Tulsa, el proyecto de Miren Iza, publicaba su nueva obra, ‘Centauros‘, a finales del año pasado. Era un disco de nuevo sintético, de influencias no tan fáciles de localizar, y sobre todo lleno de interesantes textos que esquivan lo personal para hablar de lo universal. El humor, la amistad, el feminismo o el desencuentro con algunas de las ciudades en que hemos vivido son algunas de sus temáticas. Hablamos con Miren sobre composiciones tan interesantes como ‘Centauros’, ‘Venda Vendita Venda’, ‘Amiga’ o ‘Bilbao’ con motivo de este lanzamiento que se presenta este jueves 1 de febrero en la Sala But (OchoyMedio) de Madrid, con Tórtel y Alberto Montero como teloneros. Entradas, en Ticketea. El 9 de febrero será el turno de Valencia. Foto: Alfredo Arias.
¿Cuándo volviste de vivir en Estados Unidos? Te lo pregunto porque ‘Bilbao’ suena a un regreso a casa bastante traumático.
Me volví en 2013, antes de ‘La Calma Chicha’. En realidad en Bilbao tengo ya poca cosa. Viví allí en mi adolescencia y primera adultez, pero mis padres ya no viven allí. Voy de visita o a tocar, y esta canción sí es un reencuentro con algo que no es lo que era. Fui el 8 de septiembre de 2015 a ver la película de Nick Cave y me dije: «¿dónde estoy, qué es esto? ¡no reconozco nada!».
¿Y esa mención a Andrés Barba?
Andrés Barba para mí simboliza Madrid. No le conozco, así que si un día oye la canción dirá que soy una loca (risas), pero quería rescatarle porque me estimula en la distancia, simboliza mi arraigo a otro sitio, en este caso a Madrid, en contraste con Bilbao.
«Nueva York es súper dura, muy hostil, como sociedad es para ricos, no para clase media. (En cambio) la relación con la música es mucho menos prejuiciosa».
¿Cómo recuerdas tu estancia en Nueva York?
Fue una cuestión vital, personal, de necesidad de salir de España. Me ofrecieron una cosa y la cogí. Conocí el país, que conocía de una estancia anterior de 3 meses, y me pareció bastante fracaso. Nueva York es súper dura, muy hostil, como una rueda de hámster. El alquiler es carísimo, te obliga a tener un sueldo mucho mayor que aquí y eso vertebra tu vida social, lo que comas, el ocio. Yo tenía ahorrillos y tiré de eso, pero cuando me quedé sin eso, no me quise quedar. Como sociedad es para ricos, no para clase media. El metro está siempre averiado, no cuidan las cosas de gasto público, porque además no creen en eso. Piensan: «si no lo ganas, será porque algo no lo estás haciendo bien». Me di cuenta de lo fácil que era que el sistema te expulsara. Aquí el sistema te sostiene.
Pero tú fuiste a trabajar como psicóloga, ¿no?
Soy psiquiatra. Me contrataron pero cobraba poco porque no se homologaban mis estudios. Yo era como una especie de estudiante haciendo méritos. Me pagaban como tal.
¿Y el resto de Estados Unidos?
Nueva York tiene exigencias particulares porque hace mucho frío. En otros sitios los alquileres son más baratos, en Los Ángeles el clima es más amable.
¿Artísticamente te aportó algo vivir allí?
Musicalmente es súper vibrante, con conciertos todo el rato. Esa sensación de tocar fácilmente es muy guay. La relación con la música es mucho menos prejuiciosa, la valoran de manera más natural. Aquí la música indie está compartimentada y allí atraviesa toda la sociedad. Son ellos: el rock’n’roll lo tienen muy integrado en su día a día. Las posibilidades que tiene un chaval joven no tiene nada que ver con las de aquí. Está cada sala preparada con el técnico y tú llegas y tocas.
¿Pudiste actuar allí? ¿Qué tal fue?
