La diosa Ariana, bailes rituales, premoniciones de muerte, la gran Elisabeth Moss y Bigas Luna como tendencia veraniega. Seguimos sacando punta y señalando referentes estéticos de algunos de los vídeos musicales más destacados de las últimas semanas.
Ariana moviendo una galaxia con la cintura como si fuera un hula hoop. Con esta imagen tan poderosa, que estalla en significados como si fuera un Big Bang, comienza ‘God Is a Woman’, el nuevo vídeo de Dave Meyers para la cantante de Miami. Dios, mujer. Estos dos conceptos articulan la simbología –religiosa, femenina y sexual- de este videoclip lleno de riqueza estilística y semántica. Ariana como diosa: ojo panóptico (el triángulo), luz creadora (la llama de la vela) y poderosa deidad capaz de provocar huracanes masturbando al mundo con los dedos. Ariana como mujer: sexual y maternal (las múltiples referencias vaginales, uterinas y a la fertilidad), víctima de la violencia machista (la fabulosa secuencia de la lapidación arrojando insultos), insumisa (el plano con las mujeres dadas la vuelta que recuerda al de los soldados de ‘Dunkerque’ y al cartel de la cuarta temporada de ‘Homeland’), guerrera (Ariana rompiendo el “techo de cristal” de la desigualdad de género en un panteón-útero inspirado en el de Agripa mientras Madonna recita el Ezequiel 25:17 inventado por Tarantino en ‘Pulp Fiction’) y faro que ilumina un nuevo mundo. Un mundo en el que Dios y Adán son mujeres.
El lanzamiento de ‘Big God’ ha coincidido con la visita a Barcelona (Festival Grec) y Madrid (Circo Price) de Akram Khan, el creador de la espectacular coreografía que protagoniza este vídeo. Como es habitual en sus representaciones, el creador londinense de origen bangladesí fusiona la danza contemporánea con el kathak, uno de los bailes clásicos del norte de la India. El vídeo, dirigido por Autumn de Wilde (fotógrafa y realizadora habitual de los vídeos de Beck o Rilo Kiley), comienza con un travelling de aproximación en el que vemos a Florence Welch acompañada de ocho bailarinas. En sintonía con la letra de la canción, la puesta en escena privilegia ciertos elementos de la iconografía religiosa. Las nueve mujeres parecen caminar sobre unas aguas que bien podrían evocar las del Ganges, el río sagrado de los hindúes que baña el país de origen de Khan. La coreografía representa este baño ritual combinando de forma muy eficaz los poderosos movimientos de las bailarinas con los colores de los velos y sus reflejos en el agua. El momento álgido del vídeo, situado estratégicamente a la mitad, es la inesperada ascensión de las ocho bailarinas. Una poética asunción que viene a reforzar aún más el carácter religioso del vídeo.
El argumento de ‘SAD!’ está más visto que una serie del canal FDF. Ideado por el propio protagonista del vídeo, el rapero Jahseh Dwayne Onfroy, la lucha contra un doppelgänger como metáfora de un conflicto interno o de la premonición de la propia muerte ha servido como combustible dramático en todo tipo de narraciones, con especial énfasis a partir del Romanticismo. Desde clásicos literarios como Hoffman (‘El hombre de arena’), Poe (‘William Wilson’) o Dostoievski (‘El doble’), hasta la película ‘Enemy’, de Denis Villeneuve o el videoclip ‘Die Another Day’ de Madonna, el arquetipo del doble ha dado mucho juego en la ficción. Lo que diferencia al vídeo de XXXTENTACION de todos los demás es que, en su caso, la ficción se ha hecho realidad. En una siniestra y desgraciada carambola del destino, Onfroy filmó un presagio de muerte –verse a sí mismo el día de su funeral- que ha terminado cumpliéndose. A través de una retórica visual algo pomposa, acrecentada por unos omnipresentes y un poco turra subtítulos, el rapero escenifica su conflicto identitario. Una dualidad que también está presente en la puesta en escena: las ceremoniosas imágenes del funeral y los cara a cara con la muerte contra las furiosas secuencias de las peleas callejeras.
