‘Sin amor’: la favorita para ganar el Oscar de habla no inglesa

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‘Sin amor’: la favorita para ganar el Oscar de habla no inglesa

Hablar de favoritos en el Oscar a la mejor película de habla no inglesa es tan arriesgado como estar en un habitación a solas con Harvey Weinstein. Que la ganadora del Globo de Oro, ‘En la sombra’, no esté entré las cinco nominadas deja muy claro lo imprevisible que puede ser a veces esta categoría. Sin embargo, este año hay una película que destaca por encima de las demás, la rusa ‘Sin amor’. Por dos razones: 1) ha estado presente en la mayoría de las “antesalas de los Oscar” (Globos de Oro, Bafta, NBR, Independent Spirit, Satellite Awards…) y 2) su director, Andrey Zvyagintsev, repite nominación tras la anterior ‘Leviatán’ (en los Globos de Oro es ya la tercera), algo poco habitual.

Desde su irrupción en 2003 con ‘El regreso’ (y tras la muerte del gran Aleksey Balabanov), Zvyagintsev se ha convertido -con permiso de los veteranos Alexander Sokurov y Andrei Konchalovsky- en la cabeza visible del actual cine ruso, en su cineasta más premiado internacionalmente. No es el único director interesante, claro. También están los prometedores Kirill Serebrennikov (‘Traición’, ‘The Student’), Kantemir Balagov (‘Demasiado cerca’) o Ilya Khrzhanovsky, quien, tras su debut en 2004 con la impresionante ‘4’, sigue con la infinita posproducción de ‘Dau’, un proyecto que empieza a convertirse ya en leyenda.

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‘Sin amor’ (premiada en el pasado festival de Cannes, con Almodóvar como presidente del jurado) es un melodrama con una pesada carga alegórica. La crónica del doloroso divorcio de una pareja de clase media-alta le sirve a Zvyagintsev como altavoz para gritar los males –morales y emocionales- de la sociedad rusa contemporánea. Y digo gritar porque, como ocurría en la anterior ‘Leviatán’, Zvyagintsev sigue siendo un director no demasiado sutil a la hora de elaborar sus pesimistas discursos. Abusa de los subrayados (la verbalización de los sentimientos, el recurso de los informativos con imágenes de la actualidad política rusa), los símbolos (el uso constante del móvil, la secuencia en las ruinas soviéticas, el chándal de Rusia que lleva la protagonista) y las parábolas (Rusia como país “sin amor”).

A pesar de ello, Zvyagintsev mantiene intacto su portentoso talento visual y capacidad narrativa. Desde el hipnótico principio, en un bucólico bosque nevado que esconde un detalle amenazador, el director cuenta esta dolorosa historia de odios y ausencias por medio de una puesta en escena llena de elegancia y potencia expresiva. El drama familiar que sufren los protagonistas está ilustrado con una sequedad y contundencia que hace daño (atención a la primera secuencia de la pelea conyugal), y la deriva hacia el relato policiaco está impregnado de una atmósfera densa y opresiva digna del mejor thriller nórdico (a la que también contribuye la desasosegante música Evgueni Galperine, premiada en los premios del cine europeo).

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Zvyagintsev vuelve a demostrar que es algo así como un Angelopoulos con sentido del ritmo, un cineasta “lento” con una narrativa más dinámica y enérgica que la saga ‘Fast & Furious’. 7,5.

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