Muy bien, toqué en el Living Room, en varios sitios. Recuerdo uno que no existe que se transformó en un 7 Eleven. Todo cambia muy rápido, los locales a que tienes apego desaparecen. Una vez toqué en Nashville, no te pagan, pero te ponen un cubo y lo que la gente quiera dar. ¡No nos dieron ni un dólar! Era una pizzería, la gente estaba cenando, hicimos una mezcla de rock con electrónica y dirían «¡estos hijos de puta! ¡Que estamos en Nashville!» (risas).
Decías en la nota de prensa del disco que te tuviste que conformar con trabajar con Ángel Luján y Charlie Bautista, pero que a quien tenías en mente era a productores como Richard Russell, Martin Hannett y Craig Leon…
Leí tu reseña y casi me matan. No, no, imposible, ¡no puse eso! (risas) Mencioné a productores emblemáticos en el rock como influencia fundamental porque nunca había tenido la figura de productor externo. Richard Russell habría sido una posibilidad remota, escuché mucho el disco con Gil Scott-Heron, pero nunca me lo planteé…
Lo que quería preguntar es que, pese a las referencias, tengo problemas para etiquetar el disco, ¿por qué crees que es? ¿Cómo explicarías a un familiar perdido qué música haces ahora mismo?
Suelo decir últimamente pop. Las canciones tienen vocación pop, hay una persecución de melodía, de estribillo perfecto. ‘Atalaya’ es más post-punk, hay algo francés, americano… Quería mezclar cosas porque el concepto de ‘Centauro’, de criatura indefinida, daba para eso. La consigna fue salir de la languidez, meter la pezuña musculosa del centauro, con el rollo francés de Hervé Vilard o el rollo italiano de Rita Pavone, y el mundo electrónico, que ya es una herramienta para mí, sin que sea el género.
¿Cómo lo has compuesto?
Lo he hecho con mucho teclado, y luego añadiendo bases.
«Ahora me he dado cuenta de que las canciones no se acaban hasta que no las grabas. Eso va en contra de lo que siempre había pensado»
Mi sensación con el disco anterior era que lo habías hecho con guitarra pero luego lo habías querido disfrazar, como para huir del concepto «chica con guitarra». Me pareció un poco artificioso, aunque luego en directo me gustó mucho.
No estás desencaminado, es un disco más de laboratorio, hay algo artificioso, fui añadiendo texturas electrónicas. El disco es así, eso es verdad. Lo que pasa es que en directo las canciones siguen mutando. Ahora me he dado cuenta de que las canciones no se acaban hasta que no las grabas. Eso va en contra de lo que siempre había pensado de manera tradicional: una canción pura, con la guitarra, en el estudio añadiendo solo un arreglo. Y ahora los arreglos son los que hacen que la canción se acabe, y eso me genera un poco de conflicto. Ahora no va de añadir: la canción no está hasta que no está toda esa parte.
Háblame de ‘Amiga’, es una de las canciones más desnudas.
La canción la hice en Hondarribia, en unos días muy lluviosos. En una especie de alto salieron ‘Amiga’ y ‘Atalaya’. Nació como de una improvisación: me grababa a la vez que tocaba diciendo lo que se me iba ocurriendo. Acababa una pista y hacía otra con la voz, igual coincidiendo las palabras, pero a lo mejor no. La idea inicial era hacer una especie de canon-río y dejarlo todo como deshilachado. Pero al final la letra se fue fijando sola, aunque dejé la idea de grabar con una base abierta, en una estructura irregular. (La letra) era como un mensaje, una carta. Y hay muchas amigas metidas ahí, hay muchas historias. Unas son reales y otras no, hay mucho contenido diferente.
«En este disco había tomado la decisión de apartarme del yo, de investigar. Estaba aburrida del yo, de identificarme tanto con las canciones. Para mí es más interesante tratar otro punto de vista, tratar otras cosas»
No revelas mucho de ti misma a nivel personal en este álbum, a lo el disco post-divorcio de Rosenvinge, Calamaro… ¿te interesa más crear personajes?
