‘Masterchef’, el formato que terminó de poner de moda los programas de cocina en España, vuelve con el peligro de mostrarse ligeramente desgastado, ya dos años después y con otros formatos similares, especialmente ‘Top Chef’, cuya segunda temporada fue gloriosa por varios motivos, acechando.
Lo acertado de los tres miembros del jurado de ‘Masterchef’, su sentido del ritmo, su montaje y sus cástings han hecho que no nos importe que sus concursantes amateur sean mucho más desastre que los de otros programas de profesionales. Sin embargo, sí sorprende que sus guionistas no se hayan guardado un as en la manga para este tercer año seguido y con la versión Junior tan reciente, concentrándose totalmente por el momento en los encantos de ediciones anteriores: bromas recurrentes que empiezan a tornarse cansinas (Pepe come mucho, Jordi es el jurado moderno, cuando luego no es tan moderno) y sobre todo una serie de patrones en cuanto a los concursantes elegidos de los que se está abusando peligrosamente.
El espectador ha podido adivinar desde el segundo cero que el estudiante de Medicina, Alberto, era el «Fabián», el yogurín de este año; que la nutricionista embarazada que no permite la entrada ni de chorizo ni de chocolate en su casa, sería la «Celia» (vegetariana) de este año; que Pablo sería el «Penas» de este año; y que María de la Encina sería la nueva ama de casa clasificada, la «Maribel» que se niega a renovar su cocina clásica.
Nada nuevo bajo el sol, con alguna salvedad como Carlos, un vendedor ambulante como recién salido de ‘Hombres, mujeres y viceversa’, aparentemente más preocupado por tirarle los tejos a toda gachí viviente que por la cocina, aunque por lo visto no cocina mal; o los prometedores Kevin y Mila, el uno por su calma y su peinado perfecto, y la otra por su pasión y nervio. E incluso en los trucos de cásting que suenan más familiares, el asunto puede prometer tanto como en ediciones anteriores: María de la Encina ha dicho que va a montar «un Dos de Mayo» cuando la eliminen y su agresividad realmente no tiene nada que ver con el Lexatín hecho mujer que fue Churra en la segunda edición.
Además, el programa de momento ha entretenido ya durante este desagradecido «programa cero» en el que se empeñan en mostrar un cásting con decenas y decenas y más decenas de aspirantes, que cada vez parece más innecesario. Chicos, coged a quien queráis, como si es a dedo: tanto nos da. Las expulsiones exprés mientras guisaban sí ha jugado a favor, y también el suculento avance del programa que viene, donde otra expulsión exprés, la mar de humillante, parece inminente. 8.