Más que un estilo o que un lenguaje de expresión, el género americana es para Joana Serrat una forma de vida, una manera de ser y de mirar el mundo. Desde su Vic natal, la cantautora se ha buscado siempre a sí misma a través de la tradición musical norteamericana, en el cobijo de grandes referencias como Neil Young, Bob Dylan o Hank Williams, hasta convertirse en toda una embajadora, acreditada además por su presencia –primera artista nacional que participa– en el Americana Fest de Nashville el pasado septiembre.
Fue entonces cuando vio la luz ‘Dripping Springs’, su sexto cuarto álbum, grabado en la ciudad tejana del mismo nombre con Israel Nash y un importante elenco de colaboradores. Un trabajo lleno de nostalgia y aprendizaje, rebosante de imágenes dibujadas con el corazón, con el que la catalana mantiene el notable nivel exhibido en sus dos anteriores discos. Ante una trayectoria tan sólida como la suya, no es fácil elegir el mejor, pero ella lo tiene claro.
Joana Serrat actuará el próximo 31 de enero en el AmericanaFestUK Showcase Festival de Hackney, Reino Unido, y el 3 de febrero en la sala El Sol de Madrid.
Con ‘Dripping Springs’ llevas ya seis discos…
¿… Seis? Cuatro…
Bueno, tienes dos con otro nombre.
Claro, con mi nombre es desde ‘The Relief Sessions’.
¿Y los anteriores no los consideras?
No. Los firmaba con otro nombre. Están ahí pero no los considero discos míos aunque lo sean [risas]. Los separo muchísimo. Para mí ‘The Relief Sessions’ fue mi presentación al mundo. Aunque es de un momento en el que todavía estaba buscándome, creo que apuntaba maneras. Con ‘Dear Great Canyon’ ya fue todo muy distinto.
¿En qué sentido?
El proceso en sí fue muy distinto. Para empezar me había encontrado a mí misma, que es algo que influye muchísimo porque un disco no deja de reflejar lo que eres tú, ¿no? Hubo un recorrido y mejoré a todos los niveles.
Te encontraste a ti misma en un estilo muy americano…
Sí que tenía ese punto. En ‘The Relief Sessions’ también había algunas canciones en las que jugaba con el rollo americano, como ‘Carry Me Home’ o ‘My Wife’, pero había influencias folk y pop. Aunque tampoco diría que ‘Dear Great Canyon’ es un disco americana 100%. Hay bastante de pop, hay country… es una mezcla de distintos palos.
Tampoco lo era ‘Cross the Verge’, donde también había partes bastante pop.
Sí, ‘Cloudy Heart’ es pop total. Pero luego, por ejemplo, están ‘Saskatoon’ o ‘Lonely Heart Reverb’, que para mí es la canción que más representa en folkgeist que hay en el disco, cosas totalmente folk como ‘Winter Come’ y cosas country como ‘Solitary Road’ o ‘Your Gold Could Be Mine’.
Todo muy norteamericano, ¿no?
Sí, porque cada vez me he ido adentrando más en ese mundo y he ido perfilando en ese sentido mi propia composición.
«Cuando escuché el ‘Unplugged’ de Neil Young sentí un cobijo que no había encontrado hasta el momento».
¿Qué te hizo sumergirte en ese mundo?
Siempre digo que cuando escuché el ‘Unplugged’ de Neil Young sentí un cobijo que no había encontrado hasta el momento. Tenía 11 o 12 años y también escuchaba pop, pero nunca me había sentido tan cobijada como con ese disco. Luego a partir de la figura de Bob Dylan empecé a tirar hacia atrás: escuchando a Hank Williams y adentrándome en las figuras clásicas; pero a su vez también oyendo cosas de neofolk que salían en aquel momento.
Eso en tus años formativos pero, ¿y ahora? ¿Por qué haces la música que haces?
Estoy regresando a esos orígenes porque es donde me siento más cómoda. Porque si definimos la americana como una forma de entender el mundo, yo es ahí donde encajo. Básicamente lo que hago es dar mi punto de vista, lo que yo entiendo por americana. Pero claro, cada disco representa una época y tiene un enfoque distinto. ‘Cross the Verge’ tenía ese punto más dream-country, más “geist”, porque era lo que necesitaba en ese momento: por donde me encontraba, entre dos tierras, cruzando un umbral. Y ahora la cuestión tiene más que ver con el renacer. Suelo decir que ya he cruzado aquel río y que ahora estoy en la otra orilla.
Haces una música que es muy identitaria de un lugar concreto, y tu nuevo disco, en general, es nostálgico. Entonces he pensado que, en realidad, la cultura norteamericana se ha creado de alguna manera en base a un sentimiento de no pertenencia a un lugar…
Sí, justo.
