‘Wonderstruck. El museo de las maravillas’: Todd Haynes también sabe cómo contar un cuento

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‘Wonderstruck. El museo de las maravillas’: Todd Haynes también sabe cómo contar un cuento

Al contrario de lo que pudiera parecer por su temática infantil, ‘Wonderstruck. El museo de las maravillas’ no supone ninguna ruptura en la filmografía de Todd Haynes. Su preciosista adaptación de la novela de Brian Selznick, ‘Maravillas’ (Ediciones SM, 2012), no está tan alejada de otras películas suyas como ‘Lejos del cielo’ (2002), ‘Carol’ (2015) o la miniserie ‘Mildred Pierce’ (2011). El director californiano sigue dialogando con el melodrama clásico de Hollywood. Y esta vez lo hace llevando esta historia dickensiana de discapacidades y orfandades a su terreno: el de la estilización formal, la emoción contenida y el pasado del cine.

Haynes adapta la novela de Selznick (autor también de ‘La invención de Hugo Cabret’) respetando su estructura dramática (el guión es del propio escritor). Dos historias paralelas, que transcurren en épocas diferentes (1927 y 1977), y están conectadas de tres maneras: por medio de un fabuloso montaje lleno de ingeniosas rimas visuales y narrativas (obra de Affonso Gonçalves, montador también de ‘Carol’, ‘Mildred Pierce’ o ‘True Detective’), a través de una omnipresente y muy expresiva banda sonora compuesta por el gran Carter Burwell, el músico habitual de Haynes o los hermanos Coen (y uno de los favoritos a los próximos Oscar por ‘Tres anuncios en las afueras’), y con la presencia de una magnética Julianne Moore interpretando dos papeles diferentes.

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En la primera de las historias, Haynes demuestra todo su talento. En el libro, la parte correspondiente a 1927 está contada solo con dibujos a carboncillo. Un relato sin palabras articulado como metáfora de la sordera de la niña protagonista. En la película, el director resuelve este desafío narrativo también sin palabras; imitando, como en ‘The Artist’, el lenguaje del cine silente. Una brillante opción estilística que funciona como poética equivalencia del original, virtuoso ejercicio de puesta en escena, y sentido homenaje a grandes autores del cine mudo como F. W. Murnau, King Vidor o Victor Sjöström.

En cuanto a la parte ambientada en los setenta, Haynes echa mano de las formas del Nuevo Hollywood, de la aspereza fotográfica y la violencia estilística (zooms, bruscos cortes de plano) de películas como ‘Cowboy de medianoche’ o ‘The French Connection’. Como el niño protagonista, el espectador contempla maravillado la exquisita recreación del Nueva York del verano del 77, el año del gran apagón. La ciudad se convierte en una protagonista más de la historia a través de la maqueta que hay en el museo de arte de Queens. Sobre ella, el director revela el misterio de la trama, a la vez que enlaza la narración -con figuras en miniatura- con su sorprendente debut: ‘Superstar: The Karen Carpenter Store’ (1987), el biopic sobre The Carpenters que realizó con muñecas Barbie. 8’5.

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