Música

Dejemos de ser secundarias: ¿por qué abrazamos una estética que nos asfixia?

Hace ya tiempo que la imagen “sexy” de muchas de las cantantes pop me molesta enormemente. De Iggy Azalea a Jennifer Lopez, de Little Mix a, en su momento, Holly Valance. Y eso me ha movido a reflexión. ¿Será que soy una mojigata conservadora que no soporta a las chicas guapas? ¿Una envidiosa? Pero, si fuera así… ¿por qué hay intérpretes más explícitas a las que admiro? Madonna, que a procaz, incluso grosera, no le gana nadie, me chifla. O Tove Lo. Por no hablar de Rihanna. Después de pasar por una relación abusiva y de maltratos con Chris Brown (y a pesar del conato de regreso), ha logrado superarlo y ahora hace lo que le sale del coño, literalmente. Luce su cuerpo, orgullosa, independientemente de lo que piensen los demás. ¿Por qué no me suscita rechazo? Pues no es por el qué. Es el cómo. Porque Rihanna, como Madonna o Tove Lo, se muestran como mujeres libres, dueñas de su cuerpo y su sexualidad, que no tienen miedo a ser explícitas, a expresar sus deseos. A exigir. Se muestran como actrices protagonistas de su obra, de su vida. Porque, aunque la imagen sea algo fundamental en ellas, priorizan su carrera, su talento, su música, a su imagen. Becky G, sin embargo, es una secundaria.

Hay mucha gente que confunde, erróneamente, feminismo con puritanismo, celibato, negación del cuerpo. Pues no. Ms Nina comentaba hace poco en esta web a Pablo N Tocino: “Sin querer se me puede considerar feminista, yo me hago fotos sexys, vídeos sexys, moviendo el culo, “ay, papi”, etc, como que no pasa nada con que una chica se sienta sexy, que puedes hacer lo que te dé la gana y no por eso vas a ser una puta. Pero muchas chicas me dicen “no, eso no es feminismo, eso es machismo, el reggaeton es machista, las letras que decís son machistas”». La imagen es importante en el pop. Fundamental. El pop siempre ha vendido sexo, desde que Elvis agitó sus caderas, antes incluso. El sexo siempre está ahí. El deseo es inseparable de nosotros. Flirteamos, seducimos, follamos. Lo que odio es el constreñimiento que sufrimos las mujeres en el pop, en la publicidad, en tantas áreas, a unos códigos estéticos restrictivos. Sólo podemos estar buenas, pero buenas de maneras determinadas. Se nos obliga a usar unos códigos que nos limitan y coartan nuestra sexualidad y su expresión, que hacen que nuestros cuerpos estén sometidos a un control exhaustivo. Por ejemplo, ahora la moda celebra lo “curvy”, las formas y demás zarandajas; y nosotras como tontas lanzando los sombreros al aire. Oh, gracias industria, por permitirnos tener muslos de mayor diámetro que las pantorrillas. Pero es otra forma de determinar quién está buena o no. Y lo que se exige es que nuestros traseros sean esféricos y firmes, nada de culos planos o fofos, por Dios.

Nada de esto es categórico, claro. Afortunadamente, hay gran cantidad de artistas mainstream que escapan del tópico, de Adele a Taylor Swift, pasando por Lorde o Florence Welch. Incluso Halsey, a pesar de aparecer en Playboy. Y también existe la zona de grises, donde me muevo entre sentimientos ambivalentes, oscilando entre las teorías que afirman que mostrar cuerpo es empoderamiento. Y lo es, pero insisto, depende del cómo. Hay cantantes que me generan sentimientos encontrados, como Nicki Minaj. Me fascina estéticamente cuando juega a ser un dibujo animado de carne y hueso, pero no soporto cuando se convierte en una especie de muñeca hinchable gigante. Es una rapera espléndida. El hecho de que se harte a hacer featurings da la medida de su talento y de lo bien valorada que está artísticamente. Pero muchas veces parece proclamar “hey, mi talento es grande, pero mi trasero es más importante”. “Break the internet”. ¿En serio? O Beyoncé. Es una artista inmensa, inabarcable, una de las personas que marcan el signo de nuestros tiempos. Sin embargo… Va de icono feminista, pero no se mueve ni un milímetro de una estética muy exuberante y acotada. Es por un lado la imagen de la mujer negra fuerte y poderosa pero, por otro lado, se duele de la infidelidad de Jay Z y en esto, ay, le tengo que dar la razón a la bocazas de Azealia Banks (aunque otra que tal. ¿Por qué aparece en el Playboy?). O ejemplifica justo lo que pretende criticar, como en el clip de ‘Pretty Hurts’.

Todos y todas somos culpables en perpetuar una cultura en la que lo único importante son nuestros físicos, lucir bien en Instagram y gustar a los tíos. Nuestro talento (ya sea como compositoras, músicas, cantantes), cualquier otra cosa que no sea nuestros cuerpos, es secundario. Y luego los ves a ellos chuleando, como si merecieran todo. Tú jamás estarás lo suficientemente buena, pero tipos que, ni física ni mentalmente valen un pimiento tienen el derecho a exigir, a que les vayan detrás arrastrándose. Seguimos el dictado de esta sociedad machista donde solo parece importar la valoración de la mirada masculina, juzgándote no como persona o artista, sino como mera mercancía, en base a tu físico. Hasta el ‘Boys’ de Charli XCX, que muestra a los chicos parodiando la actitud de vecinita-sexy-dispuesta de muchos clips es una broma amable, casi blanca.

No estoy estableciendo una lista de “buenas y malas”, ojo. No es una tesis, es mi opinión. Todo esto son cuestiones muy subjetivas. Asumo que este es un análisis visceral y bastante superficial. Yo soy la primera que he caído en todas y cada una de las gilipolleces machistas sobre las que escribo. Simplemente, quiero señalar una cosa en que creo que debemos reflexionar todos. Dejemos de ser las fantasías de otros. Seamos nuestra propia fantasía.

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Publicado por
Mireia Pería