La canción italiana -la canzone- es uno de los pocos reductos que nos quedan a salvo del pensamiento único musical, aunque quizá sea mejor así. Desde que el Europop -ese arsenal de guilty pleasures noventeros que disfrutábamos en la intimidad del espacio de Schengen- fue redescubierto por will.i.am no dejo de contar los días que faltarán hasta que Kanye se tope con la etapa dorada del festival de San Remo y todo mi mundo se venga definitivamente abajo. Y ojo, que la boda de Kanye fue en Italia. Mientras tanto, todavía podemos disfrutar sin la presión de las modas de las interpretaciones de una Mina, de las orquestaciones de un joven Ennio Moriconne o de las composiciones de un Pino Donaggio. Algo que, a decir verdad, ya han hecho algunas almas libres de la cultura anglosajona. Recordemos al inquieto Mike Patton con aquel estupendo «Mondo Cane» donde versionaba sus canciones italianas favoritas o la impresión que le produjo a Erlend Øye descubrir de golpe todo ese mundillo.
Diversas figuras han evolucionado el género desde los 60. Lucio Battisti lo hizo madurar en los 70 y Franco Battiato lo mezcló con mil cosas imposibles hasta redefinirlo en los 80. Pero, ¿y ahora? ¿Qué queda de todo aquello? Si tuviera que dar un solo nombre, sin duda debería ser el de Vinicio Capossela. Su revitalización de la canzone a través de la influencia del Tom Waits más portuario (aquel donde Marc Ribot brilla más) ha encontrado multitud de hallazgos desde los años 90 (un buen número de ellos recopilados en el recomendadísimo «L’indispensabile»). Sin embargo, en los últimos años, Capossela ha ido transformándose en un artista más maduro, complejo y -por momentos- aburrido: discos dobles sobre canciones marineras, versiones en clave griega de sus propios temas, detalles de world music, grandes montajes escénicos, etc. Intelectualizaciones que ayudan a terminar de encuadrar su figura de «gran artista» pero que lo alejan del pop y el tono ligero de sus inicios.
Justo en ese momento es cuando comienza la carrera en paralelo de Mirco Mariani -multiinstrumentista en la banda de Capossela- bajo el nombre de Saluti da Saturno. En 2010 debuta con ‘Parlare con Anna’, al que le sigue en 2012 ‘Valdazze’. Dos discos bonitos donde se identifica un desvío de la línea de Capossela (que colabora en varios cortes del primero) hacia momentos más íntimos, despreocupados y, por momentos, próximos a la canción de autor. Sin embargo no fue hasta el año pasado cuando Mirco Mariani se soltó definitivamente. Sin perder su referencias previas e incluso tendiendo la mano a la vanguardia (colaboraba Arto Lindsay), el inspiradísimo ‘Dancing Polonia’ supuso un gran volantazo pop dentro de su carrera en solitario. Apoyándose constantemente en el pianoforte y plagado de momentos que no defraudarían a cualquier aficionado a -por ejemplo- Antònia Font, Saluti da Saturno conseguía ocupar, con todo merecimiento, el hueco que Vinicio Capossela iba progresivamente dejando de lado dentro de la canzone.
Por eso, la publicación este año de «Shaloma locomotiva» no me puede resultar un paso más lógico. Se trata de un breve disco de versiones (bueno, la pequeña intro que le da título es original) entre las cuales figuran bastantes iconos de la canzone: uno de los mayores clásicos italianos de la historia, ‘Romagna mia’ de Secondo Casadei, se vuelve angulosa y arisca mientras que la originalmente pachanguera ‘Ciao Mare’ -de su sobrino Raoul Casadei- se convierte en una nana plagada de melancolía.
De la misma manera, el estándar ‘Il tango delle capinere’ se mezcla con evocadores ecos caribeños y la mítica ‘Io vorrei non vorrei ma se vuoi’ de Lucio Battisti pasa como una canción pop completamente actual.
Entre los temas menos conocidos, la extraña ‘Sassi’ -una rareza de Gino Paoli- se carga de intensidad mientras que ‘Io che amo solo te’ pasa de ser un número menor de Sergio Endrigo a un clásico en toda regla. Pero no solo de canzone vive «Shaloma locomotiva». De la mano de la adaptación que, de nuevo, Sergio Endrigo realizó de un poema de José Martí (‘La rosa bianca’), aparece una versión de Consuelo Velasquez (‘Baciami tanto’, prácticamente secuestrada por el ‘Temptation’ de Tom Waits) y hasta una preciosa interpretación de la tradicional mexicana ‘La paloma azul’. Con todo, el resultado es de lo más coherente y ratifica a Mirco Mariani como la figura a seguir dentro de la nueva canción pop italiana. Buen conocedor de los clásicos de su cultura e influenciado tanto por la música anglosajona como por la eslava y latinoamericana, «Shaloma locomotiva» bien parece un concienzudo ejercicio de estilo que hace suponer que su próximo paso en un disco de canciones originales puede ser todavía mayor. En calidad y en repercusión. Ojalá… ¿O mejor no?
Clasificación: 7,9
Lo mejor: ‘Il tango delle capinere’, ‘Io che amo solo te’, ‘Ciao mare’, ‘Baciami tanto’
Te gustará si te gusta: Vinicio Capossela, Lucio Battisti, Marc Ribot, el disco coplero de Maria Rodés.
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