… Quizá por eso hay un punto muy nostálgico en sus géneros musicales, que también está clarísimo en tu música.
Sí, ser nostálgica es algo que arrastro desde siempre. Forma parte de cómo soy. Tampoco sé muy bien por qué: no tuve para nada una mala infancia, al contrario, fue algo súper idílico. A lo mejor es precisamente por eso, ¿no? Por intentar perseguir ese ideal de felicidad, aunque quede un poco superficial calificarlo así. Además siempre me ha pasado que no acabo de encontrar mi sitio, y por eso me identifico tanto con esa forma de entender el mundo. Creo que los que somos almas errantes tenemos una mirada un poco nostálgica sobre lo que nos rodea.
«Nunca he tenido ningún sentimiento negativo hacia mi lugar de origen, al contrario».
Porque, ¿tú siempre has vivido en Vic o te has movido?
También he vivido un poco en Dublin, bastante tiempo en Barcelona, he regresado, he vuelto a Barcelona, luego me he ido a vivir fuera de Vic; pero nunca he tenido ningún sentimiento negativo hacia mi lugar de origen, al contrario. De hecho, ‘Dear Great Canyon’ fue como un reencuentro y un aprender a amar aquello a lo que había pertenecido, al sitio donde había nacido y crecido. Creo que es interesante y enriquecedor reivindicar las raíces: que cada cual exprese cierto punto de orgullo de donde es, de cómo se hacen las cosas en cada sitio.
Me gusta mucho lo de las almas errantes. Es duro, pero bonito.
Sí, porque al final te das cuenta que es difícil que todo permanezca de forma estática. No concibo la vida como algo estático: para mí es constante movimiento, y así es como la vivo. Eso conlleva que a veces te sientes alejada de aquello de lo que intentas formar parte; pero todo cambia constantemente y, ese sentido, siempre hay nuevos horizontes. Algo que he sentido particularmente con este disco: que tenía grandes horizontes ante mí y que tenía que llegar a ellos.
Una vez cruzado el umbral, ¿no? Porque, ¿a qué te referías exactamente con eso en ‘Cross the Verge’?
Todo es personal, ¿eh? Tuve un mal momento, sufrí decepciones personales y… bueno, me da un poco de vergüenza, pero… era una cuestión casi mística, dejar atrás determinadas cosas que me perseguían y me ataban y que no me dejaban evolucionar como realmente era. Por eso sentía que estaba cruzando un umbral, porque estaba yendo a una nueva realidad: dejando atrás un tiempo oscuro para después renacer. Y no sabía que me deparaba el futuro, pero lo que me estaba esperando era ‘Dripping Springs’.
¡De vergonzoso nada, al revés!
[Risas] ¡No, no, es que soy muy introvertida! Y hablar de ciertas cosas a veces me cuesta [risas].
Pero esto es completamente normal: es pura supervivencia. Todos necesitamos soltar lastre de vez en cuando.
Sí, totalmente. Y también fue un momento de autoestima: de afirmarme en mi manera de ser y en pensar que la gente que me quisiera iba a hacerlo por como soy.
¿Y realmente haciendo un disco puedes completar ese proceso psicológico?
En mi caso sí me ha ayudado. Con ‘The Relief Sessions’ ya pude sanar, y mucho; y con ‘Cross the Verge’ también, que además fue como un pequeño homenaje a esas personas que sí se mantuvieron a mi lado, que fueron fieles y que no me dejaron en la estacada. O las canciones, que a medida que toman su propio carácter, cuando las vas tocando, comprendes mejor lo que has escrito y pueden ser muy terapéuticas.
«[Sobre ‘Dripping Springs’] Para mí no es triste, es nostálgico (…). Incluso lo veo un disco optimista».
Hablemos de tu nuevo disco: ¿cómo lo definirías en una palabra?
Para mí es un renacer, una nueva mañana. Me siento muy libre y creo que se nota en la interpretación, en que las canciones tienen peso; son más compactas. Para mí es el mejor disco que he hecho, el más redondo.
¿Y no crees que es un disco triste?
Para mí no es triste, es nostálgico: mis canciones siempre tienen esa huella. Incluso lo veo un disco optimista porque estoy intentando aprender a vivir el amor desde una concepción más global y noto que es un acercamiento más acertado y más profundo. Entiendo más matices que antes, que era mucho más tajante.
Pero hay muchas canciones que son tristes… diría que la mayoría.
¿Tú crees que la mayoría? A ver, ‘Candles’ sí es triste. Es la que veo más distinta de todas porque más bien formaba parte de la era ‘Cross the Verge’. Pero como con esa canción vivimos un momento de comunión súper bonito con todos los músicos, que creo que me ha cambiado para siempre, acabé haciendo una concesión y la incluí.
