Las críticas al Record Store Day no son algo nuevo, de hecho ya en 2011 se escucharon las primeras: el sello americano Numero Group criticaba entonces que las multinacionales se estuviesen apuntando al carro reeditando para la ocasión discos de interés -según ellos- dudoso, y se mostraba preocupado por la “avalancha” de 277 lanzamientos especiales para ese día. El hecho de que para este 2015 el número ascienda a 592 puede dar un poco la medida de la sensación de hartazgo y frustración que se empieza a percibir en los diversos ámbitos que rodean a este evento que echó a andar en 2007. Porque si el año pasado ya informamos del sufrimiento para los fans que supone el RSD, un sentimiento encarnado entonces en la voz de Paul Weller -que decidió desvincularse de la cita anual- este año nuevos sellos, algunas tiendas y hasta alguna fábrica han empezado a airear su exasperación.
La veda la abrieron hace unas semanas los sellos independientes Sonic Cathedral y Howling Owl, con el anuncio de que no participarían este año y la inauguración de una web llamada Recordstoredayisdying.com en la que van a vender un split single de Spectres y Lorelle Meets The Obsolete en tirada de 365 copias, de las cuales pretenden vender una copia por día en el espacio de un año. Es su manera de protestar por un evento que, según dicen “se ha vuelto precisamente eso, otro evento de ese circo anual de la industria de la música que comienza con la lista “BBC Sound Of” y acaba con el Mercury Prize. Las multinacionales se han apropiado de él y lo usan como otro instrumento de márketing, como una aparición en “Later… With Jools Holland” o conseguir tocar en Glastonbury a la puesta de sol. Si te apetece hacer una cola de horas el 18 de abril para comprar un single de los Mumford & Sons o un 12” con sobreprecio de Noel Gallagher para venderlo después en eBay, genial. Pero ¿qué demonios tiene eso que ver con nosotros? U2 ya defecaron su disco en nuestro iTunes, ¿por qué tienen que estreñir las fábricas de vinilo con él también? Y además hay un picture disc de ‘Take On Me’ de A-ha. Por supuesto que es un buen single de pop, pero es muy probable que haya una copia de segunda mano en la tienda de Oxfam a la vuelta de la esquina”.
En tan expresiva nota de prensa se encierran algunos de los males que aquejan al Día de las Tiendas de Discos y, por extensión, al boom del vinilo. Uno es por supuesto la aparición de oportunistas que revenden los discos. Pero más allá de eso está ese “estreñimiento” que las multinacionales llevan infligiendo ya varios años en las fábricas de este formato. Como es bien sabido el número de plantas de prensado es limitado, porque ya no se fabrican nuevas máquinas, y toda la industria del vinilo actual se sustenta en maquinaria antigua. A medida que las multis se han ido apuntando al carro del vinilo han ido copando las factorías de todo el mundo. Desde hace un par de años dicha sobrecarga se concentra especialmente en los meses previos al Record Store Day, y cada vez más sellos pequeños se quejan de que esa invasión afecta no ya a sus lanzamientos con motivo de dicho día, sino también a los de todo el año. Igual que Christina Rosenvinge en nuestra entrevista, ayer mismo Guille de Wild Honey comentaba en Twitter que la edición de su reciente disco se ha retrasado algunos meses por esa razón, uno más de las decenas de ejemplos expuestos por muchos artistas en los últimos años.
