‘Expo 58’: si ‘Mad Men’ fuera una comedia inglesa

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‘Expo 58’: si ‘Mad Men’ fuera una comedia inglesa

expo58«Entretenimiento, risas y placer», eso es lo que dijo ofrecer Jonathan Coe en su nueva novela durante su reciente visita a España. Y no mentía. ‘Expo 58’ (Anagrama), protagonizada por un joven funcionario británico con aspecto de estrella de cine (Gary Cooper para unos, Dirk Bogarde para otros) que es enviado a la Exposición Universal de Bruselas de 1958 y se verá convertido en espía aficionado, recuerda mucho en el tono a películas tipo ‘Charada’ o ‘Con la muerte en los talones’ (la favorita del novelista); comedias de intriga que bajo su apariencia de divertimentos ligeros, de estar realizadas para brindar al espectador «entretenimiento, risas y placer», escondían jugosas (re)lecturas y toneladas de talento cinematográfico. ‘Expo 58’ es eso: un divertimento de alto nivel literario.

Con las pocas comedias que se publican al año, un género cada vez más arrinconado en la literatura, la publicación de un libro de Jonathan Coe (‘¡Menudo reparto!’, ‘La espantosa intimidad de Maxwell Sim’, ‘El club de los canallas’) es casi un acontecimiento. ‘Expo 58’ es una divertida, encantadora e irresistible mezcla de sátira sobre la identidad británica (puro humor inglés), parodia de las novelas de espías (a lo Ian Fleming), retrato melancólico de la aburrida clase media inglesa de los años 50 (muy diferente a la glamourosa de ‘Mad Men’) y nostálgico acercamiento a un pasado optimista e ingenuo que preconizó un futuro que nunca llegó.

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La Exposición Universal de Bruselas de 1958, con el Atomium como gran emblema, le sirve al autor como poderosa metáfora sobre las promesas incumplidas de la Europa de la época –la concordia después de la guerra, la inocua e ilimitada energía nuclear, la sociedad del bienestar- y los sueños rotos de sus ciudadanos de clase media. El protagonista de la novela verá cómo su estancia en la Expo pone su mundo del revés y lo ensancha como nunca había imaginado: nuevas expectativas laborales, enriquecedoras amistades, excitantes romances y hasta una «misión» digna de James Bond.

«No sabemos quiénes somos hasta que aparece una nueva circunstancia que nos lo revela», dice en un pasaje de la novela. De repente su apacible vida familiar, con su esposa, su hijo recién nacido y su vecino con problemas de callos, se revela anodina, insustancial y deprimente. Las puertas de la Expo son también las de un mundo nuevo: estimulante, emocionante, divertido… perecedero, ilusorio, falso. Un espejismo de cartón piedra, una ficción que, como las novelas, dura lo que tardas en leerla. Esa es la trágica paradoja de esta comedia melancólica: que te cambie la vida algo destinado a desaparecer, que ensanche tus horizontes algo que no los tiene. 8.

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