Lo que sucedía en los años siguientes con Justin Bieber era mucho peor: tres años de polémicas y ridículos varios y estadios a medio llenar: el día que fue arrestado por asalto y conducción temeraria, el que fue condenado a dos años de libertad condicional, el que tiró huevos a un vecino, el que recibió una orden de arresto internacional por agredir a un fotógrafo, el que meó en el cubo de una fregona, el que se desplomó en directo, el que fue expulsado de Coachella, el que se tuvo que disculpar por mancillar una bandera argentina, el que vomitó sobre el escenario, el que una fan le grabó dormido en un hotel, el que le ofrecieron 2 millones de dólares por hacerse actor de porno gay, el que utilizó un mono sin permiso para ello, el que dijo que ojalá Ana Frank hubiera sido «belieber», el que se tuvo que disculpar por un chiste racista, el que se presentó su muñeco hinchable, el que un tipo se inventó que Justin le había robado su tarjeta para un alargamiento de pene, el que se desnudó para su abuela (para mí el más turbador de todos) y sobre todo los muchos que tuvo problemas con las drogas para disgusto de los más pequeños.
Ha generado tanto odio que le han atacado en un club y también en el escenario, un Black Key dijo que era un «jodido imbécil» y fue objeto de un plan para ser castrado y asesinado. Incluso una campaña de Amnistía Internacional jugaba con la idea de que escuchar a Bieber era peor que ser torturado para Iggy Pop. Al finales de 2013, Bieber anunció que se retiraba en dos ocasiones. El fin. Adiós a una estrella para los niños.
Pero no. Por alguna razón, la opinión pública ya no está tan en contra de Justin Bieber. Chvrches le versionan, Florence + The Machine también, Diplo y Skrillex le ofrecen el mayor temazo de Jack Ü, y su single de regreso ‘What Do You Mean?‘ termina siendo número 1 en todo el mundo y no por el apoyo de sus fans: avanza en radio, obtiene buenas críticas, Pitchfork dice que ha hecho una (bueno dos) de las 10 canciones del verano. Gusta.
No soy de la opinión de que la polémica venda discos. Si fuera así, Azealia Banks habría sido número 1, o al menos número 10, y la popularidad de Russian Red habría ido en aumento en lugar de todo lo contrario; por lo que el caso Bieber parece todo un misterio por resolver. Lo fácil sería asumir que Justin ha presentado dos buenas canciones seguidas -‘What Do You Mean’ y ‘Where Are Ü Now’- y ya está, pero ni las anteriores eran tan sumamente malas ni las nuevas tan sumamente espectaculares como para reducirlo todo a eso. Más bien parece que las polémicas y otros pasos han ido logrando que, a pesar de su aspecto físico aniñado (y tengo mis dudas de que alguna vez vaya a echar cuerpo), ha ido haciéndose poco a poco con una imagen más… no diré «adulta» porque conducir pedo desde luego no lo es, pero sí menos infantil, menos enfocada a un séquito de quinceañeras que pronto serán mujeres y se olvidarán de él.
Y no me refiero a que haya enseñado el culo o a que haya posado en calzoncillos, que supongo que un poco también. Sino a que ese Justin Bieber que pronto se codeaba con Kanye West ha seguido en la misma línea de lo que ya dejaba ver ‘Believe’, subiéndose al escenario con Drake, trabajando con Chance the Rapper, estrenando vídeo gamberro con Nicki Minaj, versionando a Metallica y a Johnny Cash, al tiempo que no perdía el contacto con la calle haciéndose graffitero o desplazándose en patinete (una chorrada, pero en esas querría ver yo a Selena Gomez). Y sobre todo manteniendo un sentido del humor, como el mostrado en Funny or Die, que no hemos visto en estrellas como Kanye West. Entre otras, se ha mostrado ensangrentado y amoratado (como muchos querían verle) en uno de sus vídeos y no hay que olvidar la patochada que maquinó con Ariana Grande en apoyo de ‘I Really Like You’ cuando Carly Rae Jepsen tanto lo necesita. En resumen, seguirle no es lo mismo que seguir a una estrella infantil, ahora es divertido. No es tan imprevisible como Miley, pero casi.
Desconozco qué pasará el 13 de noviembre, cuando su nuevo disco se enfrente en las tiendas a uno mucho más blanquito, el de One Direction. Es probable que pierda la primera batalla, pero ahora se huele de lejos cuál de los dos ganará la guerra.