Pero es que este año también algunas fábricas de discos han expresado su preocupación. La empresa inglesa Carvery Cuts se quejaba hace poco de la enorme presión que suponen la fechas de fabricación y hablaba de un “secuestro” de las fábricas por parte de las multinacionales. Comentando que el año pasado les costó casi seis meses recuperar el ritmo normal de producción tras el RSD, anunciaban que este año no han aceptado ningún encargo relativo al evento. Como colofón, ahora algunas tiendas empiezan también a expresar su descontento. En el Reino Unido establecimientos como TAM Records o Rye Wax han organizado una “fiesta anti-RSD”, declarando que “es el día del año dedicado a celebrar la compra de discos y resulta que las tiendas están invadidas de gente y los lanzamientos especiales a precios astronómicos. Así que nosotros pasamos y nos vamos a centrar en vender ese día discos de sellos locales. También haremos algunos conciertos en las tiendas con bandas locales”. Tampoco es difícil encontrar tiendas norteamericanas quemadas con el evento. Hace unos días, por ejemplo, el dueño de una pequeña tienda de Cleveland escribió un artículo muy revelador sobre los problemas logísticos que el RSD causa a establecimientos pequeños como el suyo. En él explica con doloroso detalle su desastrosa experiencia con la distribución de los discos del RSD del año pasado, que no llegó a recibir a tiempo para el evento a pesar de haberlos pedido con suma antelación y relata cómo los mensajes tranquilizadores de la distribuidora finalmente se convirtieron en emails de disculpa por haber acabado “saturados” de pedidos. Como otras tiendas, anuncia que no participará este año.
Sin embargo otras tiendas como Rise, en Bristol, han respondido a las críticas con artículos en defensa del día. En su análisis destacan que los discos especiales para el RSD editados por multinacionales no llegan al 25%, que por cada 10” sobrepreciado a 22 libras hay un 7” a muy buen precio, o que se ha exagerado el efecto de los revendedores en eBay, porque las tiendas difícilmente consiguen vender todo el stock del día y las semanas siguientes lo pueden poner a la venta en sus webs. Curiosamente este hecho también es resaltado por otro reciente artículo como prueba del desinfle del evento: la cantidad de discos con la pegatina “Record Store Day” que siguen cogiendo polvo en las estanterías de las tiendas hasta dos y tres años después indica, según el autor, que la cosa se ha ido de las manos.
En su respuesta oficial a las críticas, la Entertainment Retailers Association (entidad que organiza y gestiona el Record Store Day) se quejaba de que las mismas “hacen un flaco favor a uno de los eventos promocionales más exitosos de las últimas dos décadas” y resaltaba que este año se había insistido especialmente a los sellos para que cuidasen la calidad de los lanzamientos, que de hecho ha supuesto un ligero descenso en los lanzamientos de 2015 (de los casi 700 del año pasado a 592). Insistía también en que tres de cada cuatro de esos discos provienen de sellos indies, y recordaba a las críticas venidas de algunos sellos que es un evento dedicado a las tiendas y no a ellos.
Con todo este panorama 2015 está resultando sin duda el año del “backlash”, del cambio a peor en la percepción colectiva de este acontecimiento anual. Es evidente que hay un efecto burbuja, y que muchos de los males denunciados son el indicio de otros problemas a mayor escala, por ejemplo el de la saturación de las fábricas. Verdaderamente es una triste ironía que quienes mantuvieron esas plantas de prensaje a flote durante los 90 y los años dos mil (los sellos independientes) se vean ahora relegados por esas mismas fábricas con el regreso de las multinacionales al negocio del vinilo. Sin embargo, parece claro que el evento sigue mereciendo la pena, ya que los sellos o tiendas desvinculados siguen siendo una minoría. El tiempo dirá si el RSD reflexiona sobre algunos de estos problemas y plantea medidas para atajarlos. Previsiblemente la burbuja de los lanzamientos se irá ajustando y si realmente hay demasiados el propio mercado los regulará – el descenso de este año parece indicar esa tendencia. Nadie quiere fabricar algo que luego no podrá vender, y quizá en algún momento esos recién iniciados en los discos de vinilo que pagan 35 hinchadísimos euros por una reedición de un disco clásico para escuchar en sus platos Crosley se darán cuenta de que una copia original de segunda mano cuesta la tercera parte y seguramente suena mejor. Aunque no pese 180 gramos.