Da la impresión de que Roman Polanski ha dirigido su última película como quien pone la mesa antes de cenar: colocando los mismos cubiertos de siempre y con la cabeza puesta en otra parte. Ya lo sugirió él mismo en la rueda de prensa del festival de Cannes: “Encontré en la novela [‘Basada en hechos reales’, de Delphine de Vigan, publicada hace un par de años por Anagrama] ecos de mis primeros trabajos. Me hizo sentir como en casa”. En realidad, Polanski no quería sentirse “como en casa”. El director lleva desde 2013 intentando levantar un proyecto muy personal, una película sobre el caso Dreyfus, el célebre escándalo antisemita que conmocionó a la sociedad francesa de finales del siglo XIX. A la espera de conseguirlo -le está costando-, aceptó “poner la mesa” a su señora. Emmanuelle Seigner le sugirió el libro porque quería que lo adaptara con ella de protagonista.
La novela, cuya trama recuerda a la de ‘Misery’ (la relación entre una escritora de best sellers y una fan demasiado encantadora), tiene muchos de los elementos temáticos que han caracterizado a buena parte de la filmografía del cineasta franco-polaco: espacios cerrados, pocos personajes, y un duelo psicólogo planteado como un retorcido juego de dominación-sumisión. Los “ecos” de los que hablaba el director saltan a la vista: ‘Repulsión’, ‘El quimérico inquilino’, ‘La muerte y la doncella’, ‘La Venus de las pieles’ e, incluso, ‘El escritor’, con la que comparte la profesión de uno de los personajes protagonistas.
El problema de ‘Basada en hechos reales’ es que todos esos elementos están colocados en la película con la habitual eficacia narrativa del director, pero sin su estilo y fuerza evocadora. Haciendo un paralelismo con la situación que vive la protagonista del filme -una exitosa escritora en crisis creativa (Emmanuelle Seigner) que se deja ayudar por una admiradora que trabaja como negra literaria (una algo sobreactuada Eva Green)-, es como si el cineasta hubiera reaccionado ante la falta de inspiración (¿y de estímulos?) echando mano de fórmulas muy reconocibles que le han servido en el pasado. Éstas siguen funcionando, claro, pero no consiguen que la película vaya más allá del entretenimiento ligero.
El vacío creativo del escritor (“Unos días después de la aparición de mi último libro, dejé de escribir”, así comienza de Vigan la novela), su soledad, su papel en el ecosistema cultural actual, el fenómeno fan, la vampirización del otro, la esquizoide relación entre la realidad y la ficción… Polanski pone sobre la mesa muchos temas, pero no parece importarle demasiado ninguno. ‘Basada en hechos reales’ se puede disfrutar como un divertido pasatiempo, una obra menor de un cineasta mayúsculo. ¡Qué alguien le produzca la de Dreyfus! 6.