«Cuando estábamos grabando ‘The Garden’ la gente tenía que salir fuera a respirar (…). Es muy dura».
‘The Garden’ también es triste…
Sí. Cuando estábamos grabando ‘The Garden’ la gente tenía que salir fuera a respirar [risas], a tomar aire, porque me decían: “It’s a heavy song!” [risas]. Claro, es que es muy dura. Tiene esa lectura esotérica: que hay cosas intangibles, que a lo mejor no entiendes muy bien, pero que te unen a otras personas.
¿Qué te ha hecho entender de ti misma este disco?
Para empezar he entendido que no todo el mundo vive las cosas como las vivo yo, y que no puedo pretender que sea así. Ese es el gran aprendizaje de este disco. De hecho, ‘Keep on Fallin’’ habla de esto: es un pequeño homenaje a Dripping Springs, a esos días de grabación. Y empieza así: “volverás, yo no voy a regresar”. Porque ya he aprendido que no puedo regresar a ese momento porque ya fue, ya pasó. Y sé que si intento volver ahí a revivir todo eso me voy a hacer daño a mí misma, porque las cosas son genuinas y especiales precisamente porque pasan en un momento determinado. En realidad es bonito, ¿no?
Lo que decíamos antes: aprender a caminar sin mirar atrás y sin llevar demasiado peso a la espalda.
Claro, es eso: sin tener la mochila llena de cosas que son un lastre. Por eso no creo que el disco sea triste [risas], porque creo que hay una experiencia de madurez y de comprender un poquito más la complejidad de las relaciones humanas y de la vida.
Vale, igual no es triste; igual simplemente duele, porque estos procesos de aprendizaje duelen.
¡Claro! Pero son necesarios. Es como cuando pasas por una ruptura, que al principio estás muy jodida pero con el tiempo, si haces bien el procedimiento del duelo, mejoras. Es la importancia del duelo, que creo que es muy interesante… ¿ves? Por eso yo no creo que sea triste [risas]. Aunque sea otra de esas cosas que se han olvidado por la velocidad del tiempo que estamos viviendo, es importante pasar un duelo.
Sí, es verdad.
Y si no lo haces estás hipotecando todo lo que tiene que venir. Yo ahora cuando conozca a alguien con quien tenga esas conexiones tan brutales seré más consciente de que no puedo esperar que la gente viva las cosas de la misma manera que yo. Algo que para algunos es básico [risas] a mí me ha costado varios años entenderlo.
Bastantes canciones –‘Unnamed’, ‘Farewell’, ‘Candles’, ‘The Garden’ o ‘Keep on Falling’’– están envueltas en una especie de neblina un tanto espiritual, un poco dream pop. ¿Natural o intencionadamente?
Por un lado creo que forma parte de mi manera de entender la marca de mi sonido: tener siempre esa reverb, ese ambiente. Mis canciones las concibo con ese sonido concreto. Pero luego es verdad que en casos como ‘Unnamed’ hay una intencionalidad clara. En el final, donde la reverb se vuelve grande, que es como un fade-out pero que no lo es, porque creo que tiene mucho sentido por lo que estoy diciendo en esa canción: me estoy alejando y mirándome a mí misma, no tanto para juzgarme, que ya lo he hecho durante mucho tiempo, sino a través de una mirada desde arriba que me permite entender el recorrido que he hecho.
¿Y qué intencionalidad tiene en ‘The Garden’ o en ‘Keep on Falling’?
En el caso de ‘The Garden’ porque la canción es como un pequeño oasis. Y en ‘Keep on Falling’’ porque es todo tan amor que me ayuda a darle ese concepto “dreamy”.
Yo diría que cada vez es más tu sello característico dentro de un género reconocible o, de algún modo, estándar. ¡Y cada vez me guata más!
¡Qué guay [risas]! A veces uno lo tiene muy claro, pero como tampoco piensas de qué forma te comunicas, porque creo que no hay que hacer eso, en ocasiones es diferente cómo te percibes tú misma y cómo lo hacen desde fuera.
«[Sobre el sello Loose Music] Que decidieran cogerme a mí, teniendo propuestas que les llegan de todo el mundo, fue un chute de autoestima brutal».
También quería tocar el tema de los sellos. ‘Dear Great Canyon’ salió con El Segell del Primavera, ‘Cross the Verge’ con El Segell y Loose Music, y ahora ‘Dripping Springs’ lo has sacado con Great Canyon Records, tú sello, y con Loose Music. ¿Por qué te has decantado por publicar tu nuevo álbum solo con un sello inglés y con el tuyo?