¿Cómo trasladar la caligrafía visual y los patrones narrativos de los videoclips de (t)raperos estadounidenses a la realidad sociomusical española? Esta pregunta, que seguro se han hecho muchos realizadores españoles, ha tenido en ‘Bien duro’ una respuesta muy cinematográfica. El referente más obvio del vídeo de C. Tangana es el cine quinqui de finales de los setenta; aquellas historias de delincuentes de barrio que, al ritmo de Los Chichos o Los Chunguitos, daban pequeños palos, huían en coches robados y se metían jaco en los descampados de las grandes ciudades. Sin embargo, a pesar de algunos guiños explícitos –el cedé ‘De pura sangre’, los trompos en el coche, las escenas en La Mina de Sant Adrià de Besòs, el barrio de El Torete y El Vaquilla- ‘Bien duro’ está más cerca de la estilización de lo cañí del cine de Bigas Luna que del costumbrismo semidocumental de las películas de Eloy de la Iglesia y Juan Antonio de la Loma. O, por centrarnos en el ámbito del videoclip, más cerca del reciente ‘Malamente’, de Rosalía, que de los vídeos de El Coleta. Antón Álvarez, caracterizado como una mezcla de rapero californiano con pitbull y chuloputas de Moratalaz, protagoniza esta historia de infidelidad y drogas que parece buscar la provocación por el camino abierto hace quince años por el Yoyas.
Y seguimos con Bigas Luna, convertido ya casi en “tendencia de verano” del videoclip español. La sombra de ‘Jamón, Jamón’ planea sobre el vídeo ‘Girl’ como el toro de Osborne sobre las carreteras de media España. El director Héctor Herce, conocido por vídeos como ‘Los chikos de Madriz’ (C. Tangana) o ‘Duele’ (Ms Nina), reproduce la iconografía de la emblemática película de Bigas y su esquema argumental, el triángulo amoroso. Sin embargo, “pinta” su narración y su inconfundible estética con otros colores: los de la sesentera nouvelle vague (no es casualidad el póster de ‘Alphaville’ que aparece al principio) y los del cine de Wes Anderson. A través de un dispositivo formal muy estilizado, con una combinación de planos en formato 4:3, la mayoría frontales y con los actores mirando a la cámara, el director narra una historia de cine negro donde una femme fatale (la televisiva Claudia Traisac) lleva por la calle de la amargura, del delito y del crimen, a los dos integrantes de The Parrots. Un colorista neo-noir, tan libre y atípico como los que filmaba Godard.
Una llamada de teléfono de madrugada. Este hecho, casi siempre cargado de funestas consecuencias, es el que pone en marcha el vídeo que acompaña la reedición de ‘The Blue Notebooks’, uno de los discos más memorables del compositor Max Richter. El británico George Belfield, conocido por sus videoclips para Tom Odell y Arthur Beatrice, dirige a la gran Elisabeth Moss (‘El cuento de la criada’, ‘Queen of Earth’) en este emotivo corto que utiliza el fuera de campo como poderosa figura de estilo. La protagonista cuelga el teléfono y, a través de un cambio de foco que difumina todo lo que sucede en segundo plano, el mundo desaparece a su alrededor. No sabemos cuál es el contenido de la llamada, pero no hace falta: será el rostro de la actriz, cada vez más compungido, quien nos lo irá contando. La cámara se acerca a ella en el primer minuto de película y apenas la abandona hasta el catártico contrapicado plano final. Un nocturno deambular por calles y descampados, que sirve como expresivo eupéptico para el shock emocional, y que recuerda a otras famosas caminatas rebosantes de dolor, como la de Gina McKee en ‘Wonderland’ o la de Juliette Binoche en ‘Azul’.