come, Seasons Go’ es una perfecta pieza de psicodelia folk-pop con breakbreat incluido. La larga letra florece exuberante con imágenes psico-idílicas de la naturaleza (“Relámpagos como dardos entre los pinos, atrapados en una tormenta de verano (…) Las hojas crujientes bajo mis pies giran en un caleidoscopio de colores”). ‘Glory Hallelujah How They’ll Sing‘ es un cuadrito costumbrista sobre un típico domingo en las iglesias protestantes del sur, con luminosos ecos de música gospel.
La cara B comienza con otro de los más soberbios temas: ‘I Wouldn’t Be Surprised’ es una maravilla de pop orquestal en compás de 3/4, el lamento por un amante huido a los brazos de otra, que Bobbie interpreta con matices y variaciones casi propias de una actriz, pasando de la fragilidad de los primeros compases al agudo lamento de los estribillos, con momentos de emocionante desesperación, como cuando canta “Y si ella alguna vez te hace daño / debería hacer una locura / …como volver contigo”.
‘Son Of A Preacher Man’ sirve como apropiado cambio de tono tras la melancolía. Nunca desbancará a la excepcional versión de Dusty Springfield, quien la grabó meses antes, a finales de 1968, pero vaya si es una versión que podría competir con ella. En ambos casos, una voz blanca cantando con sensualidad sobre Billy Ray, ese hijo del predicador que tan bueno era enseñando. Otra historia del sur con extra de picante, perfecta para esta canción de swamp soul pop: “Ser buena no siempre es fácil / Por mucho que lo intento / Cuando comenzaba a seducirme / Venía y me decía que todo iba a ir bien / ¿Me puedo volver a escapar esta noche?”
El ritmo de la versión de Bobbie es más claramente funk que la de Dusty, con las síncopas muy marcadas. De nuevo perfección rítmica en la voz, que además encarna inolvidablemente a esa adolescente fogosa que flirteaba en la parte trasera de una iglesia del sur. Mención especial, por cierto, a la grabación original de esta canción, menos conocida pero arrolladora. La grabó Erma Franklin, hermana de Aretha.
‘Where is the Playground, Johnny’ sirve como interludio romántico, una versión de la canción de Jimmy Webb (con “Susie” cambiado por “Johnny”) que ya hiciera Glenn Campbell. Relata el agridulce final de un romance adolescente en poco más de dos minutos y medio, otro ejemplo de la admirable concisión del pop de hace cinco décadas (sólo dos canciones del disco pasan de tres minutos).
El ‘I’ll Never Fall In Love Again’ de Burt Bacharach es la penúltima canción, y supuso su gran éxito de 1969, especialmente en Reino Unido, donde llegó al número uno. Una fabulosa versión de una canción originalmente de corte humorístico, pero que en la voz de Gentry y con los de nuevo brillantes arreglos orquestales de Don Tweedy se eleva a una altura impensable y adquiere una coloración melancólica que la convierte en uno de los grandes singles de pop orquestado de finales de los 60. El arreglo mantiene algunas de las constantes del disco, como el suave ritmo breakbeat. La irresistible voz frágil pero tenaz de Bobbie fue sin duda el secreto del éxito del single en Europa.
“¿Qué obtienes cuando entregas tu corazón? / Te lo destrozan y vapulean / Eso es lo que consigues, un corazón hecho añicos / No me volveré a enamorar”. La melancolía de la canción queda congelada como en ámbar en esos últimos compases instrumentales, apenas unos segundos de chaston, piano… y finalmente “fade out”. Que conduce al impecable final de ‘You’ve Made Me So Very Happy’, una versión del tema de Brenda Holloway que en 1969 volvieron a grabar Blood, Sweat & Tears. La canción supone un excelente resumen de lo que este disco ofrece, con su melodía y arreglos de pop 60s (precioso estaccato de cuerda incluido) y su ritmo country funk, que como en otros momentos del disco coge el clásico ritmo de 4/4 y le hace levantar el vuelo, en los compases finales especialmente. Es el final de un disco sofisticado y a la vez pantanoso, firmado por la que es una de mis tres o cuatro voces femeninas favoritas de todos los tiempos, y una de los cumbres de una forma de hacer pop que recientemente Lucinda Williams ha citado como la inspiración para su próximo disco de este año.
Nota final para interesados en indagar más en el sonido country funk: la sensacional recopilación del sello Light In The Attic de hace dos años, que incluía canciones de la propia Bobbie y de artistas como Tony Joe White, Dale Hawkins o Link Wray.