Lo de Loose Music, en su día, fue una gran noticia porque me da proyección y visibilidad a nivel europeo. Me siento muy orgullosa de compartir sello con artistas que me encantan y a los que admiro muchísimo. Que decidieran cogerme a mí, teniendo propuestas que les llegan de todo el mundo, fue un chute de autoestima brutal. De ahí que haya tenido la oportunidad de hacer giras europeas, de ir a Inglaterra, y de haber podido saltar a Estados Unidos y tocar en el Americana Fest de Nashville. Eso para mí es fundamental. En esta carrera tenemos que intentar dar siempre un pasito más y las fronteras, en ese sentido, no nos gustan mucho a los artistas: lo que quieres es llegar al máximo de personas posible.
¿Y tu sello?
Con David [Giménez] me di cuenta que, al final, en un disco pongo toda mi vida. Todo lo que hago es por y para mi disco, para mi carrera. Así que decidimos dar ese paso y probarlo nosotros. Sentí que era lo natural, un camino que tenía que tomar. Luego la perspectiva del tiempo dirá a dónde me conducen las decisiones que he tomado.
En este caso la decisión era cambiar El Segell por tu propio sello, ¿no?
Sí, exacto.
Y Loose Music tampoco entra en el proceso de grabación, ¿verdad? Les presentas el disco ya hecho.
No, no entra. Pero eso ya pasaba con El Segell. Es que igual la gente pensaba que tenía a Howard [Bilerman] por estar con El Segell, pero no. Cuando me fichó El Segell ya tenía todo hecho. Me faltaba ir a grabar, porque me ficharon en septiembre-octubre y yo grababa en noviembre, pero con Howard ya llevaba hablando desde enero. El Segell nunca se ha metido en nada a nivel artístico, y eso mola. Bueno, ni conmigo ni seguramente con nadie.
¿Por qué cambiar entonces? ¿En el balance no pierdes?
Pues ya te digo: al final la diferencia no es que ellos me facilitaran un estudio, un productor o que me pagaran un disco. Nunca he tenido el dilema de pensar que si me iba perdería un dinero. No, porque siempre he tenido que ponerlo yo todo de mi bolsillo. Es más por la cuestión personal de querer probar mi propio camino. Además, está muy bien formar parte de un sello, pero también es verdad que éstos tienen que trabajar con muchos artistas para que les salga rentable. Y al final, sinceramente, como artista lo que quieres es que te traten de manera especial. No solo yo, obviamente: todos queremos que nos presten mucha atención.
¿Y no te la prestaban?
Más que nada, entre otras cosas, creo que ellos están más atados porque al final dependen del festival. Simplemente son nuevos caminos que emprendemos con mucha ilusión y cero reproches: sencillamente queremos probar esto a ver qué nos reporta.
Pero, ¿cuál fue la chispa que lo puso todo en marcha?
Cuando abrimos el sello yo estaba en El Segell y no tenía ni idea de que luego sacaría mi propio disco ahí. Empezamos porque estábamos trabajando con Marta Delmont y con Roger Usart y nos enfrentábamos a lo de siempre: nos involucramos mucho en las dos grabaciones, queríamos mimar el proyecto y nos encontrábamos con largas charlas sobre cuándo podíamos sacar los discos, que igual no salían hasta pasado año y medio o dos. Como David, además, tenía una trayectoria en sellos, creo que al final Marta y Roger fueron la excusa para hacer algo que los dos teníamos ganas de hacer: empezar esa aventura, ese proyecto. Además conocíamos desde dentro los procesos de gestación y grabación de las canciones porque hemos trabajado codo con codo con los artistas.
«El estudio es uno de los sitios donde soy más feliz: dando vida y dibujando las canciones».
Hablando de eso, el otro día Núria Graham nos dijo que su sueño es acabar teniendo un estudio. ¿El tuyo es algo parecido?
Sí, sí. Yo si tuviera un estudio en casa o pudiera disponer de un sitio como este [Nde: Aclam Records] cada día estaría grabando cosas e invitando a gente. Creo que también te permite entender mejor lo que haces, surgen nuevas ideas. No sé, el estudio es uno de los sitios donde soy más feliz: dando vida y dibujando las canciones.
La primera invitada podría ser la misma Núria…
¡Ah, sí! Totalmente [risas], ¡Núria estaría invitadísima! Y también artistas de fuera con los que tengo relación, que a veces vienen por aquí a tocar, y sería la excusa perfecta para invitarles a grabar. Claro, ¡es que sería un sueño!
Bueno, ¡a ver quién de las dos lo consigue antes!
Exacto [risas].