Cualquiera que viera el pasado verano el primer adelanto de ‘Black Panther’ se dio cuenta enseguida de que el diseño de producción iba a ser uno de los puntos fuertes de la película. Un vistazo rápido a IMDB y, pum, ahí estaban dos de los nombres más relevantes de la actual cultura visual afroamericana: Hannah Beachler, la diseñadora de producción de ‘Moonlight’ y el ‘Lemonade’ de Beyoncé, y Ruth E Carter, la diseñadora de vestuario de ‘Malcolm X’, ‘Amistad’ o la reciente ‘Selma’. ‘All The Stars’, perteneciente a la aplaudida banda sonora del filme de Marvel, sigue un patrón estilístico muy parecido. Dirigido por el omnipresente Dave Meyers (quien se acaba de llevar el Grammy por ‘Humble’), el vídeo está plagado de referencias a la cultura africana, sobre todo de la subsahariana. Una celebración antropológica que se detiene tanto en sus aspectos más estéticos y tribales (las plumas que recuerdan a los Wodaabe, los niños con el fez rojo, las diosas nubias del final, el “plagio” de la artista Lina Iris Viktor), como en los sociales (Lamar ataviado como un mafioso de suburbio tipo Kibera) o los simbólicos (la hipnótica secuencia de las panteras negras). ¿Otro Grammy?
Miami, 1963. Herschell Gordon Lewis, un profesor de literatura metido a director de películas de tetas, rueda en cuatro días ‘Blood Feast’, una cinta de terror con más litros de sangre y kilos de casquería que talento y dinero. ¿El resultado? Un exitazo en los cines de pueblo de Estados Unidos y la primera película gore de la historia. El videoclip de Los Punsetes, rodado por Pablo Nieto para la productora Zissou, homenajea de forma explícita a este “festín de sangre” por medio de una pirueta posmoderna que no hubiera imaginado ni el Tarantino de ‘Grindhouse’: rodar los primeros minutos como si fuera un screener, una copia pirateada en una sala de cine. Desenfocados, sonido cutre, gente pasando, hablando (con el propio “pirata”), y hasta un “corte” en la conexión que es el equivalente digital a los fotogramas quemados del cine en celuloide. Y entre tanto festín formalista, aparecen los miembros del grupo “pasando miedo” en la sala de torturas del asesino. El vídeo acaba como empieza la película: con esa ya célebre música del propio Gordon Lewis que preludia el primer asesinato gore de la historia del cine.
Como demuestra el éxito de ‘Stranger Things’, la mezcla nostálgica de las películas de John Hughes, John Carpenter y Steven Spielberg sigue funcionando. El último vídeo de las hermanas Söderberg recoge los bailes de graduación típicos del primero y el gusto por la ufología de los segundos para hacer un ponche ochentero con trocitos de ABBA. Con una fotografía que parece sacada del ‘Carrie’ de Brian de Palma (donde, no por casualidad, aparece la mejor prom night de la historia), ‘Fireworks’ narra la crónica de una doméstica invasión extraterrestre. “I want to believe” reza el famoso póster de Billy Meier que tienen las hermanas en la habitación. La típica bajada de la tensión eléctrica es la señal que todos conocemos para saber que los alienígenas ya están aquí. Y, como en ‘La invasión de los ladrones de cuerpos’, ‘El pueblo de los malditos’ o ‘Están vivos’, están entre nosotros. El vídeo utiliza la leyenda urbana de los “niños de ojos negros” para dar un toque siniestro a la invasión y abrir la puerta a una posible lectura social: ¿alienación juvenil?
Desde la popularización de la steadicam en los años noventa, los vídeos musicales se han convertido en terreno abonado para la experimentación del plano secuencia (falseado o no). Uno de los directores que más exprimió las posibilidades de la toma única fue Michel Gondry. Sus aplaudidos clips para Radiohead (‘Knives Out’), The White Stripes (‘The Denial Twist’) o Kylie Minogue (‘Come into My World’), por poner tres ejemplos representativos, estiraron el lenguaje videoclipero como una pizza cuatro quesos. ‘IDGAF’ se podría ver como una variación minimalista y en clave “duelo de bailes” del famoso vídeo de Kylie. El concepto es parecido: un plano secuencia de tres minutos y medio donde se juega con la duplicación de ocho bailarinas. El virtuosismo de la puesta en escena, con continuos movimientos de cámara y cruces entre las dobles, sirve como vehículo para expresar una algo machacada metáfora (acrecentada por la obvia elección de colores de los trajes) sobre la dualidad del ser humano y el amor propio.
Y hablando de Michel Gondry. El último vídeo de MGMT está impregnado del espíritu lúdico y pretecnológico del cineasta francés: estética colorista y naif, efectos ópticos y de montaje artificiosos, decorados como salidos de una clase de plástica… Un festivo collage estilístico que se torna pesadillesco cuando aparecen referencias a la novela ‘Cita en Samarra’, de John O´Hara (la actuación en el programa “Death Tonight”), y a la “nueva carne” de David Cronenberg; a películas como ‘eXistenZ’ o ‘Videodrome’ que explotan la relación entre biología y tecnología: las consolas cárnicas, las hendiduras corporales… Todo ello para narrar en seis vertiginosos minutos una historia paródica de auge, caída y redención en la industria musical por culpa de un plagio de una canción del grupo filipino True Faith. Como divertida voltereta irónica, la banda asiática, llamada así por la famosa canción de New Order, “plagió” a su vez la canción de MGMT traduciéndola como ‘Ako at Si Michael’.