Lloriquear por las esquinas no es el mejor modo de convencer al mundo de que tu catálogo está infravalorado, pero Jordi Sánchez tiene parte de razón y si no nos lo hubiera dicho él no nos lo habría dicho nadie: se desconoce por qué OBK no tienen un poquito más de reconocimiento, no de Rockdelux, sino del tipo que sea. Sí, sus letras eran una cursilada adolescente, pero también las de Alejandro Sanz, mejor considerado entre ciertos sectores; sí, sus maneras de líder un tanto estresantes, pero también las de Ana Torroja. Mecano también hicieron cosas horribles y también copiaban a los grupos británicos. Ni unos merecen tanto ni otros tan poco.
Un disco de baladas revisitadas con un título que da vergüenza decir en voz alta no es la mejor manera de convencernos de lo equivocados que estamos, pero en cualquier caso, incluso así, con este panorama tan presto para el escarnio, su proyecto sale más o menos airoso. La cuestión de fondo es que OBK tuvieron un arsenal de hits que fue mucho más allá de su primer disco y que incluso en cuanto a la balada fue destacable. Aquí se recuperan algunas (también medios tiempos) como ‘La princesa de mis sueños’, ‘De qué me sirve llorar’, ‘El cielo no entiende’, ‘Falsa moral’ o ‘Historias de amor’.
No siempre topamos con la previsible versión sobrecargada de cuerdas preparada para la lágrima navideña ni tampoco con la experimentación minimalista electrónica que habría cabido esperar de un grupo synthpopero, y esa es la pequeña victoria de ‘De corazón’, la sorpresa. ‘Historias de amor’ sí mantiene su inspiración electrónica aunque reducida en bpm’s y ‘Perdimos la batalla’, por ejemplo, con sus cuerdas y marcha militar podría recordar a algunos temas de la última Madonna más reflexiva (‘Heartbreak City’, ‘Messiah’). Esto o el aire Disney-Bocelli (también lennoniano) de ‘La princesa de mis sueños’ es más o menos lo que esperábamos.
Sin embargo, lo que sorprende es la aproximación a los terrenos de Vainica Doble de ‘Amar siempre es sufrir’, muy mejorada sin su sonido metalero original; el pop-rock casi propio de Vetusta Morla de ‘Canción para un cobarde’ o la ambientación a lo Corazón de ‘Falsa moral’. De repente Jordi parece más bien un cantante melódico tipo Perales y además cierra el disco con un medio tiempo que parece de los últimos Cranberries, los más optimistas (‘The Concept’, ‘Ordinary Day’ de Dolores en solitario). Y nada de esto es malo. Apenas lo es el innecesario rap francés de la por otro lado notable ‘El cielo no entiende’. El disco, aunque no es la mejor vía para acercarse a OBK (recomiendo un recopilatorio donde no falten ‘Mi razón de ser’ ni ‘A ras de suelo’), mejora algunas de las composiciones originales, cuando lo normal en estos casos suele ser lo contrario, ¿verdad, Alanis?
Calificación: 5,9/10
Lo mejor: ‘Amar siempre es sufrir’, ‘Tal vez’, ‘Historias de amor’
Te gustará si: te gusta el grupo y ya estás en modo Navidad.
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