La idea de un disco de standards cantados por Bob Dylan puede parecer a priori desde una “boutade” de la edad hasta una claudicación estilística, cuando no una osadía debido al actual registro vocal de la veterana leyenda del folk-rock. Pero nada más alejado de la realidad: ‘Shadows In The Night’ es más coherente con la trayectoria de este artista de lo que parece, además de resultar una completa exquisitez cantada con delicadeza y gusto. En realidad Dylan lleva interpretando clásicos del “Great American Songbook” desde hace décadas: ya lo hizo en las Basement Tapes, siguió en los ochenta, e incluso ‘Lucky Old Sun’ -aquí incluida- aparecía ya en sus conciertos de los primeros noventa. Todo ello como continuación de una tradición de la música popular y folk en la que la elección de canciones fue más ecléctica de lo que nos parece en la actualidad, y siempre hubo sitio para tomar piezas prestadas de otros estilos. Por ejemplo Pete Seeger interpretaba canciones de Gershwin habitualmente y discos como el ‘Stardust’ de Willie Nelson (1978) establecieron hace ya mucho tiempo el modelo en el que se mira este ‘Shadows In The Night’.
Un modelo en todo caso poco seguido, porque el disco de standards al uso en la actualidad (desde Rod Stewart a Lady Gaga) tiende a respetar los cánones arreglísticos de la tradición (pianos, orquestas, grandes secciones de viento), poniendo al cantante en la tesitura de tener que cantar con la proyección vocal de ese tipo de acompañamientos. Sin embargo Dylan, como Nelson anteriormente, ha elegido grabar las canciones con parquedad, usando su banda de acompañamiento habitual sin apenas adornos, en un admirable ejercicio de «menos es más». El resultado es una maravilla en la que las intensas pinceladas de solemne orquesta de los originales las traza una frágil y embriagadora guitarra lap steel, la percusión no existe más allá de la delicada pulsación del contrabajo, y la frontera entre el Gran Cancionero Americano y los clásicos populares parece diluirse por momentos, desde ese ‘I’m A Fool To Want You’ inicial que suena a canción de Hank Williams arreglada para un disco de Jimmy Scott hasta aquel brillante ‘Full Moon And Empty Arms’ -adelanto del disco hace ya meses- y que parece una balada de country de destellos hawaianos al viejo estilo de los 50. Hace muchos años ya que Dylan habló de su fascinación por el compositor de Broadway Harold Arlen y los ecos «populares» que oía en sus piezas: «en las canciones de Harold oía claramente el blues rural y la música folk. Había un parentesco emocional con ellas que no podía pasar por alto. Siempre me cautivó su agridulce y solitario universo». En ‘Shadows In The Night’ no hay piezas de ese compositor, pero su espíritu de hermanamiento entre la música americana “noble” y la rural sobrevuela todo el disco, y es aquí el gran logro de Dylan: conseguir aterrizar en ese punto común musical creando algo hermoso. Así ‘That Lucky Old Sun’ -otro buen ejemplo- adquiere tonalidades de himno gospel, no demasiado alejadas de la bella versión que Lavern Baker hizo en 1955. En definitiva, caminos que se llevan cruzando más de medio siglo.
‘Shadows In The Night’ es un disco muy pensado, desde sus arreglos hasta la forma de ser cantado, o la ausencia voluntaria de parafernalia tecnológica durante la grabación. Dylan lo explica con rara sinceridad en una fascinante entrevista, la única que ha hecho para promocionar el disco y que concedió -quizá socarronamente- a la revista AARP (American Association of Retired Persons). En ella habla de la importancia de no usar batería al hacer estas canciones, o lo mucho que estudió todos los arreglos, desde los del orquestador Harry James hasta los de Pérez Prado, para luego diluirlos en una sobria línea melódica de pedal steel (delicadísimo Donnie Herron). El resultado, cuenta, «es casi como música folk, en cierto modo. Es decir, no había batería en los discos de Bill Monroe, y Hank Williams no la usó tampoco. A veces la percusión hace que el ritmo pierda misterio». Y ese es precisamente uno de los grandes aciertos de la producción, porque misterio es justo lo que recubre a estas canciones, un misterio de belleza solemne, de neblina anticuada pero a la vez atemporal. Al pelar las capas de arreglos el artista ha hecho una serie de “uncovers” (como él mismo los denomina) que en su minimalismo suenan más modernos que los originales.
En el apartado vocal, Dylan logra algunas de las interpretaciones más bellas de su etapa madura. En la entrevista habla de la importancia de «habitar el interior de las canciones», que no funcionan si las cantas con una falsa emoción, y habla de los cantantes que «te cantan a ti» (Sinatra, Hank Williams) frente a los que «cantan contra ti», como si te arrojasen la canción. El nivel de intimidad que logra en algunas de las piezas del disco (‘What’ll I Do?’, ‘Autumn Leaves’) le sitúan sin duda en la primera categoría y al nivel de grandes momentos vocales de su carrera como el ‘Blood On The Tracks’ o el ‘Oh Mercy’. Paralelamente, los cinco músicos le arropan con tanta sutileza que se los imagina uno rozando apenas sus instrumentos con las yemas de los dedos. Además de los ecos evidentes del gran Santo Farina (de Santo & Johnny), la delicadeza de las guitarras recuerda a la hermosura líquida y trémula del gran Manuel Galbán.
Las diez canciones se grabaron en directo en el estudio, en pocas tomas, sin más efectos que las legendarias cámaras de eco de los Capitol Studios. Al concluir los 34 minutos de duración queda en los oídos un regusto de placidez elegante, de cierto tono fúnebre (propiciado por los sutiles arreglos de viento que aparecen ocasionalmente), en el que sin embargo prevalece la celebración sobre la atmósfera crepuscular. La melancolía puede ser la más bella de las manifestaciones musicales, y a fin de cuentas las de ‘Shadows In The Night’ son canciones de amor. De esas que dentro de 300 años se seguirán recordando.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘What’ll I Do?’, ‘I’m A Fool To Want You’, ‘That Lucky Old Sun’
Te gustará si te gusta: el Gran Cancionero Americano, Dylan, o ambos.
Escúchalo: adelanto en Youtube.