Pese a estrenar sello, poco más cambia en ‘¡Viva!’. Con la misma formación desde hace un lustro, es el tercer álbum de los madrileños producido y grabado de manera consecutiva por Pablo Díaz-Reixa y Brian Hernández. Ya son el sexto miembro (siamés) de la banda. Entienden perfectamente el sonido punsetes y saben darle a las guitarras ese punto volcánico tan particular. En este disco la mayor novedad en el plano sonoro es, al margen de algún detalle (como esas guitarras que suenan a sintes –¿o es al revés?–), que el trabajo técnico permanece en un plano secundario, mate, que no pretende destacar o luchar respecto a las canciones.
Parece lo más apropiado para un disco que es (recalco intencionadamente) tope punsetes, de cabo a rabo. Jorge y Manu logran, una vez más, salir airosos del reto que antes mencionábamos: manejando siempre una baraja de recursos similares, consiguen asentar definitivamente su huella personal. A veces, sí, podemos encontrar reminiscencias de ‘Tan lejos, tan cerca’ por aquí o de ‘Nit de l’Albà’ o ‘Malas tierras’ por allá. Pero, además de ser prácticamente inevitable, lo más loable es que no pone en duda la entidad de ninguna canción.
La secuencia rememora a la de ‘Una montaña es una montaña’ y coloca como ariete el single, también llamado ‘¡Viva!’ (una postura de hartazgo ante las cansinas posturas de hartazgo), con cierto sabor afterpunk pero irresistible. Pero en esta ocasión, la premisa parece la urgencia y mantener el pulso rítmico muy alto, sin hacer descender la tensión hasta el final con ‘El manual’, que arroja ácido sobre las teorías para triunfar en el pop, y la amarga, estremecedora ‘Estrella distante’, la canción de más largo desarrollo en su carrera, casi 8 minutos que culminan de forma explosiva. Paradójicamente, está en su disco más inmediato.
Porque el resto va muy a saco. Los buzz-singles ‘Mabuse’, ‘Tu puto grupo’ y ‘Camino’ están ya muy bien posicionados para ser celebrados en directo (a este ritmo de favoritas, sus conciertos acabarán siendo tan largos como los de The Cure, ¿verdad?). Y llevan el mismo camino la atronadora ‘La pereza que me da’ y ’Humanizando los polígonos’. Esta vez ni siquiera cabe poner pegas a las dos canciones que escapan un poco de ese patrón: la planetera ‘Presagios de partida’, por sus ingeniosos giros en la melodía vocal, y la melancólica ‘Alphaville’, que expone las similitudes de nuestra realidad con la distopía de la película de Godard. Esta, además, propone territorios líricos algo distintos y muy, muy potentes: ¿no es «el tiempo es un fuego que me consume, es un tigre, es un río que me arrebata. Pero yo soy el río, soy el tigre y soy el fuego, y ya me da igual lo que venga luego» una emocionante metáfora sobre la madurez?
Bien cierto es que ‘¡Viva!’ parece una prolongación de la asunción de identidad que ya supuso ‘LPIV’, incluso en el poso agridulce de sus letras, repletas de giros que dejándonos ese rictus de perplejidad, a medio camino de la sonrisa y la mueca de espanto. Sin embargo, por la ausencia de algo superfluo, por ser más conciso, compacto y sin tacha, diría que este nuevo disco está incluso por encima de aquel. Es inmaculado, una nueva cumbre.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Mabuse’, ‘¡Viva!’, ‘Tu puto grupo’, ‘Camino’, ‘La pereza que me da’
Te gustará si te gustan: los Punsetes de siempre, los Planetas de ‘Unidad de desplazamiento’.
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