En este disco había tomado la decisión de apartarme del yo, de investigar. Estaba aburrida del yo, de identificarme tanto con las canciones. Para mí es más interesante tratar otro punto de vista, tratar otras cosas. Enlaza con otra gente, pero de manera más rica. Es más difícil que hacer algo desgarrador. Cuando das un rodeo, a lo mejor llegas, pero cuesta un poquito más. Pero es más interesante. Me apetecía hacerlo de otra manera.
En contraste con el segundo…
Más con el primero. En el segundo estaba muy escondida. Es un disco muy extraño. Es muy triste, habla de la araña del amor de la madre a la hija, de la familia… va más allá de una relación romántica. No es otro disco de desamor. Cuando alguien lo dice, es como: «¿Pero tío, lo has oído?» (risas).
Supongo que le pasa más a las autoras que a los autores. Nadie le pregunta esto a Izal o Supersubmarina…
A mí me pasa mucho. Me voy a fijar, no lo sé.
‘Centauros’ tiene figuras muy visuales hablando de «macho beta», «corredor de bolsa», «boxeadores»… ¿Es una canción sobre el machismo?
En realidad cuando escribes un tema siempre tienes un interlocutor imaginario y el mío solía ser un hombre. Suele ser una mezcla entre ese hombre y yo misma, porque cuando hablas a alguien, también es una proyección de ti misma. ‘Centauros’ es un nombre masculino, es una personificación muy viril, con el caballo, el arco, recrimino cosas a esa figura viril, de boxeador, de conductor de grandes vehículos, esa figura un poco patética… y sí daba pie a hacer una reflexión sobre el machismo, de «macho». Hay una especie de reproche a lo masculino, pero también hay una especie de perdón, «te entiendo, está bien». Hay mucho de mí en el interlocutor. Siempre pensamos que el masculino es un hombre solo, pero también es mujer. Cuando escribes algo a alguien, siempre estás tú. En el otro también estás tú.
«‘Venda Vendita Venda’ tiene un componente de desencanto político, tras poner todo en manos de alguien»
‘Venda Vendita Venda’ parece el reflejo de una persona muy dependiente para muy mal.
Sí, pero tiene un componente de desencanto político, tras poner todo en manos de alguien. Tienes una ilusión de alguien que te va a salvar, y de que no te tienes que ocupar de nada. Hay una especie de péndulo entre amor y política.
Pero no tiene esa imagen de lanzarte a las calles, la canción parece más bien «qué bien estaba cuando no sabía nada, en la ignorancia».
Tienes la ilusión, que es como un defecto de la percepción. Cuando te quitan el velo ves la cruda realidad. Igual te vas a protestar, pero antes hay un momento de «me cago en diez».
El título es gracioso, y «La miel» también cuando dices lo de que los franceses siempre se van temprano, ¿ves el humor muy marcado en el disco?
En este disco lo quería meter. Me gusta mucho reírme y faltaba eso en mis canciones, que tenían un poso trágico que no iba tanto conmigo. No quería censurarme en ese sentido. Lo humorístico parece frívolo, no tan potente, no tan intenso, y no creo que eso sea así.
Los autores que te gustan, en cambio, no usan tanto el humor, ¿no?
Leonard Cohen sí que tiene mucho humor.
Me reí cuando empezó aquel disco «conozco a un chico llamado Leonard», pero no sé…
La cadencia musical es poco humorística, pero las letras sí. Aidan Moffat tiene mucho humor, también.
Ahora mismo hay bastante reivindicación del humor con grupos como Las Bistecs…
No sé muy bien por qué es, pero yo lo agradezco.
Ahora que mencionas a Cohen, me parece que está muy presente melódicamente en ‘Canción’, otra canción con humor, en la que hablas con tu canción como si fuera una compañera perecedera. ¿Hay reflexión sobre la perdurabilidad del pop?
Un día, hablando con Jonás (Trueba), me decía que cuando cambia de plano hay una muerte, que es un drama separarse de un plano. Que hay una nostalgia cuando pasas de plano que no vas a recuperar. Y con las canciones pasa lo mismo. Es una cosa muy bella. No puedes quedarte ahí, porque serías un imbécil (risas), pero hay algo bonito ahí y quería rescatarlo. Cuando escribes una canción hay muchas fases, como la de «soy una mierda», es una promesa de amor fatal: sabes que va a acabar como el rosario de la Aurora, y aun así, te tiras en plancha.
¿Escribes notas en el móvil, grabas notas de voz… para componer? ¿Eres tan disciplinada como Nick Cave?
Tiene una oficina, un archivo de imágenes… eso es muy burocrático, yo estoy muy lejos de eso. Pero sí, yo o cuaderno o notas de voz, o notas escritas en el teléfono… Es un poco caos. Debería ser un poquito más ordenada. Tengo un sitio, un teclado, me siento, a veces no sale nada, me doy una vuelta, me voy a una exposición… El estado mental es importante. A veces soy una roca, no me entra nada, y no hay nada que hacer. Ahí me digo: «tranquila, no pasa nada, y ya encontrarás más porosidad».
¿Hay alguna canción de este disco que te haya dado mucha guerra?
Con ‘Lobo’ lo pasé muy mal, tenía la maqueta, y Charlie y Ángel hicieron una cosa en la que no podía entrar, no conseguía hacerla mía. Acabamos la grabación y no teníamos la pista de voz. Al final conseguí meterla.
Esa canción tiene un arreglo muy Bowie… No sé si es deliberado.
Es el Bowie del último disco total. No fue pensado, pero le salió así a Charlie, que está experimentando con los metales.
¿Cómo fue cantar con Abraham Boba? Me pareció al principio que era como el cantante de La Habitación Roja… De no haber sido él quien cantara ‘Pequeñas embestidas’, ¿quién habría sido?
Pensé en él cuando hice la canción. Me apetecía cantar con él, siempre estamos «vamos a hacer un disco juntos». Tengo discos pendientes con mucha gente (risas). Es su sitio, la canción está muy pensada para él.
Qué pelotazo ha pegado esta persona, ¿no? Recuerdo escuchar el disco de Abraham Boba solo y nunca habría adivinado la que se avecinaba con León Benavente.
Fui a verlos a su primer concierto en el Lara. Qué perspicacia la mía, me lo encontré y me dijo «vente a vernos al Lara», me gustó mucho, pero yo pensé que no iban a … hay una nostalgia aquí que no… sé (risas).
Si te sirve de algo, a mí no me gustó el primero por las letras, pero me ha gustado mucho el segundo.
A mí me gusta más el primero. Las letras no me parecen nada malas. Es más pop, pero bueno, en directo flipo, me encanta.
¿Tú te ves pegando un pelotazo similar?
Claro que sí, ¿por qué no?
«Antes podías ser esquivo y te podía ir bien. Y ahora es imposible. Si no vendes tu persona, un personaje, igual tienes que renunciar»
Claro, mira a Zahara, en la tele, con su libro.
Es muy inteligente. Es muy trabajadora, tiene muchas ideas y -recalca- las lleva a cabo.
Tú estuviste como 5 años sin sacar disco, cuando te había ido muy bien, eso quizá te ha marcado… Igual hay que currarse algo aparte de conseguir buenas reseñas, tener tu personaje…
Yo tengo mucho problema con eso porque no va mucho conmigo. Lo he reflexionado. Antes podías ser esquivo y te podía ir bien. Y ahora es imposible. Si no vendes tu persona, un personaje, igual tienes que renunciar. No sé qué personaje (podría ser)… Si un día lo veo…
Igual eres un poco perfil Christina Rosenvinge…
Pero Christina no lo ha ideado (el personaje), no lo ha trazado como estrategia. De hecho debería estar en un sitio mejor porque es de las personas más importantes en el pop a cualquier nivel, no en el mundo indie, sino en todo el panorama. Es amiga mía y sé los problemas que hay…
Pensando en voz alta… Bunbury es un personaje, Jaime Urrutia me ha dicho que odia las relaciones públicas y por eso no le ha ido tan bien…
Me genera rechazo hacer esto, vender esto y lo otro, me incomoda, soy más bien tímida. Intento evitar esas cosas. Pero luego hay un segundo pensamiento de «habrá que hacer algo», pero siempre… como tirando…
¿Qué te parecen las redes sociales?
Las redes me parecen interesantes, pero no las exploto. No estoy muy cómoda enseñando cosas mías de mi vida personal. Pero me parece interesante cómo las usa el resto de la gente. Me gusta mirar Twitter, no lo rechazo.
¿Tu carrera de psiquiatra te ha servido artísticamente para llevarte a otro lado o el modo de ver las cosas?
Cualquier cosa que hagas te va cambiando y eso se va a reflejar en las canciones, igual que el lugar donde vivo, quién es mi pareja…
«Me da pena que Gran Vía sea Zara, Mango y H&M, en lugar de librerías, cines, cafés y salas»
¿Qué te parece Madrid? Es una ciudad extraña de grandes contrastes a nivel cultural, social, político…
Me encanta. Es muy gran ciudad para eso, los edificios, los bares, eso me encanta. Artísticamente, siempre echo de menos más accesibiildad a los directos. Me da pena que Gran Vía sea Zara, Mango y H&M, en lugar de librerías, cines, cafés y salas. Pero esto se repite en todas las ciudades de fuera. Nos lo tendríamos que mirar. Me estoy leyendo el libro de David Byrne de ‘Diarios de Bicicleta’, y la ciudad es un reflejo de lo que somos. ¿A qué damos más importancia? ¿A la ropita? Pues nada, todo lleno de Zaras.
Ahora que lo pienso tu disco suena bastante urbano…
Yo quería que fuera nocturno, neón.
«No fui consciente de que ‘Espera la pálida’ era tan asfixiante. Me doy como pena en esa época»
‘Amiga’ no suena bucólica…
Pues hablo de rocas, espigón, «no hay taxis aquí en invierno», y el escenario es Hondarrabia…
¿Qué crees que pensarás de este disco en el futuro?
Ya… no lo sé, es imposible saber eso. Cambia mucho, por ejemplo con ‘Espera la pálida’ no fui consciente de que era tan asfixiante. Me di cuenta antes de grabar ‘La Calma Chicha’ y quise quitarle peso con sintetizadores.
Pero es hermoso saber hacer un disco «asfixiante», ¿no?
Es hermoso si es hermoso. La belleza no es una cuestión muy objetivable, pero yo tenía necesidad de dar oxígeno y luz, entendida como frescura, menos seriedad, menos gravedad. Me doy como pena en esa época. El primero era un juego de aproximación, y el de ahora no sé cómo será. Alguna gente lo ve como «Calma Chicha 2», otra gente lo ve muy opuesto. Yo veo mucha diferencia.
¿Dónde?
En intención, energía, sí que continúa la senda de lo liviano y adentrarse en lo superficial, pero en el buen sentido. No sé qué será de este disco. No me gustaría odiarlo.
¿Odiarlo? ¿Qué disco tuyo odias?
El primero no lo puedo escuchar.
Tampoco es un disco que te persiga, ¿no?
No me persigue en plan comercial, es una cosa súper íntima: la forma de cantar, la velocidad de las cosas, es una persona completamente ajena a mí.
¿Tienes relación con tus seguidores?
Sí, sí. Agradezco mucho que la gente me diga algo, lo agradezco de verdad, de corazón. Me parece muy simpática la gente que da un paso al frente y dice algo. Me parece muy amable. A veces tienes la sensación de que la humanidad es un desastre, pero luego a pequeña escala, la gente